sábado, 30 de marzo de 2013

El velo del templo se rasgó II


Tampoco faltan aquí motivos para confirmarnos en la fe, porque tal es, y tan fundada, la verdad de nuestra fe, que no sólo las excelencias que de ella referimos en la segunda parte de este Sumario la testifican, sino también en esa misma pasión, de que los infieles más se escandalizan, se verá claro que este Señor que padecía, no era solo hombre, sino más que hombre, lo cual al fin de este capítulo se declara. Porque cónstanos primeramente que el Salvador sabía lo que Judas había tramado[1], y cómo luego había de venir sobre él el ejército de sus enemigos. Vemos, pues, lo que él hizo en esta sazón, y para esto consideremos lo que hace cualquier hombre cuando sabe que le viene la justicia a prender. ¡Qué temores! ¡Qué sobresaltos! ¡Qué congojas! ¡Qué turbación de rostro y de palabras! ¡Qué apresuramiento en huir y buscar todos los escondrijos y medios para escapar, hasta saltar por las ventanas y por los tejados para huir del peligro! Mas ¿qué hizo en este tiempo el bendito Jesús? No sólo no se turbó, ni se escondió, ni huyó, sino antes estuvo tan de espacio con sus discípulos, lavándoles los pies, cenando con ellos el cordero, ordenando el Santísimo Sacramento, consolándolos por su partida en un largo y divino sermón, y denunciándoles cómo aquella noche todos ellos se habrían de escandalizar, diciendo a sant Pedro que tres veces le había de negar, y el tiempo de la negación[2]. De modo que estuvo tan lejos de huir de aquel peligro, que él mismo, como dice Isaías[3], voluntariamente se ofresció a él, y salió a recibir a sus enemigos[4]. Mas en el proceso y entre las acusaciones y falsos testimonios de sus contrarios, ni se disculpó, ni se quejó, ni pidió plazo para mostrar su inocencia, ni desmintió a sus acusadores, ni apeló para el César, ni pidió peticiones a Dios contra tan grandes falsedades, mas antes, como quien voluntariamente se ofrescía a la muerte, guardó un tan gran silencio, que puso en admiración al mismo juez que lo condenó[5]. Y según lo que profetizó Isaías[6], como un cordero delante del que le tresquila, así enmudesció y no abrió su boca. Mas callando él, hablaron y dieron tan altas voces las criaturas, que sonaron por todo el mundo, porque el sol y la luna y todas las estrellas se oscurecieron, la tierra tembló, las piedras se partieron, los sepulcros se abrieron, y los muertos después resuscitaron, y el velo del templo se rasgó[7].Las cuales cosas fueron tan claro testimonio de su gloria, que todos los que presentes estaban, herían sus pechos y se convertían, conociendo su pecado[8].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XI, F.U.E. Madrid 1996, p. 178





[1] Cf. Jn 13, 21-27
[2] Cf. Mc 14, 27-30
[3] Cf. Is 53, 7
[4]  Cf. Jn 18, 4-8
[5] Cf Mc 15, 4-5
[6] Cf. 53, 7
[7] Cf. Mt 27, 51-53
[8] Cf. Lc 23, 48

El velo del templo se rasgó I

Y puesto ya en medio de sus enemigos, ¡qué paciencia mostró en tantos tormentos, qué silencio entre tantas falsas acusaciones, qué mansedumbre entre tantas injusticias, qué gravedad en las respuestas, y qué semblante y mesura en presencia de tan injustos jueces y tribunales! Ni son menos de notar las palabras que habló estando en la cruz[1], tan dignas de quien él era, haciendo oración por aquellos mismos que lo crucificaban y actualmente lo blasfemaban, y ofreciendo el paraíso al buen ladrón, y encomendando la piadosa madre al amado discípulo, y el espíritu en las manos de su Padre, acabando la obra de tan grande obediencia. Todas estas cosas manifiestamente daban testimonio de su inocencia y de la dignidad de su persona; mas mucho más lo dio al  tiempo de la pasión el sentimiento del mundo, la alteración de los elementos, el oscurecerse los cielos, el temblar de la tierra, el quebrantarse de las piedras, el abrirse los sepulcros, el resucitar los muertos, y romperse el velo del templo[2], que de aquella santa humanidad era figura, y así convenía que se rasgase cuando ella padecía, porque tal sentimiento era razón que hiciese el mundo cuando moría en cruz el Criador del mundo.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XI, F.U.E. Madrid 1996, p. 238



[1] Cf. Lc 23, 34, 42-43, 46; Jn 19, 27, 30
[2] Mt 27, 51-53

jueves, 28 de marzo de 2013

Obras Completas: Temas

                                    

            Colección Fray Luis de Granada (UNED, fot. Manuel Roca)


