sábado, 17 de diciembre de 2011

Sermones de tiempo: Adviento II

Preso en la cárcel, envía Juan a dos de sus discipulos a preguntar al Señor: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? En este punto solemos cuestionar esto: ¿cómo pregunta Juan si Cristo es el Mesías prometido en la ley, si él mismo cuando bautizaba y predicaba lo había proclamado como tal? ¿Cómo no iba a saber de quién había sido él elegido por Dios como testigo y precursor?.

Hay quienes dicen que Juan quiso saber por boca y palabra del mismo Cristo lo que antes había aprendido por manifestación del Espíritu Santo. Las cosas muy importantes y las que deseamos ardientemente nos gusta oírlas, no una ni dos, sino miles de veces. Así por ejemplo, el padre que a su único y queridísimo hijo lo cree muerto en la guerra, si oye de algún testigo fiable que está vivo y lo cree, se alegra y desea oír a otros muchos mensajeros que le confirmen lo mismo. Si no  había otra cosa mayor ni más deseable que la venida del Salvador, su creencia en él y su conocimiento ¿qué tiene de extraño que Juan quisiera oír de nuevo, de boca de la verdad misma, una noticia tan venturosa y feliz, que ya sabía de antes por oráculo divino? Si el solo recuerdo de este beneficio tan grande llena de gozo inefable el corazón de los justos ¿qué sentimientos despertaría tan ilustre testimonio viniendo de quien es la verdad misma?.

Los testimonios de Cristo y del Espíritu Santo afectaron por igual el alma de Juan; pues si aquel esposo celestial, cautivo de amor por su esposa, desea oír su voz cuando dice: Hazme oír tu voz, que tu voz es dulce ¿cómo el amigo del esposo, Juan no desearía y se alegraría de oír la voz y el testimonio de aquel a quien amaba con ardiente amor desde el vientre mismo de su madre? Ansioso por oír esta voz, de  hecho la más sublime y grata de todas, envía a sus discípulos para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir , o esperamos a otro?.

Esta es la respuesta a aquella pregunta, respuesta que, a mi juicio, nada tiene de absurdo pues es común a la mayoría de los Padres: que Juan había querido ponerse en el papel de sus discípulos, ciegos y vacilantes, y formular la pregunta en nombre de ellos, no en el suyo, como dije en la anterior homilía.

Por lo demás, viendo el Señor la intención de aquellos discípulos, quiso con un tacto admirable y divino sanar su fe débil, pero de forma que ni les hizo ver su herida y además les ofreció el remedio mejor y más eficaz para ella. Después de curar en su presencia varias enfermedades corporales, para remediar su falta de fe, les dijo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, etc. Les expone las señales del verdadero Mesías, las que en otro tiempo profetizó Isaías que se darían cuando aquel viniera: Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces saltará el cojo como un ciervo, y la lengua de los mudos cantará gozosa. Con estas palabras el divino poeta, inspirado por el espíritu divino, anuncia las señales por las que se podrá reconocer al verdadero Mesías.

Son signos de la verdad y a la vez beneficios grandes para el género humano. Lo cual se hizo, por designio divino, para nuestra salvación; toda la sagrada escritura tiende ante todo a llevar a nuestros corazones la fe y la caridad, y ambas se logran gracias a estas señales: como señales, despiertan la fe; como beneficios avivan la caridad, el amor hacia nuestro generoso y espléndido benefactor. Por beneficios entiendo yo no sólo el remedio de los males corporales, que antes o después, querámoslo o no desaparecerán convertidos en polvo, sino mucho más de las enfermedades del alma; para sanar estas enfermedades principalmente vino Cristo. Sabemos que las almas padecen las mismas y aún otras muchas más enfermedades que los cuerpos, y éstas sólo las puede remediar aquel gran médico que viene del cielo.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, Sermones de Adviento, t. XXIV, F. U. E. Madrid 1999, p. 355-357
Traducción y transcripción de Ricardo Alarcón Buendía

jueves, 1 de diciembre de 2011

Sermones de tiempo: Adviento I

Debo hablar ahora un poco del significado de este tiempo que la Iglesia comienza hoy a celebrar; debo decir algo que nos prepare a celebrarlo con la dignidad que requiere; que no pueda decirse contra nosotros lo del profeta: La cigüeña en el cielo conoce su situación; la tórtola, la golondrina y la grulla guardan los tiempos de sus migraciones, pero mi pueblo no conoce el derecho de Yavé. Es absurdo, cuando todas las aves se adaptan a los tiempos y en razón de ellos cambian de lugar, que nosotros no queramos o no sepamos atenernos a los tiempos litúrgicos que la Iglesia establece para bien de nuestras almas.

Lo mismo que los cuerpos de los seres vivos, también las almas necesitan de su mudanza y variedad; para avanzar tienen necesidad de distintas virtudes y de sentimientos variados de piedad, virtudes y sentimientos cuyo mantenimiento y sustento precisa también momentos distintos. La Iglesia que, como madre piadosa, está siempre atenta a nuestras necesidades, se da cuenta de ello y dedica momentos diferentes del año no sólo para evitar con esa misma variedad el tedio por las cosas espirituales, que nos podría haber perjudicado mucho, sino además para proporcionarnos materia de virtudes variadas y piadosos afectos. De esta forma todo el tiempo que media entre Septuagésima y el domingo de Pasión. Desde Pascua a Pentecostés lo dedica al gozo y alegría espiritual. En cada uno de tales momentos recuerda los misterios que aportan a estas virtudes y afectos enormes impulsos.

Y en este tiempo de Adviento del Señor, preguntaréis quizás ¿qué nos quiere recordar especialmente la Iglesia? ¿Qué nos pide con más insistencia? Nos pide, entre otras cosas, que seamos agradecidos con Dios Salvador, nos pide amor, piedad, y el obsequio de un espíritu devoto.

En efecto, la Iglesia celebra en este tiempo la venida de Dios al mundo: Por las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, el sol naciente ha venido a visitarnos de lo alto. Como toda salvación le viene al hombre de Dios y el hombre miserable no quería ir a Dios, se dignó Dios misericordioso venir al hombre.

Si me preguntas a qué vino, oye esto: Vino a buscar y salvar lo que estaba perdido, como él dice, vino para iluminar a los que estaban en tinieblas y habitaban en la región de mortales sombras, vino a dar libertad a los cautivos, a guiar a los errantes, a traer a su patria a los desterrados, resucitar a los muertos, a reconciliar con Dios Padre a quienes le eran contrarios y enemigos, dándoles el espíritu de adopción y haciéndolos herederos de su reino. Vino a redimir a los cautivos, a dar vida a los muertos, medicina a los enfermos y camino a los errantes. Dios se hizo hombre, dice Gregorio, para ir tras el hombre que le huía, pues ciego y loco, se había alejado del Bien sumo, sin que la voz insistente de los profetas le hiciera volver de su camino torcido. Dios tomó carne y se acercó al que huía para ganarlo por sí mismo.

Lo insinúa también  el Apóstol al decir que Cristo Señor no tomó la naturaleza de los ángeles sino que tomó la sangre de Abraham. La palabra tomar significa seguir al adversario, retenerlo cuando huye y sujetarlo si intenta escapar. De esta forma tomó el Salvador la sangre de Abraham.

Oye, si quieres, cómo lo dice él por boca de Isaías: El espíritu del Señor está sobre mí, pues Yavé me ha ungido, me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad de los cautivos y la liberación de los presos. Para publicar el año de reconciliación con el Señor... Para consolar a todos los tristes y dar a los afligidos de Sión, en vez de ceniza, una corona, el óleo del gozo en vez del luto, alabanza en vez de espíritu abatido.

¿Hay algo más dulce, más suave o más amoroso que estas palabras? Si Cristo fue enviado por el Padre para traernos estos beneficios tan grandes, bendita sea su venida a este mundo, bendito sea el que nos lo envió y bendito sea él mismo que vino. Este beneficio lo pregonan hoy los niños cantando a una voz: ¡Hosanna en el cielo! Bendito el que viene en nombre del Señor!. Cantemos el himno en todo tiempo, no sólo en este día, en que celebra la Iglesia este misterio.

Celebra además la Iglesia y nos muestra el clamor, las súplicas y los deseos de los padres del Viejo Testamento, que tan ardientemente esperaban la venida de Cristo, que dice a sus discípulos: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis, pues os digo que muchos reyes y profetas quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo  oyeron; porque todos ellos recibieron sólo la promesa de este beneficio tan grande y no su posesión.

