jueves, 31 de enero de 2013

La paciencia y misericordia divinas

Esto es lo que san Lucas quiso decir en los Hechos de los apóstoles, cuando para describir la conversión de Pablo hace esta introducción: Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor[1]. Es decir, mientras Pablo asolaba la Iglesia de Cristo, éste lo hacía partícipe de los arcanos celestiales. Cuando aquel tramaba destruir el nombre de Cristo, fue elegido por éste para dar a conocer su nombre por el mundo entero. En fin, cuando Pablo se afanaba por arrancar la fe del evangelio, fue destinado a pregonar esa fe. ¿Qué haces, Señor? ¿No ofenden tantos crímenes los ojos de tu majestad?. Cierto que sí; pero no miro yo solamente el ultraje que los pecados hacen a mi majestad, sino que además laceran y pierden el alma  del pecador.
       Son muchos los que, confiados en esta paciencia y misericordia tan grandes de la bondad divina, cuanto más clemente los mira Dios, con más licencia y pecados piensan ellos que pueden vivir impunes. Tal perversidad, hermanos, me lleva a pensar que hemos llegado al extremo de que nos debiera atemorizar más lo que más tendría que haber alimentado nuestra esperanza. ¿Qué mejor fundamento para la esperanza, que la misericordia de Dios? Pero de ella algunos toman licencia para vivir con más descuido, cuando más bien deberían tomar de ella materia de caridad y piedad. Sucede así que se hacen indignos de su misericordia, porque en cierto modo la toman como aliada de sus crímenes. Si a la misericordia, cuyo solo nombre es de por sí dulce, nos la hacemos contraria y temible ¿qué tendrán por grato y gozoso los malvados y los impíos? ¿Qué esperanza de salvación le queda al enfermo que rechaza las medicinas de su curación y al médico que lo cuida?.
       Ya veis, hermanos, en qué peligro se mueven los que abusan de la paciencia y misericordia divinas.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXV, F.U.E. Madrid 2000, p. 284-5
(Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía)





[1] Hch 9, 1

martes, 29 de enero de 2013

Fiesta de santo Tomás de Aquino


         Mas esto, con ser grande, no sorprenderá tanto al que contemple en él algo mucho más admirable.¿Cómo podía el santo elevar con aquella rapidez su mente, inmersa en áridas y espinosas disputas filosóficas, a la contemplación de las cosas divinas, al extremo de quedar tantas veces extasiado?. Sería menos admirable si toda su vida la hubiera empleado sólo en la explicación de la Sagrada Escritura; pero cuando tuvo que abordar y definir tantas, tan variadas, múltiples y sutilísimas cuestiones, cuando se ocupó de explicar toda la obra de Aristóteles, llena de cuestiones y versiones complicadísimas, la dialéctica, física, metafísica y la filosofía moral, e ilustrarla con tan minuciosas particiones, ¿cómo pudo su mente, distraída en tantas dificultades, encontrar el camino de aquella altísima contemplación?.
        No nos parecen tan admirables, aquellos anacoretas que, cuenta Casiano, empleados en trabajos manuales, elevaban su mente, libre de otra ocupación a las cosas divinas, pues no era su mente, sino sólo sus manos las que tejían con junco los cestos y las canastillas de mimbre. Por eso aún hemos de admirar más que la mente del doctor santísimo, implicada en tantas dificultades, pudiera tan fácilmente elevarse a Dios. Esto, os lo confieso, me hace quedar muchas veces atónito y admirado de la virtud divina.
         Os he contado estas cosas, hermanos, con el fin no sólo de que admiréis la extraordinaria santidad y doctrina de nuestro santo doctor, sino también para encender vuestros ánimos en el amor a la sabiduría, en la que está puesta la felicidad de la vida humana, y para mostraros el camino por el que se debe llegar a ella, y que no es otro que éste: pureza e inocencia de vida, entrega a la caridad, y ese deseo de la sabiduría que poco antes os he dicho. Es camino también la oración frecuente y devota, nacida de este deseo, que pida a Dios con insistencia este don celestial; un don que logramos antes con el fuego de la voluntad que con la agudeza del entendimiento, más con amor que con trabajo humano, con lágrimas antes que con debates, con la práctica de la oración antes que con la lectura.
         La virtud de la oración se extiende a cuanto deseamos pedir a Dios; por lo que al hombre cristiano debe serle familiar ahora y en todo tiempo y ocupación; algo que, dice Tertuliano, era habitual entre aquellos fieles antiguos de la iglesia naciente: ‘No cabe en nuestra cena la vileza o la inmodestia. Ni se ponen a la mesa sin antes rezar. De este modo, recuerdan mientras cenan que durante la noche deben orar a Dios; y hablan entre ellos sabiendo que Dios está presente y que les oye. La oración cierra también la cena. Tras ella, cada uno, como puede canta alabanzas a Dios. Por último, no se cena tanto con la comida como con la instrucción’[1].
         Por este camino, hermanos, se logra el don precioso de la sabiduría, en cuya posesión decimos que está el fundamento de la felicidad que puede tenerse en esta vida. Quiera el Señor que gocemos de una y otra felicidad, esta inacabada que se recibe en el camino, y aquella completa que todos los fieles esperamos en la patria celestial.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XL, F.U.E. Madrid 2003, p. 60-3

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía









[1] TERTULIANO, Apologético, cap. 39: PL 1, 539

domingo, 20 de enero de 2013

Misericordia espiritual


        De las otras obras de misericordia espirituales dice el Apóstol: Los que estamos más firmes debemos sufrir los defectos de los mas flacos y no estar contentos y satisfechos de nosotros mismos, antes cada uno trabaje de agradar a su  prójimo en el bien para edificarlo y aprovecharle a imitación de Cristo, que no tuvo cuenta con su contentamiento, sino con nuestro remedio[1]. Y escribiendo a los de Éfeso, dice así: Sed unos con otros benignos y misericordiosos, perdonándóos unos a otros, así como Dios os perdonó por Cristo[2]. Y en otro lugar: Sed imitadores de Dios como hijos muy amados, y vivid en amor así como Cristo nos amó[3]. Y después de esto: Como escogidos y amados de Dios vestíos de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de modestia, de paciencia, sufriéndóos unos a otros y perdonándóos, si alguien tiene de vosotros alguna queja: así como el Señor os perdonó, así vosotros también perdonad[4]. Y escribiendo a los de Tesalónica, dice así: Castigad a los inquietos, consolad a los pusilánimes, recibid a los flacos y sed sufridos para con todos[5]. Éstas y otras maneras de obras de misericordia nos encomienda san Pablo, el cual se hizo todo para todos por hacer salvos a todos y, resplandeciendo en todo género de obras de misericordia, nos dejó un clarísimo ejemplo de esta virtud. Y quienquiera que quisiere saber cuál sea el fin y suma de todas las obras de misericordia, sepa que no es otro que aquél que en muy pocas palabras comprende el mismo Apóstol diciendo: Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo[6]: la cual dice el mismo Apóstol que consiste en la caridad[7]. Finalmente, a cada uno de nosotros está mandado que tenga cargo de su prójimo, el cual mandamiento interpretó el Salvador diciendo: Todas las cosas que queréis que hagan los hombres con vosotros, hacedlas vosotros con ellos: porque ésta es la ley y los profetas[8].


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXI, F.U.E. Madrid, 1999, p. 78-81 (Transcripción del portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo)




[1] Rm 15, 1-2
[2] Ef 4, 2
[3] Ef 5, 1-2
[4] Co 3, 12-13
[5] Ts I, 5, 14
[6] Ga 6, 3
[7] Tm I, 1, 14
[8] Mt 7, 12

sábado, 19 de enero de 2013

Señor, ¿qué quieres que haga? II

       Esto, pues, es lo primero que hacen los piadosos. Y después, como es lógico, odiar profundamente al pecado, que él tanto execró, que para desterrarlo de las almas de los fieles sufrió un tormento dolorosísimo de muerte. Y además para curar sus heridas usan con diligencia aquellos saludables medicamentos que él preparó para sanar nuestras enfermedades –es decir, los sacramentos de la nueva ley, los ejemplos luminosísimos de las virtudes y las enseñanzas de la vida espiritual-. Y así frecuentan devotamente los sacramentos, y se proponen imitar, en cuanto pueden, sus magníficos ejemplos, y meditan atentamente sus beneficios y enseñanzas de vida celestial, y procuran, en cuanto les es posible, obedecerle y acomodarse a él en todo. Y así cuando Dios Padre los invita al banquete celestial y a la boda de su Hijo, no se excusan con los cuidados e impedimentos de las cosas terrenas, sino que obedecen humildemente; cuando les abre los tesoros de sus gracias, se les ensancha el corazón; cuando les ofrece medicamentos saludables, le descubren sus llagas para curarlas; cuando se les da como guía del camino para el cielo, le siguen prontamente; y queriendo ejercer el oficio de doctor, se ponen bajo su dirección. Estos, pues, que con tanto cuidado y diligencia se disponen a tomar el remedio, y son incapaces de aplazarlo, difiriendo su conversión, ya para la cuaresma, ya para distintos tiempos, sino que tan pronto como oyen la voz del Señor, que les avisa interiormente, obedecen, y al que les llama le responden con Pablo: Señor, ¿qué quieres que haga?[1].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXVIII, F.U.E. Madrid, 2000, p. 461
(Transcripción y traducción de Donato González -Reviriego)


[1] Hch 9, 6

Pater noster


         Declaradas ya las condiciones que ha de tener la buena oración, será razón declarar la oración del Pater noster, la cual nos enseñó el mismo Hijo de Dios, en la cual está comprendido todo lo que se ha de pedir. Y haber Él compuesto esta oración y ordenado las palabras de ella, acrecienta mucho nuestra confianza. Porque muy confiados conviene que aparezcamos en la presencia del Padre, pues podemos alegar que su amado Hijo nos manda a Él, y que por más señales Él nos puso las palabras en la boca con que le habíamos de hablar. Y  pues es verdad lo que dice el Sabio, que Dios honra al padre en los hijos[1], haciendo mercedes a los hijos malos por merecimientos de los padres buenos, justamente le podemos pedir, no por nuestros merecimientos, sino por honra de este soberano Señor y padre nuestro. Por donde parece que con ninguna otra oración podemos más convenientemente pedir mercedes al Padre, que con esta oración. Y para que esto se pueda mejor hacer, declararemos aquí sumariamente siete peticiones que hay en ella, dando este aviso al piadoso lector, que cuando fuere pronunciando las palabras de esta oración, vaya con su espíritu considerando lo que en ella se comprende, según aquí se declara, o según lo que el Espíritu Santo le diere a entender.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXI, F.U.E. Madrid, 1999, p. 39
(Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo)



