lunes, 23 de abril de 2012

Una anécdota de san Juan de Ávila


El Maestro Juan de Ávila se retiraba a Escalaceli cuando sus ocupaciones se lo permitían, a templar su espíritu. Compartía con fray Luis y con la comunidad el rezo litúrgico y la frugal pitanza. En Escalaceli sitúo yo el episodio anecdótico que fray Luis cuenta:

Acaeció una vez estando cenando en un monasterio nuestro, que le pusieron un cierto manjar, y junto con él unas sardinas que él holgara de comer acabado el primer plato; mas un niño que servía a la mesa, inorantemente levantó ese plato. Acudió entonces el padre con su acostumbrada mansedumbre, diciéndole: "sea así como vos queréis". Esta palabra tan simple da bien en qué filosofar; porque declara cuán resignado estaba este padre y cuán sin voluntad, y tan ajeno de tener querer y no querer; pues no se atrevió a decir a un niño "deja el plato". Porque a ser hombre el que servía, no me maravillara tanto de no querer él dar nota de que teníia apetito de algo; mas guardar esta moderación con un niño esto es lo que más me admira.

Aunque no precisa el convento donde ocurrió este lance, y otros más que refiere, es seguro que san Juan de Ávila fue huésped de fray Luis en Escalaceli. La amistad espiritual que los une es cada día más fuerte, y los eslabones cronológicos y la soldadura real obligan a poner Escalaceli como escenario de fondo...con Ávila y fray Luis en serena contemplación, o en animado coloquio espiritual.


Álvaro Huerga, Fray Luis de Granada, B.A.C. Madrid 1988. p. 50
Fray Luis de Granada, Obras Completas, Biografías, t. XVI, F.U.E. Madrid 1997, p.75

viernes, 20 de abril de 2012

Fray Luis de Granada biógrafo de Juan de Ávila

Mª. Luisa Alarcón, colaboradora en los Índices de la Obra Completa de fray Luis, entresaca de su producción numerosa, siete vidas de santos variadas y magníficas: san Juan de Ávila, el Cardenal Don Enrique I de Avis, fray Bartolomá de los Mártires, sor Ana de la Concepción, doña Elvira de Mendoza, Melicia Hernández, y sor Mª de la Visitación.

Son contemporáneos suyos, a los que conoce y ha tratado, modelos de santidad para todo cristiano, según los Concilios y como diversos Papas del siglo XX y XXI han ratificado.

Estas biografías nos proponen modelos de diversos niveles sociales, sin discriminar hombres o mujeres, personas que desempeñaron distintas profesiones en su vida terrenal. Esta variedad es intencionada en el escritor que redacta las vidas de un arzobispo, un cardenal-rey, un sacerdote, una mujer casada, dos monjas y una sirvienta, los cuales se esforzaron por vivir el Evangelio y, con la ayuda de la gracia, lucharon en la perfección por amor a Dios.

Fray Luis escribe la biografía de san Juan de Ávila a ruegos de sus discípulos. Se reconoce insuficiente para escribir la vida de un hombre sobrenatural y todo divino, ofreciendo la obra a san Juan de Ribera, entonces arzobispo de Valencia:  
Por algunas personas devotas, que conocieron al padre Maestro Juan de Ávila y se aprovecharon de su doctrina, he sido muchas veces importunado, quisiese escribir algo de su vida, como persona que lo trató y conversó mucho tiempo. Y con ser esta petición muy justa, y entender yo que resultaría de aquí mucha edificación a sus devotos, todavía me pareció cosa que sobrepujaba a la facultad de mis fuerzas. Porque, después que me puse a considerar con atención la alteza de sus virtudes, parecióme cierto que ninguno podría competentemente escribir su vida, sino quien tuviese el mismo espíritu que él tuvo. Porque sus virtudes son tan altas que claramente confieso que las pierdo de vista; y como me hallo insuficiente para alcanzarlas, así también para escribirlas. Mayormente que para esto tengo que desviar los ojos de las comunes virtudes que agora vemos en nuestros tiempos, y subir a otra clase más alta de otros nuevos hombres, en quien por estar la carne muy mortificada, reina el espíritu de Dios más enteramente; el cual hace los hombres semejantes a sí, y diferentes de los otros que de la alteza de este espíritu carecen...Porque vi en él una profundísima humildad, una encendidísima caridad, una sed insaciable de salvación de las ánimas, un estudio continuo y trabajo para adquirirlas, con otras virtudes suyas que adelante se verán.
El profesor Álvaro Huerga, coordinador de la Obra Completa de fray Luis, recoge en dos volúmenes las siete biografías; la que nos ocupa, reproduce la "editio princeps" estampada en Madrid por Pedro Madrigal en 1588, y destinada a encabezar la edición de las obras de Juan de Ávila. Fray Luis acepta el encargo de escribirla, reúne la documentación, y redacta esta vida, describiendo en un retrato vivo y perenne a este sacerdote, director de almas, catequista  y predicador del evangelio.