En esto, creo yo, aquellos Padres fueron como navegantes lanzados por la tempestad en la noche, que ven brillar a lo lejos una luz en algún lugar elevado, esa luz que indica el puerto a los marineros; a ella dirigen la mirada, a ella mientras pueden dirigen el rumbo, y a ella, finalmente, cuando no pueden otra cosa, se agarran con los ojos y con el alma. De esta misma forma dirigían su mirada a Cristo, a la luz verdadera, luz que había de borrar con su esplendor las tinieblas y la densa niebla del mundo; aquellos santos padres a ella tendían suplicantes las manos; a ella aspiraban con todo su corazón y hacían toda clase de votos para acelerar su venida clamando con el profeta: Anticípense a favor nuestro cuanto antes tus misericordias, pues nos hallamos reducidos a una extrema miseria.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, Sermones de Adviento t. XXIV, F. U. E. Madrid 1999, p. 93-94
Traducción y transcripción de Ricardo Alarcón Buendía

martes, 21 de junio de 2011

Sermones de tiempo: Santísima Trinidad, 136

        El fundamento de esta doctrina celestial consiste en que creamos y confesemos con fe religiosa que Dios, que es uno en sustancia y en la naturaleza simplicísima de su divinidad, es trino en personas. De ambos misterios, de la unidad y la trinidad, si nos asiste la gracia divina, nos disponemos a hablar hoy con toda la reverencia y sumisión de espíritu. Hablaremos primero brevemente de la unidad, luego nos detendremos algo más en el misterio altísimo de la Trinidad suma.

        Esta unidad de la sustancia divina la insinúa el Señor al principio de la lectura evangélica: a los que se había de bañar en las aguas saludables, manda bautizarlos no en los nombres, sino en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Juan Evangelista lo precisa aún más cuando dice : Tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y los tres son una sola cosa

        Y esta unidad, que por doquier atestiguan las sagradas letras, se demuestra además con razones evidentísimas. Porque si hubiera muchos dioses, por fuerza serían distintos entre sí, y habría algo en uno que no existiera en otro. Preguntaríamos entonces si aquello que los diferencia sería perfección o imperfección. Si imperfección, el que fuera imperfecto de este modo no sería Dios, porque Dios ha de ser perfecto en todo. Mas si fuera una perfección, el que no la tuviera tampoco sería Dios por idéntica razón, porque ninguna perfección puede echarse en falta en Dios sumo y sumamente perfecto.

        Lo mismo se desprende de la unión admirable y el consenso de las criaturas para conservar el estado del mundo, pues consta que éste está formado, en parte, de elementos contrarios y, en parte, por cosas muy diferentes. ¿Hay nada menos semejante que los cuerpos celestes y los terrenales? Mas ¿qué pueden generar de su natural propio los contrarios sino desigualdad y lucha? Por eso, los contrarios en modo alguno pueden ser traídos a un mismo orden y fin, si otro no los dirige.

        Lo podemos ver, por ejemplo, en los músicos: si los cantores osaran lanzar sus voces cada uno a su antojo, sin ningún orden, no habría concierto, sino un clamor confuso y molestísimo de voces diversas que golpearía en los oídos. Pero si a esta variedad de voces las modera y acompasa con arte y con pericia un buen director, nace la armonía suavísima y el concierto gratísimo de las diferentes voces.

        Así ocurre en esta variedad tan grande de cosas, a la que mezcló de tal modo aquel sapientísmo moderador del universo, que de tan múltiple y casi infinita variedad de elementos diferentes y contrapuestos surge no la lucha, sino el consenso adecuado para conservar y dar estabilidad al orden del mundo.

        Los cuerpos celestes, los astros errantes, y sobre todo el sol, que guía y gobierna a los demás astros, completan sus ciclos y con su influjo fecundan los cuerpos inferiores, de modo que todos los años surge como un nuevo mundo y hay como una nueva propagación y gestación de seres con vida,. De esta forma, la muerte de los seres que desaparecen por su ley natural se compensa con la vida de otros que nacen, y así las especies de las cosas se libran de su extinción.

        Como los que han nacido, respiran y viven precisan de alimento para conservar la vida, la propia naturaleza, que alumbra cada año retoños nuevos, produce también cada año cosechas para alimentarlos, y en ello colaboran con admirable concierto y orden el cielo y el aire, la tierra y el mar, el sol y las nubes, la lluvia y los vientos, el calor, el frío y las cuatro estaciones del año..

        Este orden y concierto de los distintos elementos, tan bueno para la estabilidad del mundo, hizo que en tiempos los filósofos llamaran músico al dios que gobierna el mundo, porque junta como en armonía única cosas diferentes. Y esta unidad y concierto de los distintos elementos prueba con claridad la unidad simple de la divinidad.

Fray Luis de Granada: Obras Completas, Sermones de la Sma. Trinidad, t. XXXV , F. U. E., Madrid 2002 p. 139-41


  1. Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendia)

Sermones de tiempo: Corpus Christi I

Podemos filosofar de este modo: si tiene nuestro Dios una bondad infinita, aún más, si es él la bondad misma, y lo más propio de la verdadera bondad es hacer semejantes a ella todos los otros bienes (como es propio del fuego transformar todo en fuego y hacerlo como él) ¿Qué otra cosa convenía más, decidme, a la bondad infinita, que instituir este sacramento, que tanta fuerza tiene para hacer a los hombres buenos, es decir, partícipes de la bondad y santidad divina?.

Si creemos que es obra digna de la majestad divina haber hecho el cielo, la tierra y los mares, con cuyo beneficio se alimentan y conservan los cuerpos de los hombres ¿cuánto más digno fue de su inmensa bondad haber instituido este sacramento, por el que las almas de aquellos se santifican y se nutren en la vida espiritual? Si predicas que no es indigno de Dios crear la comida para todos los seres vivos ¿cómo lo va a ser proporcionar a nuestras almas esta comida espiritual? Si decimos que a su inmensa majestad concierne sobre todo la obra de la creación, porque declara su infinita sabiduría y poder ¿cómo no vamos a creer que le corresponde aún más la obra de la santificación, que proclama abiertamente su inmensa bondad?.

Argüirá. quizás, algún infiel diciendo que los hombres piadosos se afanan tanto por el amor y el deseo de Dios, porque se dejan seducir por la idea falsa de que Dios les tuvo un amor tan grande, que quiso hacerse para ellos alimento de su vida espiritual. Y ¿quién, al ver en su Dios semejante bondad y amor no intenta amarlo con toda su alma y todas sus fuerzas? Y si tienen este convencimiento ¿cómo no se van a deshacer en amor a su Dios?

Pensad vosotros, hermanos, y meditad qué respuesta debo dar a esta objeción. Desde luego ningún infiel podrá negar que para mover los ánimos es más poderosa la verdad de las cosas que una falsa persuasión de ellas. Pues si tú piensas que en este amor y bondad de nuestro Dios hay tanta fuerza para impulsar las almas a su amor, que incluso una opinión y una idea falsa enciende el corazón de los hombres en amor a él y les lleva a cualquier empresa, ¿cuánto más lo hará la verdad misma y el amor probado y manifiesto? Si tanto valoran los hombres una opinión falsa ¿qué poder tendrá para ellos la propia verdad? ¿Hay nada más digno de aquella bondad inmensa que haber hecho algo, cuya mera aprensión, como piensa para sí el infiel, tiene tal poder para despertar el amor de Dios y para llevar al ejercicio de todas las virtudes?.

Esta razón, hermanos, os diré abiertamente lo que siento, tiene en mi opinión tanta fuerza para concebir la fe en este sacramento, que no espero poderlo explicar con palabras. Tampoco yo, creo más digno de Dios, la creación del mundo que haber instituido este sacramento, porque pienso que si aquel fue creado por su sabiduría y poder, este manó de su inmensa bondad.

Si observas esta obra de la bondad divina en sí misma, parece increíble: pero cesará tu extrañeza si miras a su autor. Deje, pues, el hombre, como dice Crisóstomo, de admirar la obra y atienda al artífice, de cuya infinita bondad nació una obra tan grande.


Fray Luis de Granada: Obras Completas, Sermones del Corpus, t. XXXV F. U. E. Madrid 2002, p. 281-3
Trascripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía 

lunes, 20 de junio de 2011

Fray Luis de Granada, traducido por Ricardo Alarcón Buendía

Yo he tenido la oportunidad y la suerte de conocer de cerca la obra de Fray Luis que él escribe en tres lenguas: Latín, Castellano y Portugués. Este año de 2009 la Fundación Universitaria Española acabó de editarla, y en Mayo se presentó la primera edición completa, incluida la traducción de su parte latina, en la Biblioteca Nacional. Hubo allí gente de muchos países: Italia, Japón, Puerto Rico, Alemania; de varias universidades españolas: Granada, Madrid, Murcia; ni podía faltar el editor y autor de la anotación crítica, padre dominico Álvaro Huerga Teruelo, investigador, miembro de la Real Academia de Puerto Rico, profesor allí y en Roma; estábamos también Aurora, que ha organizado este curso sobre Fray Luis, y yo mismo, porque la obra ha sido editada en 51 tomos, et quorum, de ellos, (como dice Virgilio en Eneida II, 6) pars magna fui, fui parte grande al haber traducido siete de estos volúmenes, las Contiones de Tempore y de Sanctis escritas en Latín, lo mismo que su Rethorica Ecclesiastica; unos sermones en que se recoge y se da a conocer toda la doctrina de la Iglesia, y la Teología cristiana. Quería él que todos los sacerdotes, dominicos o diocesanos, portugueses y españoles, tuvieran a mano, puesta en sermones toda la doctrina y teología de la Iglesia. Su objetivo era encomiable, y la ayuda que aquellos recibieron debió SER muy grande.