                 TOMOS
Amor de Dios
VII
Biografías
XVI, XVII
Doctrina cristiana
XX, XXI
Doctrina espiritual
XIV
Epístolas
XIX
Guía de pecadores
II, VI
Introducción del símbolo de la fe
IX, X, XI, XII, XIII
Lugares comunes para la predicación
XLVIII, XLIX, L, LI
Modo  de catequizar
XIII
Oración y meditación
I, III
Recopilación de Filosofía Moral
XLV, XLVI, XLVII
Retórica Eclesiástica
XII, XIII
Sermones de santos
XXXIX, XL, XLI, XLII, XLIII, XLIV
Sermones de tiempo
XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, XXX, XXXI, XXXII, XXXIII, XXXIV, XXXV, XXXVI, XXXVII, XXXVIIII
Sermones para las fiestas
XXI
Traducciones
XVIII
Tratados
XV
Vida cristiana
IV, V
Vida de Jesucristo
VIII

martes, 26 de marzo de 2013

Guía de Pecadores (texto definitivo) II


LIBROS

Fray Luis de Granada es considerado con toda justicia[1], uno de los más altos prosistas de la lengua española; es, plenamente, lo que todos entendemos por un clásico no sólo de la literatura en lengua española, sino de la espiritualidad. Homo legens publica ahora su Guía de pecadores, en edición y notas de Ignacio Arellano, catedrático de la Universidad de Navarra. Fray Luis de Granada destaca en el desarrollo de la ascética y la mística del siglo XVI. La mística constituye la cima de la vida espiritual y requiere un entrenamiento, una serie de prácticas y ejercicios que permitan alcanzarla: a esto lo llamamos ascética. Esta guía de pecadores va recorriendo los distintos aspectos de la virtud y del vicio; enseña a practicar la virtud y a escapar de los vicios; y lo hace sirviéndose de ejemplos, mostrando los efectos y las consecuencias, los sosiegos e inquietudes, para convencer y persuadir al lector y mover su ánimo hacia la virtud, aportando los remedios más oportunos para enfrentarse a los pecados. Fray Luis de Granada, en pleno siglo XVI, se consagra, especialmente en esta obra, como uno de los directores espirituales del Siglo de Oro español. Se conocen dos versiones  de la Guía de pecadores: la primera sale en Lisboa en 1556-57; es un texto relativamente breve que Fray Luis había ideado como apéndice para su Libro de la oración. Está concebida como un complejo de textos doctrinales, a la manera de un manual de conducta cristiana.
La segunda Guía que está reeditada por Homo Legens, aparece en Salamanca en 1567 y, como el propio autor reconoce, ‘responde a la regla de vida cristiana’. Pocos servicios mejores que éste pueden hacerse, en esta hora, tanto a la literatura como a la espiritualidad cristiana.




[1] Tomado de ALFA Y OMEGA , 17 de marzo de 2013

lunes, 25 de marzo de 2013

Padre, perdónalos

XIV

La pasión de Cristo

         Aunque nos podría socorrer también no muriendo, quiso, sin embargo, auxiliar a los hombres muriendo, pues evidentemente menos nos habría amado, y no nos mostraría la fuerza de su amor, si esto que quitó de nosotros, al tiempo Él mismo no lo soportara (S. GREGORIO MAGNO, Moralium, XX, 36: PL 76,179).

         Tanto más dignamente Dios ha de ser honrado por los hombres, cuanto cosas indignas soportó por los hombres (Id.. Homiliae in evangelia, I, 6,1: PL 76,1096).

         Pues Pablo ni buscaba la gloria del mundo, ni él mismo era buscado por la gloria del mundo; y se gloriaba de que él había sido crucificado por el mundo, y que el mundo había sido crucificado para él (Id. Moralium, V, 3: PL 75,681).

         De tormento se dice cruz, y de dos modos llevamos a cuestas la cruz del Señor, cuando o bien mediante la abstinencia mortificamos la carne, o bien mediante la compasión hacia el prójimo, consideramos nuestra su necesidad (Id. In evang., homilía II, 38, 15: PL 6, 1277).

         Con los vicios y las concupiscencias crucificamos la carne; de tal modo debemos templar la gula, que ya nada busquemos de la gloria del mundo. Pues el que mortifica el cuerpo, pero siente ansia de honores, aplicó la cruz a la carne, pero vive peor para el mundo por la concupiscencia (Id. Moralium VIII, 44: PL 75, 846).

         Mira las heridas del que pende, la sangre del que muere, el precio del que redime, las cicatrices del que resucita. Tiene la cabeza inclinada para besar, el corazón abierto para amar, los brazos extendidos para abrazar, todo el cuerpo expuesto para redimir. Pensad cuán grandes son estas cosas, sopesad estas cosas en la balanza de vuestro corazón, para que todo entero se os clave en el corazón Él, que todo entero por nosotros fue clavado en la cruz ( S. AGUSTÍN, De sancta virginitate, 54-55: PL 40, 428).

     Grande es tu miseria, soberbio hombre, pero mayor tu misericordia, humilde Dios (Id. De catechizandis rudibus IV, 8: PL 40, 316).