Mª Luisa Alarcón, Biografías de Fray Luis de Granada, art. en Fray Luis de Granada, un escritor contemporáneo, ed. del Orto, Madrid 2009, p. 65-70

Álvaro Huerga Obras Completas, Biografías t. XVI-XVII pp. 9ss., F.U.E. Madrid, 1997

jueves, 19 de abril de 2012

Juan de Ávila maestro de fray Luis de Granada

El 6 de febrero de 1538 acordó el cabildo eclesiástico encomendar a Fray Luis que predique la cuaresma que viene...

Nada más aceptar el honroso encargo, fray Luis escribió al Maestro Ávila comunicándole la nueva y pidiéndole normas para cumplirlo lo mejor posible. Como la contestación tardaba, volvió, impaciente, a la súplica.

Si el Maestro Ávila demoró algunos días en responderle, la tardanza se debía no a descuido, sino a la extensión de la respuesta: un maravillosos tratado sobre qué es un predicador y cómo debe predicar. La lección aumenta de precio por haberla dado en medio de mil ocupaciones, tomando y dejando la pluma.

El texto de la lección es conocido, pues se publicó encabezando el Epistolario de Ávila. De ahí el mote de primera carta. En cuanto a la profundidad doctrinal y vibración personal es también la primera. Es tan importante esa primera carta en sí y en la vida de fray Luis que no podemos excusar de releerla y analizarla...

El contenido, puede reducirse esquemáticamente a cuatro núcleos teológico-experimentales: 1) el predicador desempeña un oficio vicario o ministerial análogo al de la Virgen soberana; 2) ese oficio ministerial o vicario asocia al hombre a la obra de la redención; 3) en el engendrar hijos por la palabra, el predicador debe sentirse hijo de Dios  y padre de los hijos de Dios; 4) en fin, el predicador debe cuidar esos hijos con total desprendimiento, con entrañas de padre, con abnegación de siervo:

Y si esta agonía se pasa en engendrar, ¿qué piensa, padre, que se pasa en los criar? ¿Quién contará el callar que es menester para los niños, que de cada cosita se quejan, el mirar no nazca envidia por ver otro más amado, o que parece serlo, que ellos?. ¿El cuidado en darles de comer, aunque sea quitándose el padre el bocado de la boca, y aun dejar de estar entre los coros angelicales por descender a dar sopitas al niño?. Es menester estar siempre templado, porque no halle el niño alguna respuesta menos amorosa. Y está algunas veces el corazón del padre atormentado con mil cuidados, y ternía por gran descanso soltar las riendas de su tristeza y hartarse de llorar, y si viene el hijito, ha de jugar con él y reír, como si ninguna otra cosa tuviese que hacer...¡Qué oración tan continua y valerosa es menester para con Dios, rogando por ellos porque no se mueran! Porque si se mueren, créame, padre, que no hay dolor que a éste se iguale.

La primera carta marca al predicador fray Luis para todo el resto de su vida. Tardó poco en asimilarla y, en adelante no se le borrará de la mente, como no se le borra la imagen de Ávila, que tan al vivo encarnó ese idearium del predicador evangélico

Álvaro Huerga, Fray Luis de Granada, B.A.C. Madrid, 1988  p. 52-9


Juan de Ávila y fray Luis de Granada

Oteando el futuro desde el Arenal de Sevilla, mientras los navíos se van por el Guadalquivir, ¿podríamos pensar que fray Luis y Ávila se conocieron en Sevilla?. Más aún: ¿que allí decidió Ávila a propuesta de fray Luis, probar fortuna apostólica en la diócesis cordobesa?

Ávila frecuentaba a los dominicos, y buscaba amparo en ellos. En 1527 se alistó en la leva de fray Julián Garcés: no obtuvo el pase. En 1534 está "descolgado", sin oficio ni beneficio, sin incardinación y, para colmo, con un proceso inquisitorial a cuestas; ha salido absuelto, sí, mas alguna nota siempre queda; lo mejor cambiar de morada. El numeroso grupo de Betanzos no podía pasar inadvertido a Juan de Ávila. Ni tampoco el "fracaso" de fray Luis. Uno y otro, por distintos caminos, llegaron a Sevilla; la suerte no les acompañó; los unirá el espíritu, la frustración, el común temple apostólico. Ávila es un predicador cuajado; fray Luis un predicador en ciernes...

Fray Luis y Ávila, permítaseme la no infundada hipótesis, se pusieron en camino Guadalquivir arriba, no hacia el mar, sino tierra adentro. Hacia Córdoba. Ávila tenía buenas amistades en Écija. Esas amistades serán pronto compartidas con fray Luis. Los dominicos de Sevilla le abrieron a Ávila, un sacerdote manchego "descolgado", caminos de predicación. Los dominicos de Sevilla pudieron muy bien, a raíz de su salida de la cárcel inquisitorial, orientarlo a Córdoba, cuyo obispo era un dominico de noble prosapia y de magnánimo, acogedor espíritu: fray Juan Álvarez de Toledo. Ávila, sacerdote vago -es decir, sin diócesis-, se incardinará en la de Córdoba, será, a no tardar mucho, clérigo cordobés e íntimo amigo de fray Luis.

Álvaro Huerga Teruelo, Fray Luis de Granada B.A.C. Madrid 1988, p.45-6