Con mi traducción creo que he facilitado a nuestros sacerdotes de hoy, que ya no dominan el Latín como aquellos del s. XVI, lo que Fray Luis dejó escrito. A muchos, pienso yo, les debe ser difícil explicar en sus homilías los misterios de la Trinidad, el Corpus Christi, la Ascensión, la Navidad,.. De modo que ahí tienen una forma de explicar la doctrina de la Iglesia sobre temas tan profundos y difíciles de entender para los no iniciados como nosotros. Esta ha sido mi aportación.

He dicho también que tuve la suerte de conocer la obra de Fray Luis; porque para un latinista es una suerte y una gozada leer y traducir su forma de escribir en Latín, su dominio de esta lengua, la perfecta estructura y organización de sus sermones, piezas de la más pura oratoria ciceroniana o quintilianea, dos autores Cicerón y Quintiliano, cuyas obras sobre oratoria conoce bien y trata de imitar, dándoles, eso sí, contenido, proyección y sentido cristiano.

Y he aprendido, además, lo que considero más importante para nosotros, profesores, que Fray Luis es un COMUNICADOR, ese que llega a sus oyentes y les interesa en lo que les dice. ¡Ay si algunos le pudiéramos imitar!¡Cómo cumple nuestro fraile la máxima aquella oratoria de Catón el Viejo!:

rem tene, verba sequentur.
ten claro lo que has de decir, y las palabras acudirán solas

El de Granada tenía claro, conocía bien lo que iba a contar, era un sabio con esa doble sabiduría que él mismo atribuye a Sto. Tomás: había estudiado a fondo a los clásicos (habla como ellos y se deja influir por ellos), es un humanista adelantado a su tiempo, tiene esa humanitas que tan bien definieron los hombres del periodo clásico griego y latino; conoce, además, los textos y comentarios al Antiguo y Nuevo Testamento, a los Santos Padres, lo que habían definido los papas y los concilios...No hace afirmación alguna que no contraste o la apoye en ellos. Es por tanto un sabio en el sentido que nosotros damos a la palabra, un científico que da razón de sus afirmaciones.

Lo es  también en otro sentido: sabio (del latín sapiens sapere) es el que conoce algo porque lo ha saboreado. El fraile habla de Dios con el conocimiento de quien lo ha saboreado, de quien lo siente cerca y dentro de sí, y todo lo ve con ojos del que está endiosado, poseído por su enamoramiento de Dios. Sus obras rezuman a Dios. Por tanto, cumple muy bien la primera parte de la máxima catoniana: rem tene: domina el tema, conoce bien lo que has de decir.

Dice luego Catón: verba sequentur: las palabras  te vendrán solas. A él no le faltan las palabras, más con ello, añado yo, no sería suficiente. Porque hay muchos sabios que conocen bien el tema de que hablan, que no le faltan las palabras, que no se cortan cuando exponen un tema y sin embargo aburren a sus oyentes, no logran interesarlos, comunicarles lo que saben.

Si cualquiera de los sermones que hay en este tomo XXXV, sobre la Trinidad y Corpus Christi, los misterios más profundos en que se apoya toda la doctrina católica, lo predicara un erudito investigador en la materia, pero sin ese arte del buen orador para llegar a los oyentes, seguro que los aburriría y no les haría entender ni les comunicaría lo que tan bien conoce él como erudito. Y es que para ser un buen comunicador, a la máxima de Catón hay que añadir el empleo de un vehículo apropiado.

Yo os invito a que leáis cómo explica Fray Luis el contenido de tales misterios, tan profundos y difíciles de entender; y es que su lengua, el empleo tan cuidado que hace de ella, te interesa en lo que quiere comunicarte. No soy yo ahora hombre de fe, pero os aseguro que no he visto nunca mejor ni más clara explicación de unos misterios tan oscuros y difíciles. Fray Luis emplea el vehículo apropiado, con una lengua precisa, mesurada, acomodada al tema de que se habla, acorde con  la sensibilidad de quien la escucha, en la que no falta ese ritmo y musicalidad que halaga y da calma al oído y a la vez despierta el interés del espíritu.

Os confieso que traduciendo el Latín de Fray Luis he tenido esas sensaciones y con mi traducción he pretendido (si ha sido o no con fortuna otros lo tendréis que decir) traer a nuestra lengua Castellana, hija del latín, un reflejo siquiera de la lengua madre: su precisión y musicalidad, su orden latino (que no es el hipérbaton que malinterpretan algunos) y su claridad.

Bien sabéis que toda traducción tiene mucho de traición; yo he intentado que sea la mínima y os pido que, aunque no sea yo un hombre de fe, la tengáis vosotros en mí cuando os cuento lo que digo de este autor y sus cualidades: gran humanista, conocedor de los clásicos y creador a partir de ellos de nuestro querido Castellano y demás lenguas nacionales.

Fray Luis fue un gran admirador y seguidor en parte de otro gran humanista, ERASMO DE ROTTERDAM. Para cerrar sus sermones de Trinidad y Corpus Christi lo hace con unos versos de este sabio, humanista neerlandés en lengua latina, 1469-1536 (Elogio de la locura, Coloquios familiares, Institución del príncipe cristiano: intento de definir un humanismo cristiano).

Bien está que para honrarlo también nosotros oigamos unos fragmentos de estas estrofas asclepiadeas: ¡Que los libros de un hombre capaz de escribir estos versos, fueran prohibidos por la Santa Inquisición!

                    Cuando sólo yo poseo los bienes que la tierra fértil
                            o el Olimpo inmenso contienen,
                    Decid, mortales, qué locura os ha llevado
                            a buscar en otro sitio los bienes
                    Sin querer sacarlos de la propia fuente
                            tan saludable y al alcance; 
                    Y a que andéis en alocado y mísero tropel falsas
                            sombras de bienes persiguiendo?
                   Pocos son los que a mí, creador verdadero y dador
                            de la felicidad me buscan.
                   Seduce a muchos la belleza, y nada hay más bello que yo;
                            pero a nadie inflama esta hermosura.
                  Admiran muchos el linaje, la gloria y la nobleza; 
                            pero ¿hay nada más glorioso que yo,
                  Que, engendrado de Dios, soy Dios también, 
                           nacido de una madre purísima?

                                            


Ricardo Alarcón Buendía, en Fray Luis de Granada. Un escritor contemporáneo, Ediciones del Orto, Madrid 2009, p. 29





sábado, 30 de abril de 2011

Juan Pablo II y San Juan de la Cruz

     El profesor Álvaro Huerga tradujo la Tesis Doctoral La fe según San Juan de la Cruz de Karol Wojtyla, elegido por la Iglesia Papa Juan Pablo II, para la versión española publicada por la BAC en 1979. A las dificultades de la traducción, se añaden lo complejo del pensamiento sanjuanista, y la ilusión del doctorando por explicar los secretos de su misticismo. Pensamos que el profesor Huerga ha salido airoso de la prueba, a pesar de los vericuetos del texto que se encontró entre las manos. Las ideas fundamentales de la tesis de Wojtyla serían las siguientes:

     Por la fe se produce la unión con Dios, pero esa unión se da sin la posesión del objeto, lo cual produce una privación en el entendimiento que desea conocer su objeto, el cual se queda a oscuras, de ahí que para él es de noche. San Juan de la Cruz escribe:

     Se llama noche este tránsito que hace el alma a la unión con Dios

     Es noche, porque parte de la negación de los sentidos; es noche porque el medio de unión es la fe oscura al entendimiento; es noche, porque Dios en esta vida, es meta que no se puede alcanzar.

     Dios se comunica al alma en la fe, aunque escondido en la noche profundísima llamada medianoche. De esta forma el entendimiento alcanza a Dios y se une con Él, por medio de la fe. La purificación del entendimiento se realiza produciendo en él vacío y tinieblas, expulsando  la forma natural, y capacitándole así para recibir la forma sobrenatural. Decimos que el entendimiento entonces:

     Es el candelero donde se asienta esa candela de la fe

     La fe posee una semejanza esencial con la Divinidad que permite conseguir la unión del entendimiento humano con Dios. La luz sobrenatural se inserta en la luz natural del entendimiento, produciéndose la unión por semejanza. Esta unión con la Divinidad no se produce en ninguna otra criatura por carecer su entendimiento de semejanza con la divinidad, sin embargo la fe que posee este tipo de semejanza permite que el hombre se informe y asimile la esencia divina.

   Debajo de esta tiniebla se junta con Dios el entendimiento y debajo de ella está Dios escondido

     De otra forma el alma alcanza por amor la unión de su voluntad con Dios, por la privación del afecto a las criaturas. El amor consigue la semejanza en un impulso psicológico que permite al alma transformarse en Dios, tras la purificación de la voluntad, que es noche también para el alma.