         Toda la creación se compadece de Cristo al morir. El Sol se oscurece, la tierra se mueve, las piedras se escinden, el velo del templo se rasga, los sepulcros se abren; sólo el hombre mísero, por quien solamente Cristo padece, no se compadece (S. JERÓNIMO, In Mt., : PL 26).

         El autor de la piedad mientras pendía en la cruz estableció su testamento, distribuyendo a cada uno las obras de la piedad: a los apóstoles la persecución, a los judíos su cuerpo, al Padre su espíritu, a la Virgen el paraninfo, al ladrón el paraíso, al pecador el infierno, a los cristianos penitentes la cruz (S. AMBROSIO, Sermones: PL 17, 825s).

         Yo, hermanos, desde el principio de mi conversión, en lugar de un acervo de méritos, que sabía que me faltaban, procuré reunir este manojo, y colocarlo entre mis riquezas, recogido de todas las angustias y amarguras de mi Señor. En primer lugar evidentemente aquellas necesidades infantiles; luego los sufrimientos que soportó al predicar, de las fatigas al correr de un sitio a otro, de las vigilias al orar, de las tentaciones al ayunar, de las lágrimas al compadecerse, de las insidias al hablar; finalmente, de los peligros con los falsos hermanos, de los gritos, de los esputos, de los puñetazos, de las burlas, de los reproches, de los clavos y de cosas similares a éstas (S. BERNARDO, In Cantica, sermo XLIII, 3: PL 183, 994).

         Tengo sed[1] –dice el Señor-, Señor, ¿de qué tienes sed? ¿Entonces en verdad te atormenta más la sed que la cruz? ¿Por la cruz callas, y por la sed clamas? Tengo sed. ¿De qué? De vuestra fe, de vuestra salvación, de vuestro gozo, más me atenaza el sufrimiento de vuestras almas, que el de mi cuerpo (Id.).

         En la pasión del Señor conviene ver tres cosas especialmente: el hecho, el modo, la causa. Pues en el hecho ciertamente se resalta la paciencia, en el modo la humildad, en la causa la caridad (Id. De passione Domini, sermo 2: PL 183, 263).

       Ve ahora las obras del Señor, los prodigios que puso sobre la tierra; herido por los flagelos, coronado de espinas, atravesado por clavos, sujeto al patíbulo, colmado de oprobios; sin embargo, olvidándose de todos los dolores, dice: Padre, perdónalos[2] (Id. sermo 8: PL 183, 267).

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLVIII, F.U.E. Madrid 2005, p. 148-151

Transcripción, traducción y notas de José Jaime Peláez Berbell



[1] Jn 19, 28
[2] Lc 23, 34

Porque no saben lo que hacen III


Si eres colérico e iracundo y por cualquier cosa dices palabras injuriosas, ruégote que mires al Hijo de Dios entre tantas injurias tan injustamente sufridas no de hombres extraños, mas de los mismos suyos, a los cuales tenía hecho muchas mercedes, y se las hacía al mismo tiempo en que de ellos era injuriado. Óyele, ruégote, aquellas dulces palabras cuando sus llagas aún destilaban sangre: Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen[1]. Y ciertamente no le queda un miembro sano sino sola la lengua, y aun esa seca y abrasada con la sed. ¡Oh cuán ligeramente sufrirías las injurias por tal ejemplo y volverías bien por mal como Él hizo, si de verdad lo imprimieses en tu corazón!.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XX, F.U.E. Madrid 1998, p. 448-9

Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro
Traducción al español de Justo Cuervo




[1] Lc 23, 34 y 46

Porque no saben lo que hacen II

Y si todo esto no basta para doblar tu corazón, al menos considera el ejemplo de aquel Señor que estando en la cruz extendido en aquel madero, atravesado con clavos, coronado con espinas, abiertas las espaldas con azotes y hecho un piélago de dolores, y a todo esto la madre inocentísima presente, la primera palabra que habló, la primera voz que aquel tan cansado pecho arrancó, fue: Padre, perdona a éstos, que no saben lo que hacen[1].
Pues ¿qué mayor desconocimiento, qué mayor ingratitud que dejar pasar en vano un tal ejemplo de amor y de perdón como éste, y hacer que sea sin fruto para nosotros lo que Dios tan encarecidamente con su ejemplo nos encomendó?
Esto es, hermano mío, lo que has de considerar en tus injurias, y así se te harán tan dulces que vengas a hallar miel en la boca del león[2], que es, en la mala obra de tu contrario, y así de lo que comía saldrá manjar y fuerte dulcedumbre; de manera que lo que tomado por una parte te daba tormento, tomado por ésta te dará refrigerio.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XX, F.U.E. Madrid 1998, p. 280-1

Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro
Traducción al español de Justo Cuervo



[1] Lc 23, 34
[2] Cf. Jc 14, 18

domingo, 24 de marzo de 2013

Porque no saben lo que hacen I

Supuesto este fundamento, procede la fuerza de esta consideración como este padre (Juan de Ávila) la escribió a un señor exhortándole al dolor y arrepentimiento de los pecados, por estas palabras:

Y si v. s. pregunta : ¿qué pensaré para que me de gana de llorar por mis pecados?, dígole yo que lo principal sea que, por lo que él hizo, mataron a su Padre, que es Cristo. No sé yo qué hijo habría que, por una cosa que hubiese hecho, viniese tanto mal a su padre que le quitasen la hacienda y la casa y la ropa, dejándole desnudo en camisa, y después le deshonrasen y disfamasen con extremo abatimiento, y no parase en esto el negocio, mas le azotasen y atormentasen y después matasen, y todo esto por lo que el hijo hizo. No sería el hijo tan malo, por malo que fuese, que no le apenase en el corazón lo que había hecho, pues pudiera ligeramente excusar donde tanto mal le vino a su padre.
Dígame, señor, ¿quién empobreció a Cristo? ¿Quién lo deshonró? ¿Quién lo azotó? ¿Quién lo coronó y crucificó? ¿Por ventura hízolo otro que nuestro pecado? Yo le afligí y entristecí con mis malos placeres, yo le deshonré por ensalzarme malamente; los deleites que yo en mi cuerpo tomé, pararon tal a Él su cuerpo atado a una columna; y porque yo quise vivir vida mala, perdió Él su vida buena. Pues, ¿cómo tenemos alegría, habiéndose hecho tan mala obra a quien tantas buenas nos hizo? ¿Por qué toda criatura no había de vengar los males que contra el Criador hicimos? No se puede echar, señor, más carga ni mayor sobre nuestros hombros para hacernos llorar y aborrecer los pecados que decimos que padeció Cristo por ellos lo que padeció. No hay cosa que así nos humille y nos haga estimar en poco, como saber que fuimos causa de la muerte de nuestro Señor. ¡Oh, quién lo supiera antes que hubiera pecado, para morir antes que pecar!.
Pensábase el hijuelo que no hacía nada en lo que hacía. Después vino a pesar tanto, que el mismo Dios se puso en la cruz por el contrapeso que el pecado hacía. ¿Cómo podemos mirar al Padre que nosotros pusimos por nuestras locuras en tan grandes trabajos? ¿Y cómo este Padre nos quiere mirar y no nos aborrece como a deshonradores de Él y verdaderos parricidas, y que merecen, no cualesquier tormentos, mas muy crueles? ¡Oh divinal Bondad, y hasta dónde llegas! Espantémonos que estando en la cruz rogaste por quien en ella te puso y deseaste el bien de quien tantos males te hacía. Yo digo que no sólo con éstos te mostraste benigno, mas con todos los del mundo hiciste lo que con aquéllos. Porque, si por todos los que te crucificaron rogaste, todos te crucificamos; y aquellos pocos y todos te debemos aquella oración; y quizá algunos más que los ignorantes sayones que presentes allí estaban crucificándote. Todos, Señor, conspiramos en tu muerte, y a todos conviene lo que dices, que no saben lo que hacen[1]. ¿Quién señor, tan mal te quisiera, que si supiera que el fruto de sus malos placeres tan caros habían de costar a tu Real Majestad, no reventara antes de ponerte en aprieto tan grande? Perdona, Señor, perdona, que no supimos lo que hicimos. ¡Y agora que nos lo has declarado, enseñándonos en su santa Iglesia que por los pecados moriste, y que lo que burlando yo hice, Tú lo pagas tan de veras, con todo eso, a sabiendas, reiteramos la causa de tu muerte penosa!.
No es razón, Señor, que queramos bien a quien a nuestro Padre mató, y pues los pecados le mataron, aborrecellos tenemos si amamos a Ti, David dice: Los que amáis al Señor, aborreced la maldad[2]. Y tiene razón; porque pecado y Dios, bandos son contrarios, y es imposible contentar a entrambos…[3].

Hasta aquí son palabras de la carta, en las cuales hallará el verdadero penitente un poderoso motivo para aborrecer el pecado y tener entrañable dolor de él.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XVI, F.U.E. Madrid 1997, p. 49-51



[1] Lc 23, 34
[2] Sal 96, 10
[3] JUAN DE ÁVILA, Carta 13 ª,Obras I, pp 358-360


sábado, 23 de marzo de 2013

Aquel que cambió el agua en vino


La ley era, efectivamente, estéril, que tenía la letra que mataba y no el espíritu que vivificaba; y por eso, el Apóstol dice que la ley no condujo ninguna cosa a perfección[1]. Porque aún no había concebido más plenamente del Espíritu Santo, para dar hijos espirituales; puesto que aún no se había comunicado el Espíritu, porque Jesús todavía no estaba en su gloria[2]. Sin embargo, estaba grávida de Cristo, porque en las leyes y en los sacrificios y en las diversas figuras tenía a Cristo Señor encerrado dentro de sí. Viniendo Cristo Señor fecundó esta ley estéril con un nuevo parto, y conmutó su esterilidad en fecundidad. Porque aquel que cambió el agua en vino[3], con lo que quiso significar que él con su venida había de convertir la letra fría de la ley en el vino espiritual de la gracia divina, él también, cuando con su venida concedió la fecundidad a una mujer estéril, trasladó la letra estéril de la ley en la gracia del evangelio.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XLI, F.U.E. Madrid 2004, p. 182-83