[1] Si 3, 3

martes, 15 de enero de 2013

Para los que se convierten del judaísmo

  Y para dar a Vuestra Señoría Reverendísima cuenta de mí, tengo agora acabados dos libros de mucha escritura. Uno es Silva locorum communium, que es de todas las materias predicables. Y el modo de él podrá Vuestra Señoría colegir de un pedazo que de esta materia está en el tercer tomo de los Sermones antes de la Ascensión. Y entremetí estas materias allí, que venían a propósito de las rogaciones, desconfiando de tener espacio de vida para acabar el libro que de estas materias trataba, porque a lo menos aquel pedazo se lograse. Mas nuestro Señor por su bondad me dio más vida de lo que cuidaba, y así pude acabar este libro.
 El otro es la Introducción del símbolo de la fe, repartido en cuatro partes principales, en que se trata de los principales misterios de nuestra fe, y señaladamente del admirable misterio de nuestra Redención; y en la tercera de estas partes se prueba por testimonio de los profetas y por las obras que se siguieron en el mundo después de la venida de nuestro Salvador, desterrando la idolatría y trayendo a los hombres al conocimiento del verdadero Dios (como estaba profetizado) por el verdadero Mesías prometido en la Ley.
Esta parte es para los que se convierten a nuestra santa fe del judaísmo cada día, y para confirmación de los ya convertidos -para confirmarlos en la fe cuando están flacos-, de que hay mucha abundancia en este reino de Portugal. Por lo cual el Cardenal Inquisidor General de España (D. Gaspar de Quiroga) dice que este libro era necesario para este reino, como él me lo significó por sus letras[1]. También creo que servirá para los que están firmes en la fe, porque proficiant de fide in finem firmiorem. Este libro está también acabado, y placerá a nuestro Señor que presto venga a manos de V. Ill.ma Señoría. 

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XIX, F.U.E. Madrid, 1998, p. 89





[1]Citado por:  HUERGA TERUELO, ÁLVARO, Fray Luis de Granada, B.A.C. Madrid 1988, p.274-275

Fue concebido del Espíritu Sancto


Este misterio nos enseña la limpieza que habemos de imitar todos los que somos miembros de Cristo, y por qué medio la podremos alcanzar. Porque así como este Señor fue concebido, no por vía común de los otros hombres, sino por virtud del cielo y favor del Espíritu Santo, y por esto como dice el evangelista[1], fue todo santo, porque no podía proceder otra cosa de tal Espíritu sino tal Santidad, así el verdadero cristiano ha de nacer otra vez de este mismo Espíritu, y por Él ha de cobrar otro nuevo ser, para que mediante su virtud y gracia no viva ya según los apetitos de la carne, ni según las leyes y pareceres del mundo, ni según las sugestiones y consejos del demonio, sino como quien tiene espíritu de Dios, como quien tiene simiente del cielo, como quien tiene recebido otro nuevo ser, otro nuevo espíritu, otra nueva luz, otro nuevo corazón y otras nuevas inclinaciones, para que así sea otro hombre nuevo, esto es, para que muerto ya en él todo lo viejo, que son todos los afectos y deseos de Adam, resurja en él otro hombre nuevo, viva según las leyes del Adam celestial y sea otra nueva criatura. De esta manera cumpliría el hombre con la obligación de este misterio, trabajando por imitar  la limpieza y pureza de este Señor por virtud del mismo Espíritu que Él tuvo; porque, así como Él fue todo santo, porque fue concebido del Espíritu Santo, así él también en su manera sea sancto, por haber sido otra vez engendrado por el Espíritu Santo. Porque lo que de esta manera nace, desde aquel punto es dicho hijo de Dios, por razón de esta espiritual regeneración causada por esta simiente del cielo. Y luego este nuevo nacimiento le pone nuevo corazón y nueva voluntad con nuestro Redentor y un nuevo amor con que pone por obra todo lo que sabe que Él manda.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XX, F.U.E. Madrid, 2000, p. 91
(Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo)


[1] Lc 1, 32

domingo, 13 de enero de 2013

La tolerancia de fray Luis

Por fidelidad a esta vocación y a esta profesión, abrazadas de por vida en plena juventud, su espíritu tuvo una peculiar sensibilidad, favorecida por el ambiente, para proyectarse al servicio o ministerio de la predicación no sólo entre los cristianos viejos sino también entre los cristianos posibles. O sea, predicar el evangelio a toda criatura. Arraigó y creció en su espíritu el afán de evangelizar no a los hermanos lejanos, sino a los hermanos cercanos: a los moros y a los judíos que convivían con los cristianos, pero no compartían con ellos la fe cristiana.
Subrayemos, cosa que ya notó Azorín, el espíritu tolerante del predicador y del escritor fray Luis. Las raíces de esa tolerancia religiosa hay que buscarlas creo yo, en su innata bondad, pero también en una serie de circunstancias que contribuyeron a su actitud respetuosa, a su voluntad de diálogo, a su concepto teológico de la libertad de la fe, lejos de fanatismos abruptos, aunque no lejos de un sano proselitismo. Hay ‘muchos –advierte- falsamente celosos de la fe, los cuales tienen creído que no pecan haciendo mal y daño a los que están fuera de ella, ora sean moros, o judíos, o gentiles’[1].
El haber convivido en Granada y en Lisboa con ‘no cristianos’, tal vez el recuerdo, tan vivo en Granada, de fray Hernando de Talavera, y sobre todo su idea de la libertad religiosa nos ponen en la pista para comprender una apertura que, por desgracia, no era común en el siglo XVI.
            Fray Luis no traiciona su teología de la fe, ni su servicio al evangelio, dice sí al proselitismo cristiano, también a la libertad religiosa: la fe es libre. Proclamarlo en un tiempo en el que el fanatismo se endureció tanto, es una grata sorpresa. La Introduccción del Símbolo de la fe, la obra culminante y la más grandiosa de fray Luis, es junto con el Breve tratado o catecismo, la predicación escrita de muy largo andar y de muy abierta tolerancia religiosa de fray Luis: un sermón inacabable, convertido a grandes trozos en diálogos apacibles entre un catequista y un catecúmeno.  


Urbano Alonso del Campo, Vida y obra de fray Luis de Granada, ed. San Esteban, Salamanca 2005, p.241    



[1] FRAY LUIS DE GRANADA, Obras t. XII, F.U.E. Madrid 1996, p. 141

sábado, 12 de enero de 2013

Lloraréis tú y José: Poema de Sannazaro


        En efecto, no hay palabras para expresar el  gozo de la santísima Virgen al encontrar a su Hijo, buscado con tanto dolor, por mucho que se diga o por muy adecuado que parezca. Tanto su tristeza como su alegría las explica elegantemente el poeta Sannazaro, cuyo delicioso poema he decidido añadir aquí, para placer de los lectores. Él, pues, pone a David en el limbo de los justos, profetizando y hablando con la Virgen santa:
Cuando doce sean las primaveras de tu Hijo,
Y hayas superado peligros sin cuento,
Gemirás desde el arcano de tu corazón,
Y pondrás al cielo de testigo de tu continua oración.
Cuántas veces has salido a la puerta a llamarlo,
Y lo has esperado gozosa a la mesa,
Pero hoy tu búsqueda es vana: no verás al que te pide
Un beso, ni al que vuelve a casa, cuando se hace de noche.
Correrás de un lado a otro, enloquecida, tres días con sus noches
Con el corazón deshecho en llanto, sin que el sueño te rinda.
Y revolviendo el cielo con la tierra, entre lamentos,
Lloraréis sin consuelo alguno,
Tú y José. Pero en la cuarta salida de Lucifer
Cuando levante el aire purpúreo del mar ondulante,
Ofrecerá el hallazgo a los que lo buscan.
¡Oh qué lágrimas, oh qué besos, madre,
Qué abrazos le darás mezclando el llanto con la risa,
Cuando veas al Hijo ante el altar del Padre, sentado en el templo,
Seduciendo a los ancianos con palabras y ganándose sus corazones,
Mientras la misma asamblea admira
Las primicias extraordinarias de un Niño, garantía
De un corazón sagaz y esplendor de una mente creada[1].


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXVI, F.U.E. Madrid 2000, p. 17

Transcripción y traducción de Mª del Mar Morata García de la Puerta







[1] JACOBUS SANNAZARO, De partu Virginis (Omnia latine scripta, Venetiis, 1535, ff 7v-8r)

Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?


Casi seguro que así hablaría la santísima Virgen con Dios en este refugio incólume de salvación humana: ‘Sólo tú, Padre clementísimo, conoces mi soledad, mi tristeza y la angustia de mi corazón, porque sólo Tú aseguras mi favor y la dignidad de tu Hijo predilecto. He perdido el único bien, en el que estaban depositados todos los tesoros de tu sabiduría, todos los apoyos de la vida, todos los consuelos de la esperanza. Si David se entristeció, como lo hizo, por la muerte de su hijo Absalón, a pesar de que era un indeseable[1] ; si Jacob, con tantos hijos, llevaba tan mal la muerte de uno sólo José, al que creía muerto[2], ¿qué haré yo, madre de mi hijo pequeño, esto es, de tu Hijo Unigénito, privada de tan gran tesoro?. Si en algo he ofendido tu mirada divina; si he hecho algo mal, he aquí que mi cuerpo está preparado a recibir todos los dardos de tu justicia; pero no permitas que sea separada de tu queridísimo Hijo.
Enviaste antiguamente, Padre cleméntísimo, una estrella espléndida, para conducir a los Magos desde Oriente hasta la cuna de tu Hijo; envía ahora, por favor, tu luz para que llegue rectamente hasta el abrazo de tu Hijo; para que me muestre 'dónde está mi amado, dónde pace y dónde se recuesta al mediodía'[3]. ¿Quién no lloraría al verla llorar y gemir? ¿Cómo no responderían aquellas entrañas divinas a tan piadosos reclamos?.
Con estas piadosas lágrimas, con estos ruegos mereció encontrar a su deseado Hijo, después de tres días, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Y le dijo su Madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? He aquí que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. Y Él les respondió: ¿Porqué me buscábais? ¿No sabíais que conviene que esté en las cosas que son de mi Padre?[4]. ¿Para qué otra cosa, pues, he venido al mundo; para qué tomé carne; para qué asumí la naturaleza humana, si no es para engrandecer la gloria de mi Padre, y reconducir a los hombres extraviados hasta el pastor y obispo de sus almas?.
Pues aunque Cristo Señor aplazase su misión de enseñar hasta su edad madura, tiempo en el que tenía destinado presentar a los ojos de los mortales la luz de su doctrina, sin embargo, de la misma manera que el sol antes de salir y mostrarse totalmente a los hombres, empieza a desvanecer poco a poco las tinieblas y a iluminar el mundo con el resplandor de su luz inminente; así también Cristo, Sol de justicia, que iba a iluminar el mundo casi a los treinta años de edad, empezó a los doce a disipar con su fulgor las tinieblas y la niebla.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXVI, F.U.E. Madrid 2000, p. 15-6