     Juan Pablo II que aprendió español para estudiar a San Juan de la Cruz en su propia lengua, conservó ese amor por los escritores espirituales españoles y por nuestra lengua, durante toda su vida. Un acercamiento a esta tesis suya permitiría al gran público el acceso al concepto de la fe como medio para la unión con Dios, más allá de su magnífica poesía y del misterio de sus noches.

   Así que la semejanza es causa de amor, veamos lo que dice fray Luis otro escritor espiritual contemporáneo de San Juan, acerca de cómo Dios ha resuelto esta situación de alejamiento con el hombre:

     Veis pues ahora cuán grandes impedimentos hay de parte del hombre para amar a Dios. Porque siendo la semejanza causa de amor y de la unión de los corazones, ¿qué semejanza hay entre Dios y el hombre, donde vemos tanta diferencia de parte a parte? Pues ¿qué remedio para que haya semejanza donde hay tantas diferencias? Esta fue la invención admirable de la divina sabiduría, la cual de un golpe cortó a cercén todos estos impedimentos del amor, haciéndose hombre. Porque veis aquí a Dios, que era purísimo espíritu, vestido de carne: veislo abajado, veislo pobre, humilde, mortal y pasible, y sujeto a las mudanzas y cansancios de la vida humana, y sobre todo esto visible, para que el hombre que no podía amar sino lo que veía, vestido ya Dios de esta ropa, no tenga excusa para dejar de amarle. Y porque es también grande impedimento del amor la desigualdad de las personas, por donde se dice que no concuerdan bien ni moran en una casa majestad y amor, veis aquí también quitada la desigualdad, cuando de esta manera se abajó la Majestad y se acomodó a nuestra poquedad.

          

Juan Pablo II

Ante el Consejo Pontificio para la Cultura, en 1985, Juan Pablo II comentaba que la preocupación por evangelizar las culturas no es nueva en la Iglesia, que siempre se ha afanado por hacer presente el Evangelio en el corazón de las mismas.

En Puebla se destacó la función crítica de la fe con respecto a las culturas, porque denuncia y corrige la presencia del pecado en las culturas; purifica y exorcisa los desvalores, así la fe espera que progrese la cultura humana para ser mejor formulada. La inculturación de la fe cristiana en las distintas situaciones geográficas e históricas es una exigencia del Sínodo de Obispos de 1977 en Roma, y un requisito de su encarnación en el mundo.

Desde el comienzo de su historia la Iglesia procuró expresar el mensaje crisitano en los conceptos y lenguas de los diversos pueblos, y lo ilustró con el saber filosófico, con el propósito de adaptarlo al nivel del pueblo y al de los filósofos.

Este procedimiento fue subrayado por el Concilio Vaticano II afirmando que múltiples son los vínculos que existen entre el mensaje de salvación y la cultura. Dios, por medio de la revelación, desde las edades más remotas hasta su plena manifestación en el Hijo encarnado, ha hablado a su pueblo según los tipos de cultura propios de cada época. Los escritores participan en este diálogo entre la fe y la cultura, respetando las distintas épocas históricas y los avances de su tiempo. Esto es lo que hace Fray Luis, representante del Humanismo con su expresión artística denominada Renacimiento, quien en el siglo XVI, asombrará al mundo por la profundidad y belleza de su obra literaria, y por el mensaje que comunicaba: un diálogo cultural que evangelizó todo el mundo conocido.

Juan Pablo II recuerda que inculturación expresa perfectamente el misterio de la Encarnación. En la encíclica Slavorum apostoli cita a los santos Cirilo y Metodio, que evangelizaron los países eslavos:

En la obra de evangelización que ellos llevaron a cabo como pioneros en los territorios habitados por los pueblos eslavos, está contenido, al mismo tiempo, un modelo de lo que hoy lleva el nombre de 'inculturación' –encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas– y, a la vez, la introducción de éstas en la vida de la Iglesia.

El Cardenal Ratzinger ha recordado que las culturas, son sistemas que van evolucionando a lo largo de la historia. En muchas regiones de América Latina la cuestión de la inculturación es una verdadera prioridad pastoral.

viernes, 29 de abril de 2011

Fray Luis de Granada y la mística

Siempre se ha considerado a fray Luis como un ejemplo claro de la ascética cristiana, de quien no consta que alcanzara los grados de la mística de unión, contemplación e iluminación. Se le ha querido comparar con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, escritores conocidos por sus experiencias místicas.

Maria Victoria Briasco, sin embargo, encuentra coincidencias entre los escritos del dominico y los de los santos carmelitas, en los Tratados menores, reunidos en el tomo XV de las Obras Completas:

¡Oh amor que siempre ardes y nunca mueres, ¿cuándo te amaré perfectamente? ¿Cuándo te abrazaré con los brazos de mi ánima desnudos? ¿Cuándo menospreciaré a mí y a todo el mundo por tu amor? ¿Cuándo mi ánima con toda su virtud y fuerzas se unirá contigo? ¿Cuándo se verá sumida y anegada en el abismo de tu amor?.

Las riquezas de la soledad las descubre en Escalaceli, vuelto hacia sí mismo, abierto a Dios, viviendo como en un paraíso, este será su querer para toda la vida, como recoge Álvaro Huerga en su Biografía.

El contentamiento que tengo es tan grande que en esta vida no se puede tener mayor, y algunas veces tengo escrúpulo de ver cómo me da Dios el paraíso en esta vida.

A pesar de ello, no se deben abandonar los deberes del propio estado aunque en el trajín de los negocios se nos pegue algo de los quehaceres humanos.

Bien entendía nuestro Señor todas estas flaquezas nuestras, y con todo eso quiere que entendamos siempre en hacer buenas obras, y no se maraville que traiga las plantas mojadas el que anda sobre el agua, y las manos un poco negras el que trata con la pez; quiero decir, que se le pegue un poco de humanidad al que trata con los hombres por el bien de los mismos hombres.

Por otro lado, Urbano Alonso del Campo, lo ve extasiado ante la Naturaleza, enamorado de su hermosura, contemplándola con ternura de niño y veneración de anciano. Su alma asciende de la creación a Dios, y retorna desde el Creador a la naturaleza, espejo de la belleza que se derrama sobre los hombres. La Introducción del Símbolo recoge el canto enamorado de su alma, que vibra ante la luz del alba, la flor de los campos, el canto de los pájaros, el murmullo de las fuentes, o el nacimiento de un niño, que es Dios al mismo tiempo.

¿Qué serán luego todas las criaturas de este mundo, tan hermosas y acabadas, sino como unas letras quebradas e iluminadas que declaran el primor y la sabiduría de su autor? ¿Qué serán todas estas criaturas sino predicadoras de su hacedor, testigos de su nobleza, espejos de su hermosura, anunciadoras de su gloria, despertadoras de nuestra pereza, estímulos de nuestro amor, y condenadoras de nuestra ingratitud?

En todos sus escritos aparecen el hombre contemplativo que es, el predicador, el humanista, el conocedor de las profundidades del espíritu, el teólogo y el místico. Reconociendo que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, que depende de Él, y conociéndose a sí mismo, lo adora, alaba y suplica en éxtasis reverente. Este es fray Luis, maestro de todos los espirituales españoles, que dialoga con su Creador diciendo:

Reconoce pues, ¡oh alma mía! todas estas obligaciones, y pues sabes cierto lo que fuiste y lo que eres y lo que esperas todo esto es de este Señor, y que por tantas partes estás aliada y endeudada con Él, ama a quien tanto bien te ha hecho y te hace y adelante te ha de hacer.

martes, 26 de abril de 2011

La Resurrección, Poema de Lactancio I

A Fray Luis le place recordar este día tan gozoso con los bellísimos versos de Lactancio Firmiano, destinados a recrear a las almas:

SALVE, oh día de fiesta, digno de veneración por toda la eternidad,
en el que Dios vence al infierno, y domina los astros.
Las horas brillan adornadas con flores alegres,
y el firmamento aparece más luminoso.
El curso del cielo conduce más alto al sol, arrojador de fuego,
que sale errante del Océano, y en las aguas acaba.
Recorriendo radiante los mares,
en esta breve noche despliega el día en el mundo.
La región del éter ofrece un aspecto límpido y sereno,
y las brillantes estrellas muestran su alegría.
La tierra feraz produce sus dones con diversos cultivos.
Cuando el año goza de buena primavera, recoge cosecha abundante.
Las delicadas violetas visten de púrpura el campo,
los prados se cubren de verdor, la vegetación luce exuberante.
Poco a poco brota la policromía resplandeciente de las flores.
Todas las praderas ríen ya floridas.
Una copiosa mies brota de la simiente escondida en la arada,
que promete poder saciar el hambre del labrador.
La palmera destila su alegría de la corteza del tronco solitario,
la vid produce agua ahora, de donde dará vino.
La yema túrgida que sale de una suave pelusilla de la corteza
del tronco del árbol, prepara el seno para dar su fruto.
El bosque, que durante el invierno ha rehusado la cabellera
de las hojas, renueva ya la frondosidad de sus copas.
La abeja, fabricadora del panal de miel, a partir de ahora, 
alejándose de la colmena y zumbando sobre las flores,
arrebata la miel con sus artejos.
Las aves vuelven al canto de nuevo, pues mostrándose a éste
más reacias, permanecieron mudas en el frío invierno.
A partir de ahora, el ruiseñor adapta los registros musicales
a sus flautas pastoriles, y se hace más dulce que el aura
con el eco de su melodía.
He aquí que la gracia del mundo que renace atestigua
que todos los dones han vuelto con su Señor;
pues a Cristo triunfante de los tristes infiernos,
en todas partes le aplauden: el bosque con sus hojas,
las praderas con sus flores.
Venciendo las leyes del infierno, la luz, el cielo, los campos
y el mar alaben debidamente a Dios.
He aquí que el Dios que había sido crucificado reina en todo,
y todas las criaturas suplican al Creador.
La movilidad del año y de los meses, la luz pura de los días, 
el esplendor de las horas y todo lo ruidoso aplaude.
De ahí que la selva te aplaude con su follaje,
y también el campo con sus espigas.
De ahí que en el ramaje resuena ahora para ti el gorjeo de las aves,
y en medio de ellas canta el gorrión con excesivo amor.
¡Oh Cristo, salud de los seres! ¡Oh buen Creador y Redentor!,
Hijo único del Padre divino, que procedes del corazón del padre
de manera inefable, Verbo subsistente y poderoso en boca del Padre.
Igual, concorde, socio, coeterno con el Padre.
Por este Príncipe tuvo comienzo el mundo.
Tú suspendes el aire, juntas los campos, llenas de agua los mares, 
y los vivientes terrestres mantienen su vigor bajo tu Providencia.
Tú viendo que el género humano estaba sumergido en el abismo,
para salvar al hombre, te hiciste hombre también.
Y no sólo quisiste nacer de nuestro cuerpo,
sino de una carne que sufrió nacer y morir...
Suelta las sombras, encadenadas de la cárcel del infierno, 
y lleva hacia arriba cuanto cae en el abismo.
Devuelve tu rostro, para que los siglos vean la luz:
Haz volver el día, que de nosotros huye cuando mueres Tú.
Pero regresando llenaste, ciertamente el cielo, oh piadoso vencedor...



Con este poema se inicia el Tercer tomo de los Sermones de Tiempo que contiene los que se predican desde el Domingo de Resurrección hasta la festividad del Sacratísimo Corpus Christi. Dedica el libro al Cardenal Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán, a quien describe afectuosamente como un alma desarraigada de las cosas terrenas, que se entrega por entero al amor de Dios, viviendo, militando y obedeciendo sólo a Él. A pesar de la lejanía no ha dejado de admirarle, reza siempre por él y piensa que dedicarle este libro es el mejor testimonio de la veneración que le tiene.

                                                                *****
POEMA EN LATÍN

SALVE, festa dies toto venerabili aevo, 
qua Deus infernum vicit, et astra tenet.
Tempora florigero rutilant distincta sereno, 
et maiori poli lumine porta patet.
Altius igni uomum solem coeli orbita ducit,
que vagus Oceanas exit, et intrat aquas
Armatus radii, elementa liuentia lustrans,
hac in nocte brevi tendit in orbe diem.
Splendida sincero producunt aethera vultu, 
laetitiamque suamsidera clara probant.
Terra ferax vario fundit munuscula cultu, 
cum bene vernarit, reddit et annus opes.
Mollia purpureum pingunt violaria campum,
prata virent herbis et micat herba comis.
Paulatim subeunt stellantia lumina florum,
floribus arrident gramina cuncta suis.
Semina deposito late seges exilit arvis,
spondeus agricolae vincere posse famem.
Caudice deserto lachrymat sua gaudia palmes:
unde merum tribuat dat modo vitis aquam.
Cortice de matris tenera lanugine surgens,
praeparat ad partum turgida gemma sinum.
Subque hyemis tempus foliorum crine refuso,
iam reparat viridans frondea texta nemus.
Constructura favos apis hinc alvearia linquens, 
floribus instrepitans poplite mella rapit.
Ad cantus revocatur avis, quae carmine clauso 
pigrior, hyberno frigore muta fuit.
Hinc philomela suis atemperat organa cannis,
fitque repercusso dulcior aura melo.
Ecce renascentis testatur gratia mundi,
omnia cum domino dona redisse suo.
Namque triumphanti post tristia tartara Christo, 
undique fronde nemus, gramina flore favent.
Legibus inferni oppressis, super astra meantem
laudent rite Deum lux, polus, arva, fretum.
Qui cricifixus erat, Deus ecce per omnia regnat.
Dantque creatori cuncta creata precem.
Mobilitas anni, mensum, lux alma dierum,
horarum splendor, stridula cuncta favent.
Hinc tibi sylva comis, plaudir quoque campus aristis:
hinc grates tacito palmite vitis agit.
Hinc tibi nunc avium resonant virgulta susutto,
has inter nimio passer amore canit.
Christe, salus rerum, bone Conditor atque Redemptor, 
unica progenies ex deitate patris:
irrecitabiliter manans de corde parentis,
Verbum subsistens et Patris ore potens.
Aequalis, concors, socius, cum Patre coaevux.
Quo sumpsit, mundus principe principium.
Aethera suspendis, sola congeris, aequora fundis,
quaequae locis habitant, quae moderata vigent.
Qui genus humanum cernens mersum esse profundo,
ut hominem eriperes, es quoque factus homo.
Nec nostro tantum voluisti e corpore nasci,
sed caro quae nasci pertulit atque mori,
funeris exequias patris novus autor et orbis, 
intra mortis iter dando salutis opem...
Solve catenatas inferni carceris umbras,
et revoca sursum quicquid ad ima ruit
Redde tuam faciem, videat ut secula lumen;
Redde diem, qui nos te moriente fugit.
Sed plane implesti remeans pie victor Olympum...


Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXXII, F U E, Madrid 2001 p. 18-23

Traducción de Donato González-Reviriego

jueves, 14 de abril de 2011

Fray Luis de Granada y los libros

A la sombra de la Universidad de Baeza, fundada por Juan de Ávila funcionó el novísimo arte tipográfico, produciendo unos librillos espirituales, que interesaron a los investigadores de la historia religiosa del siglo XVI. Los librillos se imprimían en formato menor, de bolsillo, y quizá en tiradas muy cortas.

Lo mismo ocurre en Évora, en la Universidad fundada por el Cardenal don Enrique, donde se encuentra fray Luis. Fray Luis descubre allí su vena de escritor, y estampa sus primeros opúsculos espirituales:

* Breve aparelho para recebir o Santísssimo Sacramento, de 1551
* Omelia do Sanctissimo Sacramento, impreso por Andrés de Burgos en Évora 1554
* Dos meditaciones para antes y después de la sagrada comunión, añadidas a Confesión de un pecador delante de Jesucristo de Constantino Ponce de la Fuente, mismo lugar e impresor en 1554
* Oraciones y ejercicios de devoción, cosidos con el Contemptus mundi en un volumen, igualmente en casa de Andrés de Burgos en 1555

En 1554, en la imprenta de Andrea de Portonaris en Salamanca aparece el mayor acontecimiento editorial que conoce el siglo XVI, la publicación del Libro de la Oración. Fray Álvaro Huerga nos recuerda que las razones de tan grandísimo éxito fueron dos, el hambre y la sed de Dios, y que el libro proporcionaba al lector pasto abundante, con el que saciarse: Oración es subir el alma sobre sí y sobre todo lo criado y juntarse con Dios, y engolfarse en aquel piélago de infinita suavidad y amor. El libro de tipos claros y fácil lectura traía un mensaje nuevo, hablaba no sólo a la inteligencia, sino también al corazón, sostiene Huerga en su Biografía de Fray Luis

A partir de esta fecha, fray Luis publica ininterrumpidamente hasta la fecha de su muerte, en los mejores impresores del siglo XVI, sean de Portugal, Madrid, Salamanca o Amberes. Se preocupa de que las ediciones salgan muy cuidadas, tanto por la letra, el papel, o la distribución. Fray Luis es un escritor de todos los tiempos, los impresores no dejan de publicar sus obras, su fama se extiende por Europa y todo el mundo conocido, constituyendo un gran éxito estas ediciones. Este intinerario continúa en Lisboa con las obras siguientes:

* Libro llamado Guía de Pecadores, impreso en Lisboa, en casa de Juan Blavio de Colonia, 1556
* Segunda parte del libro llamado Guía de pecadores, Lisboa, en Juan Blavio de Colonia, 1557
* Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios, llamado el pequeño, en Lisboa, Juan Blavio, 1557
* Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios, refundido en Lisboa, Juan Blavio, 1559
* Compendio de doctrina cristiana, editado en Lisboa por Juan Blavio 1559, al que le añade Trece sermones, la obra está escrita en portugués
* Tratado de la Oración, en Lisboa por Juan Blavio de Colonia, 1559
* Memorial de lo que debe hacer el Cristiano, Lisboa en casa de Juan Blavio, 1561
Tratado de algunas muy devotas oraciones para provocar el amor de Dios
Vita Christi
* Libro llamado Escala Espiritual, traducido del libro de Juan Clímaco, Lisboa, Juan Blavio, 1562
*Concio de officio et moribus episcoporum, Lisboa, en Francisco Correa, 1565
* Memorial de la vida cristiana, Lisboa, imprenta de Francisco Correa, 1565
 Segundo volumen del Memorial
* Libro de la Oración y meditación, en Salamanca, Andrea de Portonaris 1566
* Guía de pecadores (refundido), en Salamanca, Andrea Portonaris 1567
* Obras, en 10 vol., Amberes, Cristóbal Plantino, 1572
* Collectanea moralis philosophiae, in tres tomos distributa, en Lisboa, Francisco Correa, 1571
* Adiciones al Memorial de la vida cristiana, Salamanca, Matías Gast, 1574
* Recopilación breve del libro de la oración, Salamanca, Domingo Portonaris, 1574
* Perla preciosísima. Añadida y enmendada, Lisboa, Marcos Borges, 1575
* Primus tomus concionum de tempore, Lisboa, Juan Barrera, 1575 (colofón de 1573)
* Quinque de poenitentia conciones (colofón 1574)
* Secundus tomus concionum de tempore, Lisboa, Juan Barrera, 1575  (colofón 1574)
* Tertius tomus concionum de tempore, Lisboa, Antonio Ribeiro 1575 (colofón 1575)
* Ecclesiasticae Rhetoricae, sive de ratione concionandi, Lisboa, Antonio Ribeiro, 1576
* Conciones de sanctis, Salamanca, Herederos de Matías Gast, 1578
* Obras, ed. de fray Luis de Granada, Salamanca, Matías Gast, 1579
* Quartus tomus concionum de tempore, Salamanca, Herederos de Matías Gast, 1580
* Index locupletissimus omnium concionum, Salamanca, Herederos de Matías Gast, 1581
* Introducción del símbolo de la fe, Salamanca, Hered. de Matías Gast, 1583
* Compendio de la Introdución del símbolo de la fe, Salamanca, Herd. de Matías Gast, 1583
Breve tratado en que se declara de la manera que se podrá proponer la doctrina de nuestra santa fe y religión cristiana a los nuevos fieles,
* Silva locorum que frequenter in concionibus occurrere solent, Salamanca, Herd. de Matías Gast, 1585
* Doctrina espiritual, Lisboa, Manuel de Lira, 1587
* Vida del P. Maestro Juan de Ávila, y las partes que ha de tener un predicador del Evangelio, Madrid, Pedro Madrigal, 1588
 * Sermón en que se da aviso que en las caídas públicas..., Lisboa, Antonio Ribeiro, 1588

Fray Luis que cuidaba el lenguaje de sus libros, se ocupaba igualmente de que salieran dignamente y se pudieran conservar en el futuro. Las abundantes ediciones hechas en Salamanca sugieren que el concierto económico con Matías Gast y sus herederos era beneficioso para el escritor. En la Exposición icono-bibliográfica que se celebró en Granada en 1989, Antonio García del Moral recoge las ediciones, conocidas hasta la fecha, de los beneméritos libros del dominico.

En el Archivo Municipal de Cartagena, y en el Centro que tiene la UNED en la misma ciudad, expusimos en Diciembre del 2008 los libros que localizamos en las bibliotecas cercanas, como forma de aproximación al magisterio espiritual que el escritor había ejercido en España. Junto a ello, presentamos las Obras Completas, recién editada, para asombro del público asistente a unas Jornadas sobre Fray Luis. Constatamos la presencia de sus escritos en la mayoría de las bibliotecas, además de magníficas ediciones en el propio Archivo Municipal, en el Seminario diocesano, y en poder del conocido bibliófilo D. Tomás Tauste.

viernes, 8 de abril de 2011

Personajes en la vida de fray Luis de Granada

CATALINA DE ARAGÓN

A Don Gómez Suárez de Figueroa, Duque de Feria, Almeirín, 24 de enero de 1569
     Ilustrísimo Señor: Pax Christi
     Yo estaba deseoso de dar cuenta a Vuestra Señoría del estado en que estaban las cosas de estos Principes, en que V. S. tanto trabajó...
     Después de esto sucedió que el secretario se vio con el Cardenal y se quiso justificar y compurgar con él y ofrecerse a servirle. Y de ahí a pocos días, estando en consejo y preguntándole el Rey qué tenía de partido el visorey de la India, respondió el Cardenal que le parecía tener ocho mil ducados,  aunque no sabía lo cierto, pero que el secretario lo sabría. De estas cosas tomó el Rey ocasión para creer que el Cardenal estaba de la banda del secretario, y así se le quejó de esto, y también de todo lo hecho hasta allí: et quod gravius est, de esto y de otras conjeturas, y de las muchas hablas que le hacen estas personas que dije, vino a quejarse al Cardenal, diciendo que él y la Reina estaban ya hechos a una contra él, y otras cosas conformes a aquellos años. Mire V. S. hasta dónde han llegado con él: pero bástame ser V. S. a quien escribo. Estas quejas que tengo dichas no fueron en un tiempo, sino en diversos. (Cartas personales, p. 47)

CARDENAL INFANTE DON ENRIQUE

     Lisboa 1558
     Quisiera yo tener habilidad y tiempo para servir a Vuestra Alteza en este negocio: mas mientras nuestro Señor de otra cosa no provee, parecióme que podría aprovechar para el propósito este breve catecismo, que escribió un muy devoto y católico varón; el cual yo hice trasladar en lengua castellana al reverendo padre fray Juan de la Cruz (que para esto tiene especial gracia), con licencia de quitar lo que le pareciese menos suave, y añadir de otros autores (aunque esto fue pocas veces) lo que le pareciese necesario, para que con él pudiese Vuestra Alteza acudir a esta necesidad, mandándole leer en sus iglesias y donde más le pareciese necesario (Cartas literarias, p. 211)

FELIPE II

A Felipe II, Almeirín, 30 de enero 1580
     Católica Majestad:
     Ya que tomé atrevimiento para ofrecer a V. M. este tan pobre presente, también lo tomaré para ofrecerle con él mis pobres oraciones, aunque éste no es oficio nuevo, porque muchos años ha que lo hago, aunque pobre e indigno sacerdote, puesto que more en otros reinos, los cuales esperamos que presto sean de V. M., para que así como la fe con su favor se ha dilatado por las partes de Occidente, así se dilate por las de Oriente, y así lo que el demonio ha ganado en la desventurada Alemania, lo pierda en estos Nuevos Mundos que él hasta agora ha poseído.

Y no es de maravillar que todos hagan este mismo oficio, porque quien considerare que Dios escogió a V. M. en estos tiempos tan calamitosos para que fuese defensor de la república cristiana, columna de la fe, muro contra herejes y paganos, vara derecha de justicia, reformador de las religiones y ejemplo de virtudes, no tenga este cuidado de pedir a nuestro Señor conserve esta candela, que Él nos ha dado, por muchos años (Cartas personales, p. 56).

MARIA DE PORTUGAL
  
A la Serenísima Infanta Doña María, Lisboa 1561
     Tratado de algunas muy devotas oraciones, Lisboa 1561
     Como es tan conocida en estos reinos la cristiandad y religión de Vuestra Alteza, paresce que nadie le puede hacer mayor servicio que quien le ofresciere alguna cosa que sirva a su religión y devoción. Y porque entre todas las maneras de oraciones y devociones que hay, aquéllas son más aprobadas, que son tomadas de las palabras de la Escritura divina y de los dichos de los santos, tomé yo atrevimiento a servir a V. A. con ésta que de estas fuentes se ha cogido. La cual va repartida en ocho partes, conforme al número de las Horas canónicas que, contadas con las Laudes, hacen este número (Cartas literarias, p. 212).

REY DON SEBASTIÁN

De Don Juan de Borja a Zayas, Lisboa, septiembre 1573
     A la Reina (Doña Catalina) se le dijo la nueva (de la muerte de Doña Juana, madre del rey D. Sebastián) a los 16 de éste por fray Luis de Granada (Cartas alusivas, p. 332)

SAN JUAN DE RIBERA

A Don Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia, Lisboa, 10 septiembre 1582
     Reverendísmo y Ilustrisimo señor: Impetrata paterna benedictione.
     Agora se me ofreció enviar a V. S. estas nuevas de aquellos santos mártires de Inglaterra, de los cuales el embajador que allá está escribe a S. M. brevemente, mas un amigo de don Juan Idiáquez escribe más a la larga de la manera que el negocio pasó. 