Traducción Donato González-Reviriego



[1] Hb 7, 19
[2] Jn 7, 39
[3] Jn 2, 7-8

miércoles, 20 de marzo de 2013

Sermones de tiempo: No tienen vino


Como faltaba vino en la boda, la madre de misericordia dijo a su Hijo: No tienen vino[1]. Expone la necesidad al Hijo queridísimo, pues sabía que Él estaba dispuesto a ayudar a los novios necesitados.
De esta petición de la Virgen deducimos que el Señor ya había hecho algunos milagros particulares, aunque san Juan diga que éste fue el primero. Pues si Jesús se hubiera pasado treinta años sin hacer uno solo, a ver cómo puede explicarse que ahora la Virgen se lo pida con tanta seguridad de conseguirlo, si ni siquiera el milagro se hacía para conseguir la salvación del alma, ni la salud del cuerpo.
Aprendemos también que, en cualquier apuro y necesidad, debemos dirigirnos al Señor como la santísima Virgen. Así dice David: Recito mi oración en su presencia y expongo mi tribulación ante Él, cuando me abandona mi espíritu[2].Pues igual que los niños van a sus madres, cuando se les presenta una situación triste o alegre; así también los hombres piadosos, como niños pequeños, deben refugiarse en el regazo de la Madre de la misericordia. Esto es lo que David hacía, cuando dice: Como el niño en el regazo de su madre, así está la respuesta en mi alma[3]. En lugar de esto, otro traduce algo así: Como el niño en el regazo de su madre, así está mi alma en mí. Esto es, como el niño descansa plácidamente en el cariño materno, porque por su edad no sabe cuidarse, ni mantenerse de pie, así el varón piadoso, que sabe de la debilidad de la naturaleza humana, se refugia en Dios, cuyo corazón de madre se deja sentir siempre en cualquier necesidad.
Y si esto debe hacerse en cualquier apuro, con más razón en circunstancias difíciles. Dice el Crisóstomo: Cuando no esperemos ya la ayuda humana, no desesperemos ni nos desanimemos. Agarrémonos al ancla de la fe, y lancemos la red de la esperanza no al mar, sino al cielo: la nave sacudida por las tormentas de las tempestades será liberada de todo peligro. Todo lo contrario hacen los que abandonan el arma de la oración y de la fe, justo cuando debían agarrarla.
Es famosa la sentencia de Filón, hombre sapientísimo, que al encontrar airado con los suyos al emperador Cayo, a quien se dirigía como embajador de los judíos, dijo a sus amigos: Tened buen ánimo, amigos míos, aunque Cayo os sea hostil, porque el auxilio divino asiste, cuando desaparece el humano.
En plena turbulencia, David ponía en un platillo de la balanza la fuerza y la ayuda divina, y en el otro el poder y las riquezas humanas. De ahí que, en el salmo 58, en lugar de: Guardaré mi fortaleza para Ti[4], san Jerónimo traduce: Guardaré su fortaleza para ti. Como si dijera: no puedo resistir el poder de Saúl; por tanto, consciente de mi debilidad, te reservaré este combate, y pondré tu fuerza ante la suya. Pues lo mismo que los artistas conservan para sí mismos sus mejores obras (las  más difíciles), y entregan a sus alumnos el resto; así también la divina providencia se reserva para sí misma las situaciones más difíciles, las que exceden las fuerzas humanas, y deja el resto a otros más débiles, aunque no se desentienda del todo.
Por tanto, no tenemos por qué pensar que Dios se cansa de la continua inoportunidad de nuestros ruegos. Y así como una madre no se cansa de dar de mamar a su niño, al contrario, su pecho lleno de leche va quedando más libre del peso; así también nuestro Dios rebosa tantos bienes que comunicar, que en absoluto le molesta quien le da motivo para compadecerse de él, pues quiere darse a todos. Y ¿hay algo más grande que darse a los demás, que repartir por doquier los rayos de su inmensa bondad?.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XXVI, F.U.E. Madrid 2000, p. 78-81

