viernes, 28 de diciembre de 2012

A los judíos de España y Portugal II


         Para lo cual es de notar que, queriendo Dios representar el estado en que había de quedar su pueblo si no recebía al Salvador, que era ni servir a Dios, ni tampoco a los ídolos, como antes lo había hecho, mandó al profeta Oseas que pusiese su afición en una mujer muy querida de un amigo, pero con todo eso adúltera, ‘para que con esta manera de casamiento representes a los hijos de Israel el amor que yo les tengo’, y, con todo eso, ellos, como mujer adúltera, ponen sus ojos en los dioses ajenos. Yo, dice el profeta, hice lo que el Señor me mandó, y di en dote a esta mujer quince dineros de plata y ciertas medidas de cebada, y díjele: Muchos días me esperarás: no fornicarás, ni tampoco estarás con tu marido, y yo también te esperaré[1]. Ésta es la semejanza de lo que Dios quería representar. Tras de esto añade luego el profeta lo que esta manera de casamiento significaba, diciendo: Porque muchos días se pasarán, en los cuales los hijos de Israel estarán sin rey, y sin príncipe, y sin sacrificio, y sin altar, y sin vestiduras sacerdotales, y sin ídolos. Y después de esto se convertirán, y buscarán a su Señor Dios y a David su rey, y reverenciarán el nombre del Señor y su bondad, y este será en el fin de los días[2]. Hasta aquí son palabras de Dios por su profeta, las cuales no podrán dejar de poner admiración a quien considerare cómo este profeta, dos mil años antes, debujó la manera del estado en que agora vemos todos a este pueblo, con tan claras palabras como si de presente lo viera con sus ojos. Porque ¿quién no ve pasar esto a la letra después de la destruición de Hierusalem y de aquel reino, pues ni tienen rey, ni príncipe, ni sacrificios, ni altar, ni vestiduras sacerdotales, ni tampoco ídolos?. Y es mucho para notar lo que dice el profeta a esta mujer: No fornicarás ni estarás con tu marido[3]. Porque en todo este tiempo este pueblo ni ha fornicado, adorando los ídolos, como lo hacía antes, ni tampoco está con su marido, que es Dios, pues no está en su amor y gracia: y no lo está, pues no ha querido recibir a su rey David, que es nuestro Salvador, a quien él mandó que recibiesen y obedeciesen, so pena de su castigo y indignación.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XII, F.U.E. Madrid 1996, p. 186



[1] Os 3, 1-3
[2] Os 3, 4-4
[3] Os 3, 3

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