     Es historia que ha sido para mí de gran consolación, y por eso no me pude contener que no diese parte a V. Revd.ma Señoría de este convite celestial. Porque no sé qué manjar haya más suave, ni cosa de más admiración y devoción, que ver la lealtad que estos santos sacerdotes guardaron para con su Creador, renovándonos en esto la memoria de los mártires antiguos y mostrándonos que no falta en estos miserables tiempos quien imite la constancia de los mártires de aquéllos. ¡Bendito sea nuestro Señor, que tal espíritu y tal fortaleza dio a la carne y a la sangre! (Cartas personales, p. 92)

SAN IGNACIO DE LOYOLA

Al  Padre Pedro de Ribadeneryra, Lisboa, 23 de junio 1584
     Cuanto toca al libro de V. P., confieso que no dije en la carta (de 23 de junio) todo lo que siento. El fruto de él era que el padre Ignacio no murió, sino que está tan vivo retrato de virtud en esas letras como si lo estuviera entre nosotros, y ahí lo tiene siempre vivo sus hijos para ver en él, no la carne y sangre, sino su espíritu y vida y ejemplos de virtudes (Cartas personales, p. 131)

SANTA TERESA DE JESÚS

De santa Teresa de Jesús, Beas (Jaén), fines mayo 1575
     La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra paternidad, amén.
     De las muchas personas que aman en el Señor a vuestra paternidad por haber escrito tan santa y provechosa doctrina y dan gracia a Su Majestad, y por haberle dado a vuestra paternidad para tan grande y universal bien de las almas, soy yo una.

     Y entiendo de mí que por ningún trabajo hubiera dejado de ver a quien tanto me consuela oír sus palabras, ni se sufriera conforme a mi estado y ser mujer (Cartas recibidas, p. 298).

Fray Luis de Granada, Epistolario Córdoba (Obras Completas, t. XIX, Madrid 1998)

miércoles, 6 de abril de 2011

La santidad de fray Luis de Granada

El Arzobispo de Granada don José Méndez Asensio, anunció el 26 de septiembre de 1988, que las diócesis de Lisboa y Granada conjuntamente iniciarían su proceso de beatificación el día 31 de diciembre, fecha conmemorativa del IV Centenario de su muerte. El propio fray Luis escribe sobre los santos, refiriéndose a sor María de la Visitación, con palabras que podríamos aplicarle a él mismo:

Y por esto no es cosa extraña criar Nuestro Señor personas tales que con sus méritos y oraciones detengan su ira y con el ejemplo de sus vidas despierten a los negligentes, y con la virtud de sus milagros sustenten su fe.

Muchas veces fray Luis cita a san Pablo en apoyo de su pensamiento, una de las citas que aparece con frecuencia en sus libros, es aquélla en que dice el Apóstol:

...verdad digo...que padezco una gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseaba yo mismo ser anatema de Cristo por la salud de mis hermanos, que son los hijos de Israel, deudos míos según la carne...

Y él mismo nos explica la clave de su pensamiento, ser anatema es:

...carecer por algún tiempo de todos los bienes y riquezas que esperaba de Cristo por sus trabajos...

Desiderio Díez de Triana, en la Suma de la vida cristiana, recopilación de los escritos de fray Luis en forma de Suma, observa que esta circunstancia se le cumple ya en la época de la censura de Melchor Cano, teólogo de la Orden de santo Domingo, que incluye las obras de fray Luis en el Índice o Catálogo de libros prohibidos de 1559, cuando afirma:

...a fray Luis este anatema le trajo sinsabores...

En el Congreso Internacional celebrado en Granada en 1988 sobre la importancia de su pensamiento, Manuel Uña Fernández, al recibir a los congresistas, comentaba:

Durante estos últimos días he tenido la sensación como si fray Luis, por medio del Congreso, fuera a crecer en su estatura humana, religiosa, de santo, de escritor espiritual, de predicador, de teólogo...

El propio investigador el profesor Álvaro Huerga recordaba a las palabras de santa Teresa, al solicitar de la diócesis de Granada el comienzo de su proceso de beatificación:

...fray Luis fue un don dado por Dios al mundo para bien universal de la Iglesia

Sermón en la Concepción de Nuestra Señora

Fray Luis, que era muy devoto de la Virgen y de los santos, les dedica varios sermones para ser leídos por los sacerdotes con dignidad y devoción.

El sermón lo escribió fray Luis en portugués, Movido por la falta de sermones en algunas iglesias añade 13 sermones al final del Compendio de la doctrina cristiana, para iluminar al cristiano, ignorante de su propia fe. Está dedicado a una de las grandes fiestas de la Virgen, la de su Concepción; y después de escribir muchas lindezas acerca de los misterios de la misma, que sirven para conmemorar ese día, continúa diciendo:

Y hay en esto dos cosas de grande admiración. La una es compadecerse toda esta perfección en una criatura de carne y sangre como nosotros. No es maravilla que un oficial haga más delicadas obras de oro y plata que de una masa de barro, porque la masa sufre toda esta ventaja y primor. No se espantan los hombres de ver un águila volar por cima de las nubes: mas espántanse de ver trepar un hombre con dos arrobas de hierro por cima de una cuerda. Quiero decir: no es maravilla que un ángel vuele más alto y sea adornado de todo género de virtudes y perfecciones, pues es substancia espiritual, que un alma que está cercada y vestida de carne: mas que un alma encerrada en un cuerpo sujeto a tantas miserias y cercado de tantos sentidos pase de vuelo sobre todos los ángeles en perfección, y sea más pura que las estrellas del cielo, esto es cosa de grande admiración. No es maravilla que ande limpia una dama que no tiene otro oficio que andar alrededor del estrado de la reina: mas aquélla que toda su vida anduviese sirviendo en una cocina entre los tizones y ollas, y que con todo eso a cabo de cincuenta o sesenta años de servicio saliese de allí más limpia que aquélla que está en el palacio real, esto sería cosa de mayor admiración.

Pues según esto, ¿no es cosa admirable ver el alma de esta Virgen encerrada en un cuerpo cercado de tantos sentidos, y que en tantos años de vida ninguno se le desmandase en un cabello: que nunca sus ojos se desmandasen en ver, nunca sus oídos en oír, nunca su paladar en gustar; que siendo tantas veces necesario comer, y beber, y dormir, y hablar, y negociar, y salir de  casa, y conversar con las criaturas, que llevase las cosas con tanto compás, que jamás se desmandase en una palabra, ni en un pensamiento, ni en un movimiento, ni en un afecto, ni en un bocado demasiado? ¿A quién no ponen en admiración este tan grande compás, esta tan perfecta igualdad y orden, y este concierto tan perpetuo como es el de los mismos cielos y de sus movimientos?.

Lo segundo de que nos debemos espantar es de ver con cuán pocos ejercicios llegó esta Virgen a tan alta perfección. El apóstol san Pablo discurría por el mundo, predicaba a los gentiles, disputaba con los judíos, escribía epístolas, hacía milagros y otras cosas semejantes. Mas la sacratísima Virgen no entendía en estas obras, porque la condición y estado de mujer no lo consentía. Sus principales ejercicios (después del servicio y crianza de su Hijo) eran espirituales, eran obras de vida contemplativa, aunque no faltaban cuando eran necesarias, las de vida activa.

Al terminar el Compendio de la doctrina cristiana destinado a ser leido los domingos como un Catecismo, decide añadir unos sermones que estuvieran relacionados con las tres pascuas del año, y con las fiestas de Cristo y de nuestra Señora, estos sermones contendrían muchas cosas devotas, que servirían de meditación a los cristianos.

El lector también puede aprovechar estos trabajos, dejando a un lado los libros de caballería profanos, para leer este libro de la caballería celestial, y así, triunfar con el Rey celestial después de haber militado a su lado en las batallas contra el mundo.

Fray Luis de Granada Trece Sermones Lisboa 1559; Obras Completas t. XXI , F.U.E. Madrid 1999

martes, 5 de abril de 2011

Los santos y Sor María de la Visitación

   Fray Luis se aplica a dar conocimiento de Dios por las obras de gracia, por medio las cuales se enciende en los corazones devotos la caridad y amor para con Dios, y el hombre confía en que recibirá los mismos favores que Nuestro Señor hace a sus amigos, los santos.

     En las historias de los hombres santos conocemos perfectamente la providencia que Dios tiene de sus hijos espirituales, pues una de las mayores obras de gracia es su santificación. Deseando mostrar las maravillas que hace Dios a sus santos, en vida y después de muertos, se fija en los modelos de su tiempo, unos ya glorificados por la Iglesia, y otros todavía en proceso. Escribe las Biografías de los hombres y mujeres que él conoció y trató, esperando que la Iglesia los considere santos, como el pueblo reclamaba.