Transcripción y traducción de María del Mar Morata García de la Puerta




[1] Jn 2, 3
[2] Sal 141, 3-4
[3] Sal 130, 2
[4] Sal 59, 10; S. JERONIMO, Divina Biblioteca: PL 28, 1233

martes, 19 de marzo de 2013

Libro de la Oración: Presentación de las Obras Completas


PRESENTACIÓN

         En el Congreso Internacional, celebrado en Granada los días 27-30 de septiembre de 1988 con motivo del IV Centenario de la muerte de fray Luis, se estudió y festejó su egregia personalidad, su prosa miniada, su mensaje ecológico, humano y evangélico. En las jornadas de estudio se evocó su figura como arquetipo del hombre español del siglo XVI; se recordó el juicio de Azorín: en fray Luis de Granada se inicia la lengua castellana moderna[1]. El de Menéndez Pidal: maestro de todos los escritores místicos posteriores, santa Teresa, san Juan de la Cruz, fray Luis de León, etc[2]; y el más reciente de J. Caro Baroja: si preguntamos a muchas personas cultas, no sólo de aquí, sino de fuera, qué es lo que dio el siglo XVI español como más destacable en el orden espiritual, nos dirán sin vacilar que los grandes escritores místicos y ascéticos. Entre los más sobresalientes abrirá la marcha por edad, fray Luis de Granada (1504-88), al que seguirán santa Teresa de Jesús (1515-82), fray Luis de León (1527-81) y san Juan de la Cruz (1542-91)[3].
Y salió a relucir la audaz y estimulante lanzada de Niocolás Antonio: Frater Ludovicus Granatensis, vir quo maiorem sibique utiliorem natio nostra non habuit, nec fortassis habitura est[4].
Desde la perspectiva de las ediciones y traducciones, y, por consiguiente, de la difusión, los cuatro volúmenes de la Bibliografía del V. P. M. Fr. Luis de Granada[5], recopilados por M. Llaneza, dan impresionante solidez al veredicto del príncipe de los bibliógrafos hispanos, que no escribió a humo de pajas.
Llaneza, en efecto, reseñó más de cuatro mil ediciones. Sin embargo, los congresistas echaron pronto de menos, al apurar el rigor metodológico de sus intervenciones, una editio typica de referencia. La más socorrida, y desde luego la mejor, es aún la de Justo Cuervo, en 14 volúmenes. Pero no es ya fácilmente accesible. Y, sobre todo, no es completa.
El proyecto, pues, de la presente edición surgió al filo del Congreso: detectada la laguna, los congresistas proclamaron la necesidad de acometer la empresa e hicieron votos y augurios para realizarla.
Los dominicos de Andalucía asumieron ese reto. Y aquí están ya, en letras de molde, las primicias. La nueva edición, ajustándose a los criterios científicos en boga, pretende ser:
1º. Completa. Es decir, abarcará por primera vez, todas las obras de fray Luis...
2º. Lógica. La edición seguirá un orden o escalonamiento lógico. Agrupamos los tomos en tres series, ateniéndonos a los tres idiomas en que fray Luis escribió: español, portugués, latín...
3º. Crítica. Quizás suene a pretenciosa la adjetivación. En nuestro caso no significa más que la voluntad de ofrecer a los lectores y estudiosos un texto auténtico de las obras de fray Luis, sin manipulaciones ni interpolaciones...
4º. Aseada. La presente edición, quiere, finalmente, brindar un texto no sólo auténtico, sino también limpio de lapsus o impurezas que se deslizaron en las ediciones principes; y además cotejar y explicitar las citas bíblicas y eruditas, trabajo laborioso y no siempre fructuoso…
La edición corre a cargo de Dominicos de Andalucía y de Fundación Universitaria Española, cuyo logotipo es norte (in altum progrediar) y acicate (sub halitu fidei).
En fin –o en principio- una empresa de tamañas proporciones y calidad implica cuantiosos gastos. Varias entidades han contribuido, cada una con su cornadillo, a sufragarlos. A todas, nuestro más sincero gracias.

Madrid, 12 de abril de 1993

ÁLVARO HUERGA





[1] ANTONIO  AZORÍN, De Granada a Castelar,ed. Espasa- Calpe, Austral, Madrid 1922, p. 9
[2] RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL, La lengua de Cristóbal Colón, el estilo de santa Teresa y otros estudios sobre el siglo XVI, Espasa–Calpe, col. Austral, Madrid 1942, p. 76
[3] JULIO CARO BAROJA, Las formas complejas de la vida religiosa, Madrid 1985, p. 50
[4] NICOLÁS ANTONIO, Biblioteca hispana nova, t. II, Roma 1672, p. 34
[5] MAXIMINO LLANEZA, Bibliografía, Salamanca, Calatrava, 1926-8