Transcripción y traducción de Mª del Mar Morata García de la Puerta




[1] Cf. S II, 18, 33
[2] Cf. Gn 37, 34
[3] Cf. Ct 1, 7
[4] Lc 2, 46-49

viernes, 11 de enero de 2013

Obra del escritor


                      
  Exposición de la Obra Completa del Padre Granada en la UNED (Cartagena)

        Compuso fray Luis numerosas obras en latín y en portugués, lenguas que dominaba. De sus escritos en castellano, igualmente abundantes, destacan el Libro de la oración y meditación, la Guía de pecadores, la Introducción del Símbolo de la fe, el Memorial de la vida cristiana, Trece sermones en castellano y Meditaciones muy devotas. Escribió también varias biografías (del maestro Juan de Ávila, de fray Bartolomé de los Mártires, etc.), y algunas traducciones, como la del Kempis.
            Habíanse caracterizado los dominicos desde los días de su fundador, Domingo de Guzmán, por la severidad de su formación teológica, a la que Santo Tomás había venido a incorporar –cual patrimonio inalienable- la gigantesca construcción de su Escolástica, convirtiéndose a la vez en símbolo de toda una actitud intelectual. De acuerdo con ella, los dominicos representaban una tradición de filosofía racional, nutrida en la herencia aristotélica. Este carácter tuvieron siempre sus grandes teólogos; y así fueron los dominicos españoles del siglo XVI, Melchor Cano, Domingo Báñez, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, como también los famosos enemigos de fray Luis de León, León de Castro y Bartolomé de Medina. La primordial finalidad de su orden, como su nombre justifica, les hacía dedicarse con celo combativo a la predicación y a la enseñanza que en muchos momentos casi monopolizaron; y la índole y rigor de sus estudios teológicos conducíales al empleo prácticamente exclusivo del latín en todas sus cátedras y escritos; a diferencia de los agustinos, carmelitas y franciscanos, que abrazaban abiertamente la causa del romance.
            De acuerdo con esta tradición de su orden fray Luis de Granada se entregó ardientemente a la predicación; y ya hemos aludido al sobresaliente lugar que en ella tuvo. Destacó asimismo por la profundidad de sus conocimientos lo mismo teológicos que clásicos, lo ardiente de su fe y la intensidad de su celo religioso. A pesar de ello el padre Granada no representa ni doctrinal ni literariamente la tradición racionalista y escolástica de su orden. El influjo de las doctrinas platónicas y agustinianas es manifiesto en todos sus escritos, así como el recibido de León Hebreo; hombre de ingenua bondad, confiado y presto a todos los entusiasmos, imaginativo y sensible, predominaba en él todo lo sentimental y afectivo sobre lo puramente intelectual. Es, pues, el suyo realmente, como hacen notar todos sus exegetas, un espíritu franciscano que no correspondía al carácter seco y razonador de los dominicos. Conocido es el enorme influjo que éstos tenían en la Inquisición; ésta, sin embargo, prohibió por algún tiempo –suponiéndolos influidos por la doctrina de los iluminados- los dos libros capitales de fray Luis: la Guía de pecadores y el Libro de la oración y meditación, movida sobre todo por la opinión adversa de su compañero de orden Melchor Cano, que dedicó al padre Granada mortificantes cuando no comprometedores juicios. Las dificultades que de todo ello se originaron con sus hermanos de religión, revelan sus profundad diferencias de carácter y espíritu, y justifican la calificación de franciscanismo a que aludimos. El sentido popular, la índole práctica y la intención divulgadora de sus libros, unido al empleo de la lengua vulgar, irritaban a Cano, para quien era gravemente reprensible  enseñar al pueblo lo que a pocos dél conviene.


JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 880-1

Retórica Ecclesiástica


       La Retórica Eclesiástica la escribió Fray Luis en latín (Libri sex ecclesiasticae rhetoricae), y fue traducida al castellano en el último tercio del siglo XVIII; en ella se proponía definir el arquetipo del perfecto orador cristiano. En sus ideas sigue a los dos grandes maestros de la oratoria clásica, Quintiliano y Cicerón, particularmente al segundo. Un poco en contradicción con sus propias características, define como ideal el estilo sencillo y natural frente a la demasiada redundancia de palabras; pero encarna perfectamente su propio arquetipo cuando afirma que el orador debe sentir y conmoverse él mismo en la medida en que desea mover y emocionar a sus oyente y, sobre todo, cuando –según la definición de Quintiliano: ‘vir bonus dicendi peritus’- exige para el orador no sólo condiciones de ciencia y elocuencia, sino, sobre todo, cualidades morales, rectitud de intención, integridad y bondad.


JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 884

La Introducción del Símbolo de la fe I


        La Introducción del Símbolo de la fe es a la vez la obra maestra y la más extensa de fray Luis: ‘enciclopedia de la religión cristiana a la luz de la concepción española del mundo’ como la llama Pfandl. Consta la obra de cuatro partes esenciales: en la primera se extiende en comentarios sobre las bellezas de las cosas creadas –el firmamento, los elementos, los animales, las plantas, el hombre con sus potencias y sentidos-, para elevarnos por su contemplación hacia el conocimiento y el amor de Dios (y ésta es la parte de su producción donde abundan especialmente las maravillosas descripciones de la naturaleza que hemos mencionado); en la parte segunda canta las excelencias de la fe, exponiendo los fundamentos de la doctrina cristiana y las diez y seis preeminencias del Cristianismo, y refiere la historia de diversos mártires con cuya fortaleza se entroniza el triunfo de la religión de Cristo sobre la idolatría; la parte tercera explica el misterio de la Redención, con los veinte frutos del árbol de la Cruz, las figuras alegóricas del misterio de Cristo en el Antiguo Testamento y las enseñanzas de los profetas, representando en su conjunto un tratado de divulgación bíblico-teológica; en la parte cuarta torna al misterio de la Redención, pero explicándolo a través de las profecías, siendo aquí donde alcanza la obra una mayor profundidad doctrinal, que no impide las frecuentes bellezas, aunque tengan éstas mayor lugar en la primera parte. Expone en ésta, como idea fundamental, la estimación que debemos hacer de la hermosura de las criaturas como reflejo de Dios y camino hacia Él: ‘El justo –dice- ha de mirarlas como a unas muestras de la hermosura de su Criador, como a unos espejos de su gloria, como a unos intérpretes y mensajeros que le traen nuevas dél, como a unos dechados vivos de sus perfecciones y gracias, y como a unos presentes y dones que el esposo envía a su esposa para enamorarla y entretenerla hasta el día en que se hayan de tomar las manos y celebrarse aquel eterno casamiento en el cielo. Todo el mundo le es un libro, que le paresce que habla siempre de Dios, y una carta mensajera que su amado le envía, y un largo proceso y testimonio de su amor’. Comentando este párrafo escribe Menéndez Pelayo:
       
        ‘A desarrollar esta idea ha consagrado el venerable granadino una parte muy considerable de su Introducción del Símbolo de la fe, obra para la cual le dieron la primera  inspiración y muchos materiales los dos Hexaemerones de San Basilio y de San Ambrosio, y los Sermones de la Providencia, de Teodoreto. Esta hermosísima descripción de las maravillas naturales bajo el aspecto de la armonía providencial, debe citarse como uno de los primeros ensayos de la parte que hoy llamamos 'física estética', aunque aparezca infestada de los errores dependientes del atraso de las ciencias naturales en el siglo XVI. Pero si falta muchas veces exactitud, y el autor se deja ir con nimia credulidad a tener por cosa cierta cuanto ve escrito en Plinio y en Solino, jamás pierde las ventajas de su magnífica elocuencia, empapada en un amoroso sentimiento de la naturaleza, muy raro en nuestra literatura, y más en la del Siglo de Oro[1]


JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 883-4



[1] MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO, Historia de las ideas estéticas en España, La estética platónica, p. 87

jueves, 10 de enero de 2013

Libro de la oración y meditación


        De parecido contenido ascético es otra obra de Granada, el Libro de la oración y meditación, publicada en Salamanca dos años antes que la Guía de pecadores y no tan importante como ésta. Consta de catorce meditaciones sobre las partes de la oración, las tentaciones, la práctica de la virtud, el ayuno, la limosna, etc. Se ha discutido la relación entre esta obra de fray Luis y la del mismo título de San Pedro de Alcántara. Pero aunque exista identidad en numerosos aspectos de la exposición –sobre todo en las consideraciones sobre la muerte y la miseria de la humana naturaleza o sobre las excelencias de la Gloria; temas, por lo demás, inevitables en obras de esta índole- a fray Luis pertenecen los inconfundibles aderezos de esta cálida prosa, llena de colorido gráficamente realista, patéticamente humana, particularmente cuando se demora en los tormentos de la Pasión de Cristo o en la descomposición de nuestro cuerpo.


JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 882-3

Guía de pecadores


       La Guía de pecadores (fue publicada en Lisboa en 1556), libro ascético por excelencia, es un extenso tratado –menos literario que las restantes obras de fray Luis de Granada por su persistente intención moralizadora- sobre las virtudes cristianas; discurre sobre los doce motivos que nos obligan a la virtud -creación, redención, providencia, etc.-, las doce ventajas o privilegios que nos proporciona (no sólo la conquista de la gloria eterna, sino la única felicidad y tranquilidad posibles durante la vida terrenal), las excusas que contra el cambio de vida alegan los pecadores, las tentaciones del mundo y lo caduco de las glorias mundanas; propone remedios contra los pecados e invita finalmente a la mortificación de los sentidos, al ejercicio de la caridad y al cumplimiento de los deberes para consigo mismo, con el prójimo y con Dios.

JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 882

Vida y personalidad


Cronológicamente el  primero de nuestros grandes escritores religiosos, que representa la transición o puente entre el período asimilativo y el de genuina producción nacional, fray Luis de Granada, nació en la ciudad de su nombre en 1504. Llamábase en el siglo Luis de Sarria y sus padres, oriundos de Galicia, eran de modestísima posición. Quedó huérfano de padre a los cinco años, y su madre tuvo que trabajar como lavandera en el convento de dominicos de Santa Cruz de Granada. El conde de Tendilla, movido por la vivacidad del muchacho, lo protegió y nombró paje de sus hijos. En 1525 profesó Luis de Sarria en el convento mencionado y estudió luego en el de San Gregorio de Valladolid, donde fue compañero de fray Bartolomé Carranza y  Melchor Cano. En Córdoba, donde contribuyó activamente a la restauración del convento de Scala Coeli, conoció y trató al Beato Juan de Ávila, de quien recibió notable influjo. Marchó más tarde a Portugal, donde residió gran parte de su vida; ocupó importantes cargos, llegando a Provincial de su orden en dicha nación después de haber rechazado el obispado de Viseo y el arzobispado de Braga, para dedicarse a la predicación, en la que destacó sobremanera, siendo estimado como uno de los mayores oradores de su tiempo. De carácter ingenuo y sendillo, se dejó engañar por una monja milagrera del convento de la Anunziata de Lisboa, que fingía llagas y otras supercherías; pero descubierto su error, lo reconoció al punto, y su rectificación le inspiró uno de sus más famosos sermones, llamado ‘de las caídas públicas’ sobre el pecado de escándalo. Murió poco después, ya octogenario (1588), rodeado de la general admiración.


JUAN LUIS ALBORG, Historia de la Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed. Gredos, Madrid 1975, p. 879

domingo, 6 de enero de 2013

¿Por qué preguntas por mi nombre que es admirable?


Mas antes que entremos en este sanctuario, donde se han de explicar cosas tan grandes, tomaré como por tema y fundamento de ellas aquellas palabras de un ángel, que representaba la persona de Dios, el cual siendo preguntado por su padre, de Sansón, cómo se llamaba, respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?[1]. Esta es una palabra que viene tan propia a la grandeza de Dios y de todas sus obras, que ninguna hay tan pequeña que si bien se considera, no suspenda nuestros ánimos en la admiración de su Hacedor, y no nos haga decir: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?. Tulio, grande orador, dice que no se ha de hacer caso de la elocuencia, que no llega a poner en admiración a los oyentes[2]. Pues si el ingenio humano, ayudado de solo estudio y diligencia humana, puede llegar a hacer un razonamiento tan perfecto y acabado que ponga en admiración a cuantos lo oyeren, ¿qué se debe presumir de las obras trazadas y fabricadas por aquella infinita Sabiduría, en cuya comparación toda la sabiduría de los querubines es ignorancia, especialmente en las obras mayores de que aquí comenzaremos a tratar?. De las cuales  quien no se espanta y queda como atónito considerándolas, es porque totalmente no las entiende, porque la majestad y resplandor de ellas le ciega la vista.
         Comenzando por la obra de la creación, digo que aunque fuese verdad lo que dice sant Agustín, y parece sentir el Eclesiástico[3], que Dios crió toda esta tan grande fábrica del mundo con todo lo que hay en él juntamente, mas con todo eso, con sumo y divino consejo repartió Moisés las obras de la creación en seis días[4].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, F.U.E. Madrid 1996, p. 124-5



[1] Jc 13, 18
[2] M. T. CICERÓN, De optimo genere oratorum, I, 3 (Opera XXX, Patavii, 1968, p. 81)
[3] Cf. Si 18, 1
[4] Gn 1, 3-31: 2, 1-3

El Libro de la Naturaleza


         A la cabeza de los temas más representativos de la Primera Parte de la Introducción del Símbolo de la fe, se encuentra como era esperable, el del ‘Libro de la naturaleza’, tema que con sus variaciones diferenciadas, constituye uno de los asuntos predominantes, desplegándose por extenso, y brillantemente, en un pasaje del capítulo II que, a mi juicio, es uno de los fragmentos más elocuentes y capitales que nunca se hayan escrito a vueltas del símil:

         ¿Qué es, Señor, todo este mundo visible sino un espejo que pusisteis delante de nuestros ojos para que en él contemplásemos vuestra hermosura?. Porque es cierto que, así como en el cielo vos seréis espejo en que veamos las criaturas, así en este destierro ellas nos son espejo para que conozcamos a vos. Pues según esto, ¿qué es todo este mundo visible sino un grande y maravilloso libro que vos, Señor, escribisteis y ofrecisteis a los ojos de todas las naciones del mundo, así de griegos como de bárbaros, así de sabios como de ignorantes, para que en él estudiasen todos, y conociesen quién vos érades?¿Qué serán luego todas las criaturas deste mundo, tan hermosas y tan acabadas, sino unas como letras quebradas e iluminadas, que declaran bien el primor y la sabiduría de su autor? ¿Qué serán luego todas estas criaturas sino predicadoras de su Hacedor, testigos de su nobleza, espejos de su hermosura, anunciadoras de su gloria, despertadoras de nuestra pereza, estímulos de nuestro amor, y condenadoras de nuestra ingratitud? Y porque vuestras perfecciones, Señor eran infinitas, y no podía haber una sola criatura que las representase todas, fue necesario criarse muchas, para que así a pedazos, cada una por su parte nos declarase algo dellas. Desta manera las criaturas hermosas predican vuestra hermosura, las fuertes vuestra fortaleza, las grandes vuestra grandeza, las artificiosas vuestra sabiduría, las resplandecientes vuestra claridad, las dulces vuestra suavidad, las bien ordenadas y proveídas vuestra maravillosa providencia….¿Quién no se deleitará de la música tan acordada de tantas y tan dulces voces, que por tantas diferencias de tonos nos predican la grandeza de vuestra gloria?[1].

         El interés ideológico de esta bella argumentación estriba en que compendia el punto clave de toda la Primera Parte, a saber que la Creación entera es un instrumento de Dios para orientar y conducir a los hombres hacia Él.

Fray Luis de Granada, Introducción del Símbolo de la fe,  edición de José María Balcells, ed. Cátedra, Madrid 1989, p.71-72







[1] FRAY LUIS DE GRANADA, Obras Completas, t. IX, F.U.E.,  Madrid 1996 p. 42-3

sábado, 5 de enero de 2013

Las Indias celestiales


         Mira también el deseo que los apóstoles tenían de la venida del Espíritu Sancto, y las oraciones y clamores con que pedían y suspiraban por ella, y por aquí verás cuánto debes tú desear esta venida, pues en ella esperas recebir el mismo Espíritu, aunque sea por otra diferente manera.
         Mira otrosí el deseo con que una mujer casada y cargada de hijos y necesidades desea la venida del marido que está en las Indias, con la cual espera recebir todo consuelo, amparo, compañía, honra y remedio de todos sus males. Pues ¿cómo no desearás tú con más ardientes deseos la venida de aquel esposo dulcísimo de las ánimas que viene de las Indias celestiales lleno de todos los bienes, para darte mucho más que todo el mundo te pueda dar?
         Estas y otras consideraciones sirven para despertar en el ánima la devoción actual que para este divino sacramento dijimos que se requería.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IV, F.U.E. Madrid 1994, p. 173

viernes, 4 de enero de 2013

Los mártires de Inglaterra


CAPÍTULO XXII

RELACIÓN DE SIETE SACERDOTES QUE PADECIERON POR LA FE DE LA IGLESIA ROMANA EL AÑO DE 1582 EN INGLATERRA      

         Es tan gloriosa y tan admirable, cristiano lector, esta materia de la circunstancia de los santos mártires, que es necesaria particular lumbre y gracia de nuestro Señor para saber estimarla y gustar de ella. Para lo cual es alguna manera de impedimento ser la cosa tan antigua y que tantos años ha que pasó. Y por esto me pareció referir aquí el martirio de siete muy virtuosos y católicos sacerdotes que padecieron agora en nuestro tiempo en el reino de Inglaterra[1]. Y no dudo que, por ser la cosa tan reciente, mueva más nuestros corazones que las pasadas. Y por aquí podremos entender cuán grande fue la constancia y fortaleza de aquellos antiguos mártires, de los cuales muchos padecieron mayores y más prolijos tormentos que los presentes.
         La relación de esto escribió sumariamente al Rey Católico, nuestro señor, don Bernardino de Mendoza, su embajador. Mas una persona, que presente se halló a la muerte de aquellos padres, escribió una carta en lengua latina a un amigo suyo, declarando en particular de la manera que el negocio pasó. La cual va aquí trasladada en lengua española, para edificación y consolación de los lectores. La carta comienza así:
         Los día pasados escribí a vuestra merced lo que pasó acerca de la muerte del reverendo padre Edmundo Campion de la Compañía de Jesús, y de los demás sacerdotes que con él y después de él padecieron por la fe católica el primer día de diciembre, y en el primero de marzo siguiente. Mas agora, como la divina Bondad haya ordenado llamar a la misma corona otros siete sacerdotes suyos, parecióme que convenía a la razón de nuestra amistad comunicar con v. m. estas cosas, para que entienda en qué estado estamos, y cuánto debamos a nuestro señor y salvador Jesucristo, que esta tan insigne constancia de confesión dio aun a mancebos en este nuestro tiempo. El negocio, pues, pasó en esta forma:
         Lunes, a 28 del mes de mayo pasado de 1582, sacaron por dos veces al martirio siete sacerdotes de la ciudad de Londres. La primera vez sacaron tres; conviene saber, Tomás Fordo, Juan Schirto y Roberto Fonsaono, atados unos con otros de pies y manos…

         Pasadas estas cosas, fueron llamados a la audiencia real el padre Edmundo Campion, en el mismo día en que se celebra la fiesta de sant Edmundo, mártir y rey de Inglaterra, y con él fueron llamados el padre Jacobo Bosgra, y Tomás Cótamo, sacerdotes de la Compañía de Jesús, y Rodolfo Servino, del Colegio Anglicano, que está en Roma, y Lucas Hisbleu y Duarte Riztono, sacerdotes del mismo Colegio, y Alexandre Brianto del Colegio Remense. A todos éstos oponían artículos de diversas maneras de traiciones que habían intentado contra su patria y su reina. A lo cual respondieron   que por sola la causa de la verdadera y católica religión eran venidos a su patria, y que por esto solo habían sido llamados a juicio…

                                                        
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XIII, F.U.E. Madrid 1997, p. 179-189 ss                                             
                                                 
                                                                 ********
El editor de las Obras Completas, P. Huerga, sitúa la redacción del Sumario de la Introducción del Símbolo de la fe de 1582 a 1584, pensando que en 1584 todavía trabajaba en la obra, lo que confirma por su alusión al Martirologio de Gregorio XIII; hasta 1588 no se publica la obra en casa de Cornelio Bonardo.





