martes, 29 de octubre de 2013

Popularización de la mística española

         Este aspecto de popularización que ofrece la literatura mística española ha sido también la causa de su extraordinaria difusión e influencia por el mundo entero. Sería imposible tal vez exponer la bibliografía completa de las traducciones de nuestros místicos. Baste el ejemplo de fray Luis de Granada, cuyas obras alcanzan, si es que no pasan de esa cifra, las mil ediciones, y entre ellas, sesenta en alemán y sesenta y dos en inglés.

Berta Pensado, La mística, Rev. Temas españoles nº 208, Publicaciones españolas Madrid 1955, p. 34


Difusión de la obra granadina

      La prosa de Fray Luis de Granada tiene una dimensión oratoria de estirpe ciceroniana moderada, llena de ritmo y color, abundante en las descripciones de un sorprendente realismo y un delicado sentido poético, sin que por ello prescinda del rigor conceptual aristotélico propio de la orden.

      La obra de Fray Luis de Granada gozó de una gran acogida en su tiempo. A las innumerables ediciones en español y portugués, hay que sumar las traducciones que, durante los siglos XVI y XVII, extendieron sus escritos por toda Europa. Así, por ejemplo, a lo largo de estos dos siglos, la Guía de pecadores fue traducida al italiano, al latín, al polaco, al griego y al francés; el Libro de la oración y meditación se tradujo al latín y al italiano; el Memorial de la vida cristiana se tradujo al alemán, al italiano y al francés; la Introducción del símbolo de la fe fue vertida al italiano, latín e incluso al japonés. Su presencia en Inglaterra también es notable. Posteriormente, el siglo XVIII valoró la limpieza y precisión de su prosa frente a los excesos barrocos. Ésta es la consideración que más extendidamente ha perdurado, la del prosista de altura, en detrimento, tal vez, de la dimensión espiritual de su escritura.

Juan Varo Zafra, Academia de Buenas Letras de Granada

sábado, 26 de octubre de 2013

Los libros de fray Luis de Granada en Colombia



EL LIBRO Y LA IMPRENTA EN LA CULTURA COLOMBIANA

         Algunos de los asientos de los registros de embarques muestran las predilecciones literarias de los lectores americanos. Al azar tomamos de un pagaré de Pedro García y Pedro de Trujillo (México, 1576) : "Quatro Sumas de fray Luis", "Dos Marco Aurelio", "Seis Aventuras" (de Gerónimo de Contreras), "Dos proverbios del Marqués", "Dos Jubenal y Persio" "Una Agricultura", "Quatro Terencios", "Tres Valerio Máximo", "Un Plinio", "Dos Tragedias de Séneca", "Dos Lucano", "Una Lógica de Gaytano", "Dos Epístolas de Ovidio", "Seis Coloquios Matrimoniales", "Un Marcial", "Dos Secretos de Cirugía"; de la escritura de Francisco de la Hoz a Juan del Río (Lima, 1584) : "25 Examen de Ingenios" (Juan Huarte), "12 Propaladia y Lazarillo en pergamino", "6 obras de Fray Luis de Granada", "6 Orlando enamorado", "12 primera y segunda Araucana", "50 Epístolas de Tulio" (Cicerón), "12 Virgilios", "4 Historia de África" (Pedro de Salazar), "6 Comedias de Lope de Rueda", "4 Ulises de Homero en ochavo de pliego en tablas de papel y cueros de color", "4 diferencias de libros de Alexo Banegas", "6 Garcilaso de los chiquiticos cin comento en pergamino"; y así pudiéramos continuar copiando estos sugerentes títulos tan elocuentes en su anacrónico laconismo.
          La producción literaria de la metrópoli sí llegó a tierras de Indias a pesar de ciertas prohibiciones legales que, como muchas otras, fueron acatadas pero no cumplidas. El libro vence esos obstáculos y libre o clandestinamente penetra en el Nuevo Reino. Famosas son en la Santafé colonial las bibliotecas del Colegio del Rosario y la de los Jesuítas de San Bartolomé que después de la expulsión de la Compañía, vendría a constituir, como en otras ciudades americanas, la Biblioteca Pública, fundada en 1774. No son raras las bibliotecas de algunos particulares, entre las que se distinguen por su variedad y riqueza la del Arzobispo-Virrey don Antonio Caballero y Góngora y la del Precursor don Antonio Nariño en la que además de la cultura clásica y de buen número de autores europeos del Siglo de Oro, figuran las más atrevidas publicaciones filosóficas y políticas del siglo XVIII en las que el insigne bogotano bebería sus ideas revolucionarias. El sabio don José Celestino Mutis, fundador de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada reúne una espléndida colección de obras científicas que merecieron elogiosos comentarios del Barón de Humboldt.

             Es evidente que el contrabando participó también en esta empresa de cultura, y los libros llegaron en toneles de vino, en cajas de conservas, en todas aquellas pintorescas formas de que se valió la clandestinidad para burlar las prohibiciones.
        
BIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO

Lohmann y Fray Luis de Granada


domingo, 20 de octubre de 2013

Influencia de fray Luis de Granada en Japón


Noticia de la conservación de textos de fray Luis de Granada en Japón

Este poblado llamado Sendaiji, que pertenecía en su época al dominio del conocido Daimyo (Señor feudal) cristiano Justo Takayama -contemporáneo de Francisco Javier, Luis Frois, Gnecchi-Soldo Organtino y de otros ilustres misioneros venidos de Occidente- y que se encuentra en la parte montañosa de la provincia de Osaka, se conoce desde hace años como antiguo reducto de “Kakure Kirishitan” o sea de “Cristianos escondidos”, donde la gente había mantenido su fe cristiana durante cerca de trescientos años en clandestinidad a pesar de las arduas circunstancias persecutorias.
 Ya hacia 1920 se encontraron en una casa de este poblado de Sendaiji algunos objetos de devoción católica del siglo XVI, figuras de santos (por ejemplo, el conocido retrato de Francisco Javier, conservado actualmente en el Museo Municipal de Kobe), un compendio de meditación escrito en japonés, una recopilación de algunos libros religiosos españoles traducidos al japonés (Introducción del Símbolo de la Fe y Libro de la Oración y Meditación de Fray Luis de Granada, por ejemplo), unos crucifijos, un rosario etc., mantenidos hasta entonces en absoluta clandestinidad por más de tres siglos largos.
La señora María Higashi, actual dueña de una de las antiguas casas tradicionales del clan de “cristianos escondidos”, me comentó, cuando fui a verle el otro día con ocasión de mi vista a los fosos, que tenía mucho interés en localizar con precisión los trozos de los textos originales españoles, italianos o latinos que habían servido de base para el libro japonés del siglo XVI encontrado en el antiguo almacén de su casa. Una tarea interesantísima, pero ardua al mismo tiempo.

                                                             Hidehito Higashitani[1]






[1] HIDEHITO HIGASHITANI es catedrático emérito de la Kobe University of Foreign Studies y actualmente catedrático de Literatura en Himeji Dokkyo University (Japón).

viernes, 18 de octubre de 2013

Corazón de madre con el prójimo

          Y si de todo esto quieres tener particular memoria y comprenderlo en una palabra, trabaja por tener, como ya dijimos, para con el prójimo corazón de madre, y así podrás cumplir enteramente con todo lo susodicho.
            Mira de la manera que una buena y cuerda madre ama a su hijo: cómo le avisa en sus peligros, cómo le acude en sus necesidades, cómo lleva todas sus faltas, unas veces sufriéndolas con paciencia, otras castigándolas con justicia, otras disimulándolas y tapándolas con prudencia; porque de todas estas virutudes se sirve la caridad como reina y madre de las virtudes. Mira cómo se goza de sus bienes; cómo le pesa de sus males; cómo los tiene y los siente por suyos propios; cuán grande celo tiene de su honra y de su provecho, con qué devoción ruega siempre a Dios por él, y, finalmente, cuánto más cuidado tiene de él que de sí misma, y cómo es cruel para sí por ser piadosa para con él.
            Y si tú pudieres arribar a tener esta manera de corazón para con el prójimo, habrás llegado a la perfección de la caridad, y ya que no puedas llegar aquí, a lo menos esto debes tener por blanco de tu deseo, y a esto debes siempre enderezar tu vida: porque mientras más alto pretendieres subir, más bajo quedarás[1].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VI, F.U.E., Madrid 1995, p. 451-2





[1] FRAY LUIS DE GRANADA, Obra Selecta. Una suma de la vida cristiana.Textos seleccionados por Fray Antonio Trancho, B.A.C., Madrid 1947, p. 402

El Rosario de Nuestra Señora: devoción excelente


                Pues en este libro ('Meditaciones de la vida de Cristo') se ha tratado hasta aquí de los principales misterios de la vida de nuestro Salvador, es ahora de saber que, entre otros muchos frutos para que sirve esta doctrina, uno de ellos es saber por aquí la historia de los misterios del Rosario: y por esto me pareció dar aquí brevemente la razón por la cual esta devoción es tan universal y tan celebrada en la Iglesia cristiana, y declarar cuáles sean los misterios que comprende, para que con mayor estudio y diligencia los devotos de nuestra Señora se apliquen a ella [1].
Virgen de Lepanto
Santa Cruz la Real en Granada
Y así no es otra cosa la devoción del Rosario, si se aplica como conviene, sino meditación de los principales misterios de la vida de nuestro Salvador y de su santísima Madre, los cuales andan juntos, porque en todos ellos entrevino la Virgen nuestra Señora como su Hijo bendito, mayormente en los de su santa niñez.
         Advertiremos que se reparte en quince misterios principales de la vida de nuestro Salvador y