lunes, 18 de marzo de 2013

La revelación hecha al santo José


DE LA REVELACION DE LA VIRGINIDAD DE NUESTRA SEÑORA

         Vuelta La Virgen a su casa, como el santo Joseph la vio preñada, y no sabia de donde esto fuese, dice el Evangelista que no queriendo acusarla, se quiso ir y desampararla: hasta que el Angel de Dios le apareció en sueños, y le reveló este tan grande misterio[1].
          Acerca de lo cual primeramente considera la  grandeza del trabajo que padeceria la Virgen en este tiempo, viendo al esposo tan amado con tan grande turbación y aflicción como consigo traia: para que por aquí veas como a tiempos  desampara el Señor a los suyos, y los exercita y prueba con grandes angustias y tribulaciones para acrecentar su perfección.
         Considera tambien la paciencia y el silencio y la confianza con que la Virgen padeceria este trabajo; pues ni por eso perdio la paz de su conciencia, ni descubrió el secreto de aquel gran misterio, ni perdió a confianza de que el Señor volveria por su inocencia; sino puesta en continua oracion, descubria y encomendaba al Señor su causa.
         Piensa luego en la revelacion hecha al santo Joseph: para que por aquí entiendas cono el Señor azota y regala, mortifica y da vida, derriba hasta los abysmos y saca de ellos; y como finalmente es verdad lo que dice el Apostol: Sabe muy bien el Señor librar a los justos de la tribulacion[2].
         Aquí puedes tambien considerar qué tan grande sería el alegria de este santo varon quando hallasse inocencia en quien tanto deseaba hallarla: y qué tan grande sería el alegria de la Virgen, viendo por una parte el esposo dulcísimo despenado y vueltas sus lagrimas en alegria; y por otra considerando el socorro de la Divina providencia, y la fidelidad que el Señor mantiene con todos aquellos que fielmente esperan en él. ¿Pues qué sería ver alli con quantas lágrimas el esposo pediria perdon a la esposa de la sospecha pasada? Y con qué ojos la miraria de aí adelante? Y con quanta reverencia y acatamiento la trataria? Y qué sería ver las lagrimas de la Virgen, y alabanzas con que alabarian a Dios toda aquella noche por este gran beneficio?.


Fray Luis de Granada, Obras, t. VII, parte II, Madrid año de MDCCLXXXII, por D. Antonio de Sancha, p.414-5





[1] Matth I
[2] Reg I, II; Ierm II, II

Traducciones: 1. Imitación de Cristo


      Pues ten una cosa por averiguada, que si te llegas a este libro con alguna atención y ganas de aprovechar, hallarás remedio para tu necesidad. De manera que muchas veces dirás: este capítulo que agora abrí, al propósito de lo que yo había menester ha hablado.
       Aquí, si fueres soberbio, hallarás palabras que te humillen. Si demasiadamente desconfías, y tienes alas del corazón, como dicen, caídas, aquí hallarás mucho esfuerzo. ¿Eres descontentadizo y congojoso, lleno de voluntad propia, madre de toda maldad y de todo trabajo?. Aquí  te enseñará a poner todas tus cosas en Dios y vivir un sancto descuido debajo de la confianza de aquel Señor que todo lo provee. Y así descuidado caes en el otro extremo, que es no poner diligencia en las cosas que conviene, aquí hallarás aguijones con que eches de ti aquel falso sosiego. Y si estás alegre demasiadamente, como muchas veces suele acaecer, lee aquí, y templarás tu alegría; y si triste, como más veces acaece, irás consolado de aquí. ¿Qué te diré? Sino que verás y sentirás aquí la grandeza de Dios, que mediante unas pocas de palabras da a entender cómo es todo en todas las cosas…
        Recibe, pues, este amigo, y nunca de ti lo apartes. Y después de leído, tórnalo a lees; porque nunca envejece, y siempre en unas mismas palabras entenderás cosas nuevas, y verás algún rastro del espíritu del Señor, que nunca se agota. Y goza a tu placer y con buena voluntad de esta dádiva que el Señor por su infinita bondad quiso darte, y con la cual yo te quise servir en te lo aclarar más que antes estaba.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XVIII, F.U.E. Madrid 1998, p. 10-11

domingo, 17 de marzo de 2013

Guía de pecadores (texto definitivo) I


GUÍA DE PECADORES

EN LA CUAL SE TRATA COPIOSAMENTE DE LAS GRANDES RIQUEZAS Y HERMOSURA DE LA VIRTUD Y DEL CAMINO QUE SE HA DE LLEVAR PARA ALCANZARLA

COMPUESTO POR

EL R. P. FRAY LUIS DE GRANADA

DE LA ORDEN DE SANCTO DOMINGO

Este libro, cristiano lector, sale agora a la luz añadido y emendado y cuasi hecho nuevo por su mismo autor: impreso con aprobación y licencia este año de 1567, y por eso puede correr y ser leído de todos.