[1] Cf. J. H. POLLEN, The English Catholics in the Reign of Queen Elisabeth, London 1830

Temas de las Obras Completas V

XXXVI
SERMONES DE TIEMPO 1
Después de Pentecostés S 144 13
Sed  misericordiosos S 144 13
El Maestro de justicia nos enseña la misericordia S 144 17
Hemos de adjuntar la penitencia a la misericordia S 144 25
La justicia nos pide no hacer daño ni con el pensamiento S 144 29
Hemos de mirar a nosotros mismos S 144 33
La caridad es hija de la misericordia S 145 41
Nuestro Padre nos da ejemplo de misericordia S 145 47
El vicio de la lengua arranca a Dios del alma S 145 53
Misericordia quiero, no sacrificio S 145 59
La misericordia mana del precepto del amor S 145 63
Henos de amar al prójimo como a nosotros mismos S 145 65
La cena es imagen del reino de Cristo S 146 73
Todos se excusan de asistir al convite S 146 77
El rey invita a los gentiles a su cena S 146 83
El festín consistirá en la visión de Dios S 146 93
Allí será intensísima nuestra felicidad S 146 97
El premio de la cena será eterno S 146 111
La esperanza del premio hace olvidar los trabajos S 147 115
El Señor nos convida con palabras cariñosísimas S 147 117
La puerta para entrar en el convite es la virtud S 147 129
Los invitados son atraídos por la dulzura de Dios S 147 129
El premio es el mismo para la Iglesia triunfante que para la militante S 147 137
En esta vida somos reanimados por el pan celestial S 147 141
Dios añade gozo al gozo de los justos S 147 143
El propio Señor purga las almas de los justos S 147 147
El perdón de los pecados S 148 153
Dios es bondadoso y misericordioso con los pecadores S 148 153
El Salvador fue enviado para sanar a los pecadores S 148 155
La finca llena de abrojos figura su misericordia S 148 163
El alma se pierde por el pecado mortal S 148 169
David volvió con el Señor al expiar su pecado S 148 179
Hemos de evitar la injuria y la detracción S 149 185
La soberbia corrompía a los fariseos S 149 189
El Señor carga sobre sus hombros a la oveja perdida S 149 191
Hemos de arrancar la detracción que siembra la discordia S 149 199
Daniel no consintió la difamación S 149 211
Hemos de echar las redes fiados de su palabra S 150 213
Los deseos nos conducen a la caridad S 150 215
La dulzura de su palabra atraía a las gentes S 150 221
Simón obedece al Señor y echa las redes S 150 225
Dios aumenta el poder del hombre S 150 233
El rey Heraclio reconoció en poder de Dios S 150 245
Rompemos la red del evangelio por el pecado S 151 249
Los gentiles están figurados por el mar S 151 255
El mundo antes y después de la ley S 151 263
S. Vicente atrajo a multitud de personas S 151 265
Sólo Europa permanece cristiana S 151 267
La sensualidad ha roto la red del evangelio en Europa S 151 281
Los pocos que le aman llegarán a la rada costera S 151 281
El Señor manda refrenar la ira S 152 286
El que se aíra contra su hermano será reo de juicio S 152 286
Dios nos manda ser compasivos, perfeccionando la ley S 152 293
Antes de poner la ofrenda hemos de ponernos en paz con el hermano S 152 299
El ofendido debe perdonar las ofensas S 152 301
El Señor es el sol de justicia S 152 305
Hemos de rechazar la ira con preces continuas S 152 319
La ira tiene remedio S 153 321
No hemos de afrentar al prójimo S 153 335
La afabilidad y mansedumbre aplacan el ánimo S 153 353
Hemos de abstenernos del sexo y del vino S 153 353
Nos unimos a Cristo por la fe y la caridad S 154 357
Nos beneficiamos de sus dones por esta unión S 154 357
Él embelesaba con su doctrina a las gentes S 154 363
Con sus trabajos nos mereció la gracia liberadora S 154 373
Los mandamientos nos conducen a nuestro fin S 154 377
La eucaristía nos fortalece en el camino S 154 381
Remedios de la ira S 152 383
Sobre la ira y sus males S 152 383
Los enfermos recibirán la salud S 155 393
Cristo nos da su misericordia S 155 397
Recibiremos el ciento por uno S 155 411
Confiamos en el único que no defrauda S 155 423
La misericordia y la justicia en los pies del Crucificado S 155 433
Hay muchos lobos disfrazados de corderos S 156 435
Hemos de discernir entre lo falso y lo verdadero S 156 441
La Iglesia zozobra por causa de los herejes S 156 445
Quien hace la voluntad de Dios, sigue a Cristo S 156 451
Hemos de dar a Dios su gloria S 156 463
El árbol ha de dar buen fruto S 157 467
La soberbia, la ira y el odio no son de Dios S 157 475
El corazón del hombre es visitado por Dios S 157 481
Quien reviste el alma de fortaleza y hermosura S 157 487
Los trabajos no apartaron a nuestros padres de Dios S 157 493
Hemos de permanecer en vela S 157 501
Con las riquezas injustas debemos hacernos amigos S 158 503
Cristo nos pide la cuenta de  nuestros bienes S 158 509
Temblaremos y apelaremos a su compasión S 158 513
Los pobres nos pueden proteger ante el Juez S 158 523
Obtendremos su misericordia, siendo misericordiosos S 158 525
Al final de la vida daremos cuenta de nuestros actos S 159 535
Hemos de buscar la protección de los pobres S 159 539
Las limosnas nos atraen la gracia del Señor S 159 543
Guardaremos a los que dependen de nosotros S 159 557
Aprovechemos la gracia que Dios nos da S 159 557
Agradaremos a Dios con la caridad y la limosna S 159 563
XXXVII
SERMONES DE TIEMPO 1
Después de Pentecostés S 160 9
Destrucción de Jerusalén S 160 9
Cerco de Jerusalén S 161 43
Desorden en la naturaleza del hombre S 162 79
Dios quiere ser conocido por su bondad y santidad S 163 107
Creación y redencion,manifstcion del poder de Dios S 164 137
19ª Excelencia: Los milagros confirman nuestra fe S 165 173
Defectos que se deben evitar S 166 205
La primera ley es amar a Dios S 167 239
La primera ley es amar a Dios S 166 239
La primera ley es amar a Dios S 167 239
Busca el socorro continuo de Dios S 167 277
Necesidad de conocer la doctrina S 169 311
Atrajo a los hombres al conocimiento de Dios S 170 345
Juicio de Dios S 170 383
Dios obró muchos milagros por sus manos S 172 417
Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarlo. S 172 449
¿Si es lícito sanar en el sábado? S 174 483
Todo el que se ensalza será humillado S 175 519
Ese es el mayor y primer mandamiento S 176 567
Ese es el mayor y primer mandamiento S 177 596
XXXVIII
SERMONES DE TIEMPO 1
Después de Pentecostés S 178 9
Lección del Evangelio y fe para la salvación S 178 9
Perlesía espiritual de las almas S 179 39
La lección del Evangelio S 180 73
Lección del Evangelio S 181 103
Lección del Evangelio S 182 133
Fruto en la vida de calamidades y enfermedades S 183 167
Lección del Evangelio S 184 203
Contra los odios, venganzas y enojos envejecidos S 185 233
Lo que debemos a los hombres, a nosotros y a Dios S 186 273
Cuatro especies de imágenes S 187 305
Lección del Evangelio, palabras del tema S 188 339
Virtud de la esperanza y confianza en Dios S 189 369
Causas del Juicio Universal. Señales que lo antecederán S 190 401
Destrucción de Jerusalén S 191 441
Brevedad de la vida y sus varias y muchas miserias S 192 479
Calamidad común: peste, hambre. Sermón único S 193 513
XXXIX
SERMONES DE SANTOS 1
Tarea principal del oficio pastoral Dedicatoria 9
Alabanza de la obra sin vanagloriarse Dedicatoria 9
Fray Luís desea perpetua felicidad en Cristo Dedicatoria 9
San Andrés S 1 17
Martirio de San Andrés y como podemos imitarle S 1 17
Virtud de la obediencia incondicional S 1 19
Vocación de San Mateo S 1 19
Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres S 1 19
Vida cristiana es una milicia S 1 45
Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres S 1 51
Reputar lo inmundo S 1 57
No aferrarse a lo terreno S 1 67
Llamada a Pedro, Santiago y Juan S 1 71
Llamada de Mateo sentado al telonio S 1 73
Levanta a los mendigos, ensalza del estiércol a los pobres S 1 77
Regocijo de San Andrés al ver la cruz S 1 79
La Concepción de la Stma. Virgen María S 3 97
De la que nació Jesús, por sobrenombre Cristo S 3 97
Virtudes de la Virgen Santísima S 3 97
Concepción miserable del hombre en el pecado S 3 97
Concepción, principio de la Redención S 4 129
Incomparable pureza y santidad de la Virgen S 4 129
Misterios que siguen del pecado original S 4 129
La Concepción de la Virgen María S 4 129
Bondad y clemencia de Dios S 4 131
La ausencia de Dios produce la muerte S 4 142
La Anunciación del Señor S 5 157
Cómo podrá ser esto si no conozco varón S 5 157
Nombre glorioso de la Virgen y su virginidad sagrada S 5 157
Hágase en mí según tu palabra S 5 183
Festividad del Apóstol Tomás S 6 187
Porque me has visto Tomás has creído S 6 187
Comportamiento de los hijos de Dios S 6 191
Incredulidad de Tomás y misericordia de Dios S 6 193
Dichosos los que no vieron y creyeron S 6 199
Festividad del Apóstol Tomás S 7 213
Prueba y revelación de las heridas del Señor S 7 213
Tomás es llevado a la fe de la resurrección S 7 213
Resumen del conjunto de casi toda la filosofía cristiana S 7 213
Incredulidad de Tomás y bondad de Jesús S 7 213
Cristo nos librará de horribles tinieblas S 7 231
La verdadera sabiduría está en la Cruz S 7 235
San Juan evangelista S 8 245
Qué significa recostarse espiritualmente en Jesús S 8 245