    Singularmente, en el caso de sor María de la Visitación su fama se extendía a toda la cristiandad, pues muchos peregrinaban a Lisboa para conocerla y llevarse alguna reliquia de la sangre que manaba de sus llagas. El santo fraile asegurándose de la veracidad de sus testigos, toma por fiador al Santo Oficio que había certificado la autenticidad de las llagas. Cuando se descubre el engaño y supercherías de sor Visitación, la Vida de sor María de la Visitación que había escrito fray Luis, queda pendiente de su publicación, y pasa a primer plano el Sermón de las caídas públicas, donde salva la doctrina de la gracia para lo cual vino al mundo Nuestro Señor. El propio autor dice en la Vida:

    Costumbre fue de muchos insignes autores escribir las vidas de algunas personas notables que florecieron en sus tiempos, como lo hizo san Hierónimo, y san Gregorio en sus Diálogos, y Teodoreto en la Historia religiosa, y Paladio en la suya, y otros que sería largo de contar; y, si éstos no usaran de esta diligencia, careciera hoy la Iglesia de la edificación y fruto que de estas historias se recibe. Movíme por este ejemplo (aunque mi autoridad sea tan desigual), a escribir las vidas de algunas personas de gran virtud que en mi tiempo conocí y traté familiarmente, pareciéndome que, no lo haciendo, cometía hurto contra la sangre de Cristo (de la cual proceden todos estos bienes) y contra la gloria de Nuestro Señor cuyas obras y maravillas dijo el ángel Rafael a Tobías.

     Y no faltan en nuestros tiempos por la bondad y providencia de Nuestro Señor, en diversas partes de la cristiandad, algunas personas de notable santidad que han dado y pueden dar materia de escribir a los que tovieren celo de la gloria de Nuestro Señor y de sus siervos. Porque en la ciudad de Valencia han florecido agora dos grandes varones, uno de la orden de nuestro padre Santo Domingo, por nombre fray Luis Beltrán, y otro de la orden del glorioso padre san Francisco, por nombre Nicolás Factor, cuyas vidas ordenó Nuestro Señor que se escribiesen, y así se leen no sin mucho fruto y edificación de los fieles. 

     Y el mismo Señor, que honró a Valencia con estos dos santos varones, honró también a Lisboa con dos señaladas mujeres, una dominica, por nombre sor María de la Visitación, y otra de la tercera regla del glorioso padre san Francisco, por nombre Ana de las Llagas; y, lo que más es, a ambas señaló Nuestro Señor con las insignias de su sagrada pasión. Porque la dicha madre sor María de la Visitación tiene impresas en pies y manos y costado las señales de cinco llagas del Salvador, y la otra religiosa tiene encima del pecho esculpido a Cristo puesto en una cruz y el nombre de Jesús al lado, perfetísimamente fabricado de la misma carne, con letras grandes y bien figuradas, y esto de tal manera que, puesta una masa de cera blanda encima de este lugar, queda lo uno y lo otro figurado, como por autoridad del Santo Oficio se verificó...

      Para que no tropiecen aquí los que esto leyeren, diré de la manera que supe todo lo que aquí escribo. Porque primeramente el padre fray Pedro Romero que era su confesor (a quien ella como a su legítimo juez daría cuenta de los favores que de nuestro Señor recibía) me la daba también a mí y yo la asentaba por memoria para escribirla más de propósito en su lugar.  

     Después de esto el padre provincial de esta provincia mandó a esta virgen por obediencia escribiese por su mano todos los favores que de Nuestro Señor había recibido, lo cual ella mucho tiempo rehusó recelando que esta escritura se había de publicar; mas, todavía apretada por el perlado, hizo lo que le mandaban y así escribió un cuaderno de tres o cuatro pliegos de estas cosas, el cual después me entregó y las cosas de él puse en los lugares de esta historia, a que pertenecían.

     Después de esto, porque era muy penoso a esta virgen escribir por su mano, por razón de la llaga y clavo que en ella tiene, diose esta orden por el perlado: que ella diese cuenta a su confesor de estas cosas, el cual las escribe fielmente de la manera que las oyó a ella y, para ratificarse en lo escrito, las vuelve a leer esta virgen y ella borra cualquier palabra o cosa que desdiga lo que pasó.

Fray Luis de Granada Historia de sor María de la Visitación, Barcelona 1962 (Obras Completas, t. XVII, F.U.E.  Madrid 1998 p. 12-18)

lunes, 4 de abril de 2011

Noticia de un pez extraordinario aparecido en Portugal

Fray Luis es un escritor siempre atento a las novedades que traen los marinos que navegan por mares lejanos, y a las curiosidades que él mismo puede conocer. Todo, lo antiguo, lo nuevo, le sirve para el mismo fin, atraer la mirada del hombre a la contemplación del mundo natural, creado por Dios para su deleite y beneficio. Todo es argumento para convencer al entendimiento, así pues este mundo maravilloso es para el hombre un libro en el que leer la existencia, y la providencia de Dios.

Mas dejado esto aparte, referiré aquí la grandeza extraña de un pece que el año de mil y quinientos y setenta y cinco, a veinte y dos días de abril, vino a la playa de Peniche, el cual echó la mar en tierra ya muerto. Fue ésta una de las cosas grandes que se vieron, porque tenía cuarenta codos de largo, y el cuero por el lomo era prieto, y por la barriga blanco, y lo largo de la cola de punta a punta era de cinco codos, y de anchura tenía quince palmos. Era tan corpulento, que de una banda a otra apenas se veían dos hombres de grande estatura. Los ojos tenía cada uno un codo de largo. Y es de notar que la cabeza tenía levantada cuatro codos en alto, y la boca no la tenía en la cabeza, como los otros peces, sino en la barriga. Los colmillos era cada uno de ocho codos. Tenía también en la boca diez y seis dientes de cada banda, y cada diente tenía medio codo en redondo, y de un diente a otro había un palmo de anchura. La figura de él quise poner aquí, la cual se trajo al rey Don Enrique que es en gloria.



En la fábrica de este pece se debe notar el artificio de la divina Providencia, porque la cabeza levantó en alto para que estuviesen los ojos en ella como en una atalaya, para ver los peces de que esta bestia se había de mantener. Y porque la distancia de la cabeza al agua era grande, proveyó que la boca estuviese en lo bajo, para estar más cerca y más a punto de pescar lo que los ojos desde su atalaya le descubriesen.

La precisión con que describe el pez, tiene más de científica que de literaria, incluso aporta el dibujo para confirmar la veracidad de su relato. ¡Cuántas narraciones, cuántos ejemplos, cuántas imágenes y comparaciones adornan su prosa!. Su contribución a la cultura española es impagable; como dice Laín Entralgo, cuando profundiza en el significado de la Primera Parte de la Introducción del Simbolo de la fe:

Fray  Luis de Granada es una de las almas españolas más luminosas del siglo XVI, y por lo tanto más iluminadoras de lo que fue nuestro instante supremo. (La Antropología en la obra de Fray Luis de Granada, C.S.I.C., Madrid 1988, p. 10)

Fray Luis de Granada Introducción del Símbolo de la fe 1583 ( t. IX, F.U.E. Madrid 1996, p. 201)

La caza y los perros en la Introducción del Símbolo de la fe

Fray Luis como amante y observador de los animales, anima al cristiano con estos dulces bocados tomados de la vida cotidiana, a agradecer al Creador sus dones y regalos. Describe, magistralmente, una de las actividades más frecuentadas por caballeros e hidalgos de la España del s. XVI, como vemos en los retratos y escenas de caza de nuestros pintores renacentistas.

Sirve también para el mantenimiento, no sólo de las aves de rapiña sino mucho más de los hombres, la caza. Por dónde aquel santo Patriarca quería más a su hijo Esaú que  a Jacob, porque comía de la caza que él le traía. Y así, queriendo darle su bendición, le mandó que tomase su arco y su aljaba, y fuese a cazar, y de lo que matase, le hiciese una comida al modo que el mozo sabía, para que acabando de comer le diese su bendición.

Pues para esta caza sirven grandemente muchas diferencias de perros, que el Criador para esto crió, sin que los cazadores le den por eso muchas gracias. Mas así como hay muchas diferencias de cazar, así las hay también de perros. Porque hay lebreles de hermosos cuerpos y generosos corazones, que acometen a las fieras, hay galgos no menos hermosos y ligeros, que siguen a las liebres, hay otros más viles, que toman conejos, hay mastines, que sirven para la guarda de los ganados, hay sabuesos, que con la viveza de su olor descubren las fieras, y las hallan después de heridas, hay perdigueros, que con el mismo olor hallan las perdices de tal manera que no les falta más que mostrallas con la mano, hay perros de agua, que nadando entran por las lagunas a sacar el ave que heristes, y os la traen en la mano. 

Pues todas estas especies de animales formó el Criador con estas habilidades, para ayuda del mantenimiento de los hombres, demás de las aves de rapiña, que también le sirven para esto. Porque ya que crió la caza para mantenimiento del hombre, también había de proveer de instrumentos con que la pudiese cazar.

La cita ha sido tomada de la Primera Parte. Esta Parte, que llamamos Libro de la Naturaleza, consagra al escritor como maestro de estilo, creador de la lengua castellana, que estaba en formación, y teólogo de la vida natural, plenamente renacentista. Estas escenas, recreadas admirablemente, nos transportan a la época del Padre Granada, y constituyen un documento veraz para acercarnos a los pueblos y ciudades de Andalucía, Castilla, y Portugal, que él recorrió, a pie o en cabalgadura.

Fray Luis de Granada Introducción del Símbolo de la fe, 1583 ( t. IX, F.U.E. Madrid 1996, p. 144)