EN SALAMANCA
EN CASA DE ANDREA DE PORTONARIJS
IMPRESOR DE SU REAL CATÓLICA MAJESTAD

1567

CON PRIVILEGIO DE CASTILLA Y ARAGÓN
ESTÁ TASADO EN CINCO BLANCAS EL PLIEGO

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LICENCIA AL AUTOR


        EL REY. Por cuanto por parte de vos, Fray Luis de Granada, de la Orden de Predicadores, nos ha sido hecha relación que vos habíades hecho tres libros, que trataban de la Oración, Devoción y Ayuno y Limosna, y otro que se intitula Guía de Pecadores, los cuales eran muy útiles y provechosos, por ende que nos suplicábades os diésemos licencia y facultad para los poder imprimir y vender, y privilegio para que nadie pudiese imprimirlos sino vos, o quien vuestro poder hobiese con el tiempo que fuésemos servido. Lo cual visto por los de nuestro Consejo, y como por su mandado se hicieron las diligencias que la premática  por nos hecha sobre la impresión de los libros dispone, por haceros bien y merced fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula en la dicha razón. E por la presente vos damos licencia y facultad para que por tiempo de diez años primeros siguientes que corren y se cuenten desde el día de la fecha de esta nuestra cédula en adelante vos, o la persona que vuestro poder hobiere, podáis imprimir y vender los dichos libros que de suso se hace mención: y mandamos que durante el dicho tiempo cualquier impresor de estos nuestros reinos y señoríos, que vos quisiéredes y señaláredes, imprima los dichos libros, y que otra persona ninguna no los pueda imprimir ni vender sin vuestra licencia, so pena de la nuestra merced y de veinte mil maravedís para la nuestra Cámara al que lo contrario hiciese, y más que haya perdido y pierda todos y cualesquier libros y moldes que imprimieren o vendieren, con que primero que se vendan los hayáis de traer y presentar ante los de nuestro Consejo, juntamente con los originales que en él se vieron, que van rubricados y firmados al cabo de Pedro de Mármol, nuestro escribano de Cámara, y de los que residen en el nuestro Consejo, para que se vea si la dicha impresión esta conforme a los originales y se os tase el precio que por cada volumen hubiéredes de haber. E mandamos a los de  nuestro Consejo, Presidentes y Oidores de las nuestras Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de la nuestra casa y corte y Chancillerías, y a todos los Corregidores, Asistentes, Gobernadores, Alcaldes mayores y ordinarios y otros jueces y justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros reinos y señoríos, así a los que agora son, como los que serán de aquí en adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced que ansí vos hacemos, y contra el tenor y forma de ella, ni de lo que en ella contenido, vos no vayan ni pasen ni consientan ir ni pasar por alguna manera, so la dicha pena. Hecha en Madrid, a doce días del mes de enero, año del Señor de mil y quinientos y sesenta y seis años. YO EL REY. Por mandato de su Majestad, PEDRO DE HOYO. 

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VI, F.U.E. Madrid 1995, p. 9 y 15-6

viernes, 15 de marzo de 2013

Guía de pecadores (texto primitivo)


LIBRO LLAMADO

GUÍA DE PECADORES

EN EL CUAL SE ENSEÑA
TODO LO QUE EL CRISTIANO DEBE HACER
DESDE EL PRINCIPIO DE SU CONVERSION
HASTA EL FIN DE SU PERFECCION

COMPUESTO POR EL

R. P. FRAY LUIS DE GRANADA

DE LA ORDEN DE SANCTO DOMINGO



IMPRESO EN LISBOA
EN CASA DE IOANNES BLAVIO DE COLONIA

1556

CON PRIVILEGIO REAL POR DIEZ AÑOS

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APROBACION DE LA OBRA

Fue visto y aprobado el presente libro por el muy R. Padre Maestro F. Gaspar de los Reyes, examinador de libros por el Reverendísimo y Serenísimo Cardenal Infante, Inquisidor general en estos reinos de Portugal

LO CONTENIDO EN ESTE LIBRO

Esta doctrina está repartida en cuatro libros.
El primero trata de la conversión del pecador: en el cual se pone una exhortación a bien vivir
En el segundo se dan reglas de bien vivir.
En el tercero se trata de tres principales medios con que se alcanza la gracia para bien vivir, que son oración, confesión y comunión.
En el cuarto sumariamente se trata de la perfección, que es el término y fin de la buena vida

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  II, F.U.E. Madrid 1994, p. 9-10 

jueves, 14 de marzo de 2013

Cartas que se refieren a fray Luis


           DE SAN CARLOS BORROMEO

Mesocco, noviembre de 1582

Milán, Biblioteca Ambrosiana: 69 inf., f. 302 r-v (minuta); ed. R. Robres en Antológica annua 8, 1960, p. 132


Al P. F. Luis de Granada.

Muy reverendo padre: He recibido con mucho gusto a la persona que v. p. me recomienda en su carta del diez pasado; y por el buen testimonio que me da de ella usted, estaré muy dispuesto a protegerla y a darle toda la ayuda y favor que pueda en cualquier circunstancia: así lo haré también en cualquier ocasión en que yo tenga la oportunidad de darle gusto a usted, deseando satisfacerle siempre. A sus oraciones me encomiendo.
En Mesocco.



Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XIX, F.U.E. Madrid 1998, carta 15, p. 314
Traducción del italiano de Pascual Martínez Ayala [1]







[1] VARIOS, Fray Luis de Granada. Un escritor contemporáneo.Traductor de las cartas en italiano: Pascual Martínez Ayala, Ediciones del Orto, Madrid 2009, p. 157-166