Jesús en la cruz hace a Juan de discípulo, hermano S 8 249
Juan, el discípulo amado S 8 259
Amémonos unos a otros, si esto se cumple, basta S 8 263
Recostarse es afianzarse S 8 265
Señor, y éste qué ? S 9 275
Los muchos martirios de San Juan S 9 275
Fiesta de San Juan Evangelista S 9 275
Jesús constituye a Pedro como pastor de su iglesia S 9 279
Caridad común de Dios al linaje humano S 10 307
Singular amor de Cristo a San Juan S 10 307
Fiesta de San Juan Evangelista S 10 307
La Purificación de la Virgen María S 11 337
Purificación de la Virgen María S 11 339
Simeón, hombre justo y temeroso de Dios S 11 349
Ya mis ojos han visto tu salvación S 11 359
Una espada atravesará tu alma S 11 361
Deseemos agradar solamente a nuestro Salvador S 11 365
A tu siervo le das la paz S 12 367
Se prueba la triste muerte de los impíos S 12 367
Se prueba la feliz y plácida muerte de los justos S 12 367
Ejemplo del Santo Simeón S 12 367
Purificación de la Virgen María S 12 367
Humildad de la Virgen S 12 373
Ley sobre la ofrenda de los primogénitos S 13 397
Purificación de la Virgen María S 13 397
La ley pedía la consagración de los primogénitos S 13 397
Dios entregó a su propio primogénito por ti S 13 423
Los padres llevaron al hijo a Jerusalén S 14 425
Purificación de la Virgen María S 14 425
Explicación de la ley de purificación S 14 425
Cumplido el tiempo de purificación de la madre S 14 425
Si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente S 14 453
Tres molestias de la vida mala S 15 457
Fiesta de San Matías Apóstol S 15 457
Venid a mí todos los cargados y yo os aliviaré S 15 457
Detestar el pecado y practicar la virtud S 15 481
La virtud es suave, el vicio áspero S 16 491
Mi yugo es suave y mi carga leve. S 16 491
Comparación entre vicios y virtudes S 16 491
Fiesta de San Matías Apóstol S 16 491
XL
SERMONES DE SANTOS 1
Santo Tomás de Aquino S 17 9
Admirable es Dios en sus santos S 17 11
Las virtudes de Santo Tomás de Aquino S 17 19
Brilló con el don de la sabiduría S 18 37
La contemplación de la bondad y belleza divina S 18 41
La felicidad interior es el mayor bien S 18 45
La Anunciación de Nuestra Señora S 19 67
El ángel de Dios fue enviado a Nazaret S 19 71
La Virgen se turbó al oír el anuncio del ángel S 19 73
¿Cómo sucederá esto? S 19 85
Concebirás y darás a luz un hijo S 20 95
Empieza la redención del género humano S 20 97
La humildad de la Virgen María S 20 101
No temas, María S 20 109
Dios se encarnó por nosotros S 20 121
La virtud del Altísimo te cubrirá con tu sombra S 21 127
La fe, la magnanimidad, la prudencia y la obediencia de María S 21 137
La acción del Espíritu Santo S 21 139
El torrente de las gracias divinas S 21 143
Felipe y Santiago, apóstoles S 22 161
El Señor nos preparará el lugar en el cielo S 22 171
Luego vendré y os llevaré conmigo S 22 175
San Felipe evangelizó la Escitia S 22 187
Santiago gobernaba la iglesia de Jerusalén S 22 189
El Señor consuela de su marcha a los discípulos S 23 193
Nadie viene al Padre sino por mí S 23 194
Señor, muéstranos al Padre, dice Felipe S 23 217
Invención de la Santa Cruz S 24 227
El arcoiris será la señal de mi pacto con la tierra S 24 227
La virtud del Espíritu Santo produce la "nueva vida" S 24 229
La Nueva Ley de Cristo S 24 239
Beneficios de la Cruz de Cristo S 24 241
Cogeré los frutos de la palma S 25 261
Elena descubre la Cruz de Cristo S 25 263
El sacrificio de Cristo en la Cruz S 25 273
Como la serpiente será levantado Cristo S 26 292
Cristo murió por todos S 26 293
La fe viva en la Cruz causa nuestra salvación S 26 299
Contemplar la Cruz es fuente de gracia S 26 311
XLI
SERMONES DE SANTOS 1
Santa Catalina de Siena S 27 21
Gloriosos comienzos de Sta. Catalina de Siena S 27 21
Virtudes varias de Sta. Catalina de Siena S 28 55
Privilegios concedidos a Sta. Catalina de Siena S 29 81
Otras virtudes y dones de gracia de Sta. Catalina S 30 109
Natividad de san Juan Bautista S 31 149
Principales virtudes y elogios de Juan el Bautista S 32 179
Excelencias de Juan el Bautista S 33 211
Los Apóstoles Pedro y Paulo S 34 239
Virtudes de Pedro y Pablo S 34 239
La gracia divina en Pedro y Pablo S 35 269
Dones que Pedro y Pablo recibieron de Dios S 36 297
Comentarios sobre la Visitación de María S 37 337
La Visitación de la B. V. María S 37 337
Comentarios sobre la Visitación de María S 37 337
Visita de María a su prima Isabel S 38 369
Magnificat anima mea Domino... S 39 405
XLII
SERMONES DE SANTOS 1
Santa María Magdalena S 40 9
Conversión y penitencia de María Magdalena S 40 10
La justificación del pecador S 41 54
Santiago Apóstol S 42 89
Beber el cáliz de Jesucristo conduce a la vida eterna S 42 90
La cruz abre el reino de los cielos S 43 124
Ntro. Padre Santo Domingo S 44 162
¿Quién será grande en el reino de los cielos? S 44 162
Naturaleza y oficio de la luz divina S 45 202
Eficacia de la sal frente a la corrupción S 46 230
Suscita en el ánimo la imitación de la fe y la caridad S 47 262
San Lorenzo S 48 293
Alabanza de la paciencia y la tolerancia en las obras S 48 293
La paciencia y la fortaleza del santo S 49 328
Alabanzas a la Santísima Virgen María S 50 362
La Asunción de la B. V. María S 50 363
La grandeza de la Virgen S 51 396
Elogio a la Virgen María en la fiesta de su Asunción S 52 430
XLIII
SERMONES DE SANTOS 1
San Bartolomé S 53 9
Nombramiento de los doce apóstoles S 53 9
El amor fraterno S 54 53
La generación de Jesucristo S 55 89
Natividad de la Santísima Virgen María S 55 89
Virtud y gracia del Evangelio, dignidad de la Virgen S 57 165
San Mateo, apóstol y evangelista S 58 199
Admirable vocación de San Mateo S 58 199
Visión de Ezequiel S 59 235
San Miguel arcángel S 60 273
La virtud de la humildad S 60 275
Los ángeles están siempre junto al Padre celestial S 61 307
El pecado nos cierra las puertas del Reino de los cielos S 62 339
La verdadera riqueza y felicidad es la sabiduría S 63 377
San Jerónimo S 63 377
XLIV
SERMONES DE SANTOS 1
San Francisco de Asís S 64 11
Las virtudes del santo S 64 11
La virtud característica de S. Francisco es la pobreza S 64 11
S. Francisco huía de lo que apetecía su naturaleza S 64 11
Dios se revela a los "pequeñuelos" S 64 13
Siguiendo los consejos divinos llegamos a la gloria S 64 21
S. Francisco consagró su instituto a esta filosofía S 64 25
La pobreza es el fundamento de la humildad S 64 29
Cristo los provee cuando les faltan recursos S 64 33
El amor de Dios es el fundamento de todas las virtudes S 64 35
Evitó el deseo y la búsqueda de riquezas S 64 39
Rebosaba de ciencia divina S 65 43
En S. Francisco reluce la sabiduría y la caridad S 65 43
Hay que hacerse necio para llegar a sabio S 65 47
En el centro del alma está el conocimiento de Dios S 65 49
El maestro es el Espíritu Santo S 65 51
Se encendía en amor oyendo el nombre del Amado S 65 55
Llamaba hermanas a las criaturas S 65 57
Quiso asemejarse a Cristo en la pobreza S 65 57
Por el anhelo de sufrir recibió el don de las llagas S 65 65
Fue S. Francisco como un vaso de oro S 66 71
Está enterrado en Sta. María de la Porciúncula S 66 73
El amor de Dios hace milagros S 66 77
Domingo y Francisco surgieron en la hora undécima del mundo S 66 81
Sus virtudes resplandecieron como el sol S 66 83
El fundamento de su instituto fue la humildad S 66 85
Mantuvo a raya la soberbia S 66 87
Recibió las llagas de Cristo el día de la Exaltación de la Cruz S 66 97
Dios obró muchos milagros por sus manos S 66 99
Dios es admirable en sus santos S 67 101
S. Francisco aventajó a todos en amor de Dios y del prójimo S 67 103
La visión de la divinidad es manjar común para Dios y el hombre S 67 105
Por la observancia de la ley fue premiado S 67 109
Tenía poder sobre los demonios S 67 111
Le obedecían las cosas y los ángeles S 67 123
Tantas maravillas testimonian la bondad de Dios S 67 129
Fiesta de S. Simón y S. Judas S 68 133
Por el arrepentimiento el pecador atrae el perdón de Dios S 68 135
El mismo Dios nos ayuda a cumplir sus mandamientos S 68 137
Dios nos manda amar a todos los hombres S 68 141
Con entrañas de misericordia, pedía Moisés a Dios misericordia S 68 143
S. Simón y S. Judas expulsaron los demonios S 68 145
Los cristianos hemos recibido muchas ayudas S 68 153
El Señor aludió a la infidelidad de su pueblo S 68 155
El mundo nos odiaría, igual que lo hizo con Él S 69 159
Recibiremos grandes beneficios si cumplimos sus mandamientos S 69 161
Podemos pedirle sin límites S 69 163
A los fuertes les anima padecer trabajos por su amor S 69 173
Simón fue crucificado como el Maestro S 69 177
Los tiranos fueron vencidos por los mártires S 69 177
En estos tristes tiempos hay grandes disensiones y guerras S 69 179
Se cree que S. Simón y S. Judas fueron primos del Señor S 69 185
Fiesta de todos los santos S 70 187
Los santos sortearon los mismos peligros que nosotros S 70 189
Llamamos bienaventuranza al último fin del hombre S 70 191
En la otra vida conseguimos la felicidad plena S 70 199
Conseguimos la felicidad, siguiendo los consejos del Evangelio S 70 201
Los santos siguieron el camino de estas ocho virtudes S 70 203
Cristo como príncipe de la paz nos enseñó a vivir en paz S 70 211
Todos los santos fueron bienaventurados S 70 221
Con las virtudes se mantiene la belleza interior S 71 225
La pobreza nos libra de la avaricia S 71 231
La mansedumbre nos une con Dios S 71 235
Señal de gracia es llorar los pecados S 71 237
El hombre bienaventurado es limpio de corazón S 71 245
La paz con Dios, con los hombres y con nosotros mismos S 71 247
Los santos padecieron persecución por la justicia S 72 255
Santidad de Ignacio, Lorenzo, Vicente y la Virgen S 72 261
Los pobres de espíritu acompañarán a Cristo S 72 261
Los seguidores de Cristo dieron testimonio de su fe S 72 281
Los mártires obsequiaron a Dios con su vida S 72 285
Santos mártires S 73 287
Causas de los trabajos de los mártires S 73 287
La esposa asume todos los sufrimientos por su amor S 73 291
Cristo padeció por darnos ejemplo S 73 291
Contrariar a la carne tan unida al espíritu es terrible S 73 299
Tobías recibió la ayuda del ángel S 73 303
Los mártires son admirables por sus sufrimientos S 73 309
 Sufrieron martirio por la conversión del mundo S 74 315
En estos tiempos hay grandes naufragios por la fe S 74 319
Sto Tomás afirma que los milagros confirman la fe S 74 319
El Señor consolidó su Iglesia con milagros S 74 321
Destruyeron la antigua religión S 74 329
La idolatría fue derribada S 74 331
El Señor calmó la tempestad S 74 337
La tranquilidad del alma era atribuida a los dioses S 74 337
El alma siente que pasa el mar a pie enjuto S 74 339
El diablo nos miente como un bellaco S 74 345
Santos confesores S 75 349
Los confesores de la fe S 75 349
Se ciñen los lomos, portan lámparas y están en vela S 75 351
Controlan la lascivia S 75 351
La fe y la ley han de estar en la boca y el corazón S 75 357
Los siervos que están en vela se sentarán a la mesa S 75 363
El banquete está preparado con todos los manjares S 75 365
Las vírgenes que están en vela entrarán con el esposo S 75 371
Dios puso a Cristo como una luz S 76 377
Resplandecerá todo tu cuerpo con la sencillez S 76 377
Disiparía las sombras de muerte S 76 379
Los hombres caminan en tinieblas S 76 381
La lámpara de la fe ha de resplandecer S 76 383
Job y Jacob son alabados por su sencillez S 76 387
Los sencillos no practican la doblez S 76 393
El hombre desobedece a Dios llevado por la curiosidad S 76 397
La amada es semejante a la paloma para el Amado S 76 405
Santas vírgenes S 77 407
Señales de la venida del Señor S 77 407
Las vírgenes esperan al esposo S 77 407
Las lámparas, el aceite, la hora intempestiva son figura de su venida S 77 411
Todos los fieles están representados por las vírgenes S 77 411
Las vírgenes prudentes conocen los tiempos S 77 423
Los holgazanes son necios S 77 425
El Maestro divino nos aconseja que estemos vigilantes S 77 435
Las vírgenes viven exentas de cuidados S 78 439
El reino es un tesoro y una perla preciosa S 78 441
Hay dos vías para ir a Dios S 78 445
El alma se alimenta de viandas espirituales S 78 455
Los perfectos desprecian los bienes del mundo S 78 457
La perla significa la dulzura de la caridad divina S 78 457
La sabiduría está escondida, según Job S 78 463
Los peces serán separados por los pescadores S 78 465
XLV El predicador encamina a los fieles a la luz de la fe S 78 467
RECOPILACIÓN DE FILOSOFÍA MORAL 1
Sentencias de Séneca I I 29
Primera clase: personas de distintos estados 29
Dios I I 29
Providencia de Dios I II 33
Gracia de Dios o auxilio divino I III 43
Beneficios de Dios I IV 45
Abuso de los beneficios divinos I V 53
Conocimiento de Dios por el conocimiento del cosmos I VI 55
Hombre I VII 65
Alma I IX 67
Mujer I VIII 67
Afectos a pasiones del alma I X 71
Vejez y anciano I XI 75
Marido y esposa I XII 75
Padre e hijo. Educación de los hijos I XIII 77
Maestro y discípulo I XIV 81
Señor, esclavo I XV 89
Estado de los que empiezan I XVI 89
Estado de los que progresan I XVII 91
Estado de los perfectos I XVIII 95
Rey. Príncipe I XIX 99
Juez. Magistrado I XX 107
Poderosos. Poder I XXI 111
Nobles. Esclavos I XXII 113
Vulgo, sus errores y opiniones I XXIII 115
Segunda clase: virtudes y vicios 89
Virtud I I 119
La virtud:  en parte fácil,  en parte difícil I II 125
Recta intención en la obra de la virtud I III 129
Voluntario en la virtud I IV 131
Conciencia buena y mala I V 131
El pecado, los males del pecado y su tormento I VI 135
Ocasiones de pecado I VII 139
Multitud de males y corrupción I IX 145
Justificación de los males I X 151
Fe I XII 155
Credulidad I XIII 155
Esperanza. Desesperación I XIV 157
Amor compartido I XV 159
Amor de uno mismo , o deseo I XVI 159
Amor al mundo y desprecio a las cosas vanas I XVII 161
Celo por la virtud I XVIII 173
Amor al semejante y, por contra, odiarlo I XIX 175
Amar a los enemigos I XX 177
Amistad verdadera y falsa I XXI 179
Paz. Concordia I XXII 183
Guerra I XXIII 185
Consolación de los afligidos I XXV 189
Admonición o castigo I XXVI 217
Ocio sin fruto; ocupación moderada I XXVIII 223
Lo que hemos de ofrecer I XXIX 231
Juicio temerario I XXXI 233
Fama. Deshonra I XXX 233
prudencia I XXXII 233
Imprudencia. Ignorancia I XXXIII 237
Justa estima de las cosas I XXXV 239
Deliberación I XXXIV 239
Justicia e injusticia I XXXVI 241
Crueldad I XXXVII 241
Desprecio, maledicencia y su menosprecio I XXXVIII 243
adulación; y libertad para reprender I XXXIX 245
Religión I XL 251
Gratitud. Ingratitud I XLI 253
Oración I XLII 256
Contemplación de la naturaleza I XLIII 259
Obediencia. Desobediencia I XLIV 269
Liberalidad. Generosidad I XLVI 271
Engaño I XLV 271
Avaricia. Prodigalidad I XLVII 291
Riquezas. Ricos I XLVIII 297
Pobreza I XLIX 304
Temor y audacia I LI 341
Magnanimidad. Pusilanimidad I LII 345
Constancia. Inconstancia I LIII 347
I LIII 347
Fortuna e inconstancia de la fortuna I LIV 351
Desprecio y moderación de una y otra fortuna I LV 361
Adversidad. Tribulación I LVI 367
Persecución de los hombres de bien I LVII 373
Exilio I LVIII 373
Paciencia. Impaciencia I LIX 379
Perseverancia I LX 391
Trabajo y aplicación I LXI 391
Moderación e intemperancia I LXII 393
Placer I LXIII 395
Lujo I LXIV 401
La misericordia mana del precepto del amor I LXV 407
Abstinencia I LXVI 417
Guía I LXVII 419
Sobriedad y embriaguez I LXVIII 423
Benevolencia y clemencia I LXIX 425
Ira I LXX 443
Modestia I 460
Moderación de la lengua I 463
Moderación de la lengua I 463
Vergüenza. Pudor I 465
Oci o  relajación del alma I 465
Ambición I 469
Soberbia I 469
Verdadera y falsa gloria I 473
Hipocresía I 473
Conocimiento y exploración de uno mismo I 475
Mortificación o abnegación I 479
Libertad y esclavitud I 485
Soledad I 491
Tercera clase: distintos lugares 495
Sabio. Sabiduría I I 495
Filosofía I II 499
Ciencia útil y la inútil I III 511
Curiosidad que se aprueba y la que debe desaprobarse I IV 515
Elocuencia I V 519
Estudio y pasión por aprender I VI 527
Lectura I VII 533
Ejercicio I VIII 541
Verdad I IX 541
Naturaleza I XI 543
Ley I X 543
Costumbre buena y mala I XII 545
Vida I XIII 547
Muerte I XIV 571
Tiempo I XV 579
Felicidad verdadera y falsa I XVI 579
XLVI Felicidad de las almas dichosas I XVII 601
RECOPILACIÓN DE FILOSOFÍA MORAL 1
Sentencias de Plutarco II I 9
Primera clase: personas de distintos estados 9
Dios II I 9
Providencia y justicia de Dios II II 11
El alma racional II IV 21
La hora de Dios II III 21
Los efectos y pasiones del alma II V 25
Hombre y mujer. Matrimonio II VII 29
Juventud. Vejez II VI 29
Padre e hijo. Educación de los hijos II VIII 33
Maestro y discípulo I IX 39
Estado de los que progresan II X 42
Sacerdote II XI 57
Rey. Príncipe II XII 59
Juez. Magistrado II XIII 72
Acepción de personas II XIV 81
El estado II XV 85
Poderosos. Poder II XV 87
Segunda clase: virtudes y vicios 89
Virtud verdadera y falsa II II 91
El medio de la virtud II III 93
La tentación II V 94
Conciencia buena y mala II VI 94
Sociedad de hombres de bien II VII 101
Amor propio II VIII 101
Amor a los enemigos II IX 103
Amistad verdadera y falsa II X 111
Paz. Concordia II XI 115
Guerra II XII 117
Sedición. Facción II XIII 117
Consolación de los afligidos II XIV 119
Reprensión. Castigo II XV 125
Envidia II XVI 135
Pereza y, por contra, diligencia II XVII 137
Benevolencia y malevolencia de los ciudadanos II XVIII 139
prudencia II XIX 141
Justicia II XX 143
Usura II XXI 143
Restitución II XXII 147
Injuria. Improperio II XXIII 149
adulación; y libertad para  aconsejar II XXIV 151
Religión II XXV 181
Sacrificio. Ofrenda II XXVI 183
Amor a la patria II XXVII 183
Respeto a los mayores II XXVIII 185
Gratitud a Dios II XXIX 187
Contemplación II XXX 187
Juramento II XXXI 187
Mentira II XXXII 189
Obediencia. II XXXIII 189
Liberalidad II XXXIV 189
Avaricia. Prodigalidad II XXXV 191
Riquezas. Ricos II XXXVI 193
Pobreza II XXXVII 195
Fortaleza II XXXVIII 197
Desprecio y moderación de una y otra fortuna II XL 199
Inconstancia de la fortuna II XXXIX 199
Prosperidad II XLI 205
Adversidad II XLII 205
Persecución de los hombres de bien II XLIII 207
Paciencia. Impaciencia II XLIV 207
Constancia II XLV 211
Temperancia. Intemperancia II XLVI 213
Lujo II XLVII 213
ABSTINENCIA II XLVIII 215
Gula II XLIX 217
Ebriedad II L 219
Castidad. Celibato II LI 219
Clemencia. Mansedumbre II LII 223
Mansedumbre. Ira II LIII 223
Restablecimiento o relajación del alma II LIV 237
Conocimiento propio II LV 239
Abnegación de sí o represión de los afectos, o continencia II LVI 243
Paz o tranquilidad del alma II LVII 247
Inquietud del alma. Preocupaciones. Discordia II LVIII 255
Modestia II LIX 257
Moderación de la lengua II LX 259
Adorno de vestidos II LXI 259
Vergüenza. Pudor II LXII 261
Filosofía II LXIII 271
Poesía II LXIV 273
Curiosidad reprobable II LXV 279
Ambición; desprecio del honor II LXVI 285
Honor II LXVII 287
Hipocresía II LXVIII 287
Elocuencia II LXIX 289
Afán por saber; ardor por aprender II LXX 291
Costumbre II 295
Verdad II 295
Tiempo II 297
Vida II 297
Muerte II 299
Región de los infiernos II 303
Región de los bienaventurados II 305
Felicidad verdadera y falsa II 307
Mezcla de distintas sentencias II 311
XLVII
RECOPILACIÓN DE FILOSOFÍA MORAL 1
Sentencias de autores insignes III I 9
Primera clase: personas de distintos estados 9
Dios III I 9
Providencia de Dios III II 11
La obra de Dios III III 13
Cristo III IV 13
Hombre III VI 15
Santo III V 15
Mujer III VII 19
Alma III VIII 19
Libre albedrío III IX 21
Niñez y adolescencia III XI 23
Afectos III X 23
Vejez III XII 23
Marido y esposa III XIII 25
Padre e hijo. Educación de los hijos III XIV 33
Señor, esclavo III XV 37
Maestro y alumno III XVII 39
Maestro y discípulo III XVI 39
Prelados y su residencia III XVIII 41
Rey III XIX 43
Magistrado. Juez III XX 59
Regalos que ciegan a los jueces III XXI 65
Estado III XXII 67
Poderosos. Poder III XXIII 73
Noble. Nobleza III XXIV 73
Vulgo III XXV 75
Vulgo III XXV 75
Segunda clase: virtudes y vicios 83
Virtud III I 83
Prppósito en la obra de virtud III II 87
Acierto en buscar lo bueno III III 87
Conciencia buena y mala III IV 89
Ocasiones de los pecadores III VI 91
Vicio. Pecado III V 91
Asociación de buenos y malos III VII 93
Blasfemia III IX 93
Tentación III VIII 93
Amor III XI 95
Esperanza III X 95
Amar a los enemigos III XII 97
Amistad. Amigos III XIII 99
Paz. Concordia III XIV 103
Guerra III XV 103
Consolación de los afligidos III XVII 107
Misericordia. Lismona III XVI 107
Castigo o admonición III XVIII 109
Envidia III XIX 111
Trabajo y diligencia III XX 115
Ocio, pereza III XXI 119
Ejemplo, imitación III XXII 121
Prudencia, imprudencia III XXIII 123
Curiosidad III XXIV 127
Consejo III XXVI 127
Verdad III XXV 127
Justicia e injusticia III XXVII 131
Cruel III XXVIII 133
Usura. Interés III XXIX 135
Tributos III XXX 135
Adulación III XXXI 137
Deyección III XXXII 139
Improperio III XXXIII 143
Mentira III XXXIV 143
Gratitud. Ingratitud III XXXV 145
Tercera clase: distintos lugares 227
Ley III I 227
Filosofía. Ciencia III II 229
Elocuencia III III 235
Lectura III IV 243
Estudio III V 243
Destino III VIII 245
Ejercicio III VI 245
Costumbre III VII 245
Experiencia III IX 247
Vida III X 247
Muerte III XI 249
Penitencia III XII 255
Felicidad  o fin último de la vida humana III XIII 255
XLVIII
LUGARES COMUNES PARA LA PREDICACIÓN 1
Primera clase
Dios I 39
La sabiduría de Dios II 47
La bondad y misericordia de Dios III 51
El amor de Dios a nosotros IV 59
Los beneficios de Dios V 61
La providencia de Dios VI 65
La providencia de Dios para con los buenos VII 85
La justicia de Dios VIII 104
Los juicios de Dios IX 111
La predestinación y la reprobación X 115
El Espíritu Santo XI 121
Cristo XII 123
La encarnación y el nacimiento de Cristo XIII 141
La pasión de Cristo XIV 149
La resurrección de Cristo y la nuestra XV 159
Cristo rey y sacerdote XVI 165
La Santísima Virgen María XVII 170
El ángel XVIII 173
Sermón sobre la custodia de los ángeles S 1 175
El santo XIX 175
El apóstol XX 195
El mártir XXI 199
El hombre XXII 202
La mujer XXIII 206
Miserias y condición de la naturaleza humana después del pecado XXIV 211
El alma XXV 221
La voluntad XXVI 227
Los afectos o pasiones del alma XXVII 231
La juventud y la vejez XXVIII 247
El cristiano XXIX 249
Los tres estados de los cristianos XXX 257
Los principiantes XXXI 261
Los aprovechados XXXII 265
Los perfectos XXXIII 271
El monje XXXIV 279
La renuncia XXXV 298
El predicador XXXVI 314
El oyente de la palabra de Dios XXXVII 339
El clérigo, el sacerdote XXXVIII 349
El obispo, el presidente XXXIX 371
El rey XL 397
El juez XLI 409
El estado XLII 423
Los poderosos XLIII 427
Los nobles, la nobleza XLIV 429
Los abogados de causas XLV 433
Los mercaderes XLVI 435
El vulgo XLVII 437
XLIX
LUGARES COMUNES PARA LA PREDICACIÓN 1
La virtud I 9
Los vicios bajo apariencia de virtud II 23
La virtud en el término medio III 27
La virtud fácil y difícil IV 29
La medida de la virtud V 35
La intención recta en la virtud VI 43
La virtud voluntaria VII 53
La conciencia VIII 55
El pecado, el pecador IX 59
Las ocasiones de pecar X 83
La compañía de los buenos y de los malos XI 89
El pecado venial XII 99
El pecado inveterado, o la costumbre de pecar XIII 103
La obstinación en el pecado, o ceguera mental XIV 109
La multitud de los pecados, o la corrupción de las costumbres XV 119
El castigo o la punición que se impone a los pecados XVI 121
La tentación: el camino al pecado XVII 155
La fe XVIII 173
La blasfemia XIX 185
La credulidad XX 189
La esperanza, la confianza XXI 191
La confianza en sí mismo o en las criaturas XXII 213
La desesperación, la presunción XXIII 217
El amor en común XXIV 221
El amor a Dios XXV 223
El celo de honor de Dios XXVI 261
El amor o el odio al prójimo XXVII 269
El amor a los enemigos XVIII 277
La amistad XXIX 281
La paz exterior XXX 289
La paz interior XXXI 295
El abatimiento XXXII 303
La diligencia, el fervor de espíritu XXXIII 307
La ociosidad, la negligencia, la pereza XXXIV 309
El exceso de ocupaciones XXXV 317
La misericordia y la limosna XXXVI 319
El consuelo de los afligidos XXXVII 347
El escándalo XXXVIII 359
Buenos y malos ejemplos XXXIX 367
Corrección o castigo XL 371
La corrección fraterna XL 375
La envidia XLI 383
El juicio temerario XLII 395
La prudencia, la imprudencia XLIII 399
La necedad XLIV 415
La curiosidad XLV 415
La experiencia XLVI 419
La verdad XLVII 421
El consejo XLVIII 425
La sencillez LXIX 437
La justicia, la injusticia L 443
La restitución LI 453
La usura LII 455
El sacrificio LIII 455
La obediencia, la desobediencia LIV 459
La generosidad, la avaricia LV 473
La riqueza, los ricos LXVI 491
L
LUGARES COMUNES PARA LA PREDICACIÓN 1
La oración, frutos y modos de orar XLVII 9
Meditación y olvido de Dios LVIII 49
Vida activa y contemplativa LIX 69
Preparación del alma para la oración LX 89
Devoción: ayudas  e impedimentos LXI 99
Gozo espiritual LXII 111
La fortaleza en general LXIII 127
La magnanimidad LXIV 133
La perseverancia LXV 137
La paciencia LXVI 141
La tribulación, la adversidad: su utilidad LXVII 155
El sufrimiento LXVIII 179
La fortuna próspera y adversa LXIX 183
La prueba de las virtudes LXX 195
La templanza, moderadora de las pasiones L 207
La abstinencia, el ayuno L 219
La embriaguez, la moderación L 257
La castidad L 259
La virginidad L 273
La lujuria L 283
El ornato del cuerpo y de los vestidos L 293
La mansedumbre, la ira L 299
La modestia L 311
La moderación de la lengua L 317
El honor, la alabanza L 325
La soberbia L 333
La ambición L 345
La arrogancia, la presunción L 351
La vana gloria L 353
La hipocresía L 367
La humildad L 372
El conocimiento de sí mismo L 395
El amor de sí mismo L 419
El amor de los bienes terrenales L 427
El mundo, menosprecio del mundo L 435
La abnegación de sí mismo L 447
Libertad, esclavitud L 477
LI
LUGARES COMUNES PARA LA PREDICACIÓN 1
Bienaventurados los pobres de espíritu I 9
Bienaventurados los que lloran II 15
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia III 23
Bienaventurados los limpios de corazón IV 31
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia V 35
De los dones en común VI 45
Sabiduría VII 47
Temor VIII 57
Sacramentos IX 73
El sacramento del bautismo X 75
El sacramento de la confirmación XI 79
La eucaristía XII 81
La penitencia, la confesión XIII 101
La excusa de los pecados XIV 121
La contrición, la atrición XV 125
La satisfacción XVI 141
La recaída XVII 143
El aplazamiento del arrepentimiento XVIII 147
El matrimonio XIX 159
La educación de los hijos XX 167
La justificación del impío XXI 177
La gracia XXII 187
Dignidad y hermosura del alma en gracia XXIII 201
Las inspiraciones divinas XXIV 209
El mérito XXV 215
El evangelio XXVI 223
La ley XXVII 235
La Iglesia XXVIII 239
Los concilios generales XXIX 243
La Sagrada Escritura XXX 249
La ciencia, la doctrina, la filosofía XXXI 277
La elocuencia XXXII 293
El bien XXXIII 301
La naturaleza XXXIV 303
La costumbre, la necesidad XXXV 305
La vida XXXVI 309
La muerte XXXVII 327
El purgatorio XXXVIII 347
El juicio final XXXIX 351
Los tormentos del infierno XL 375
La bienaventura celestial XLI 391
La felicidad, el fin último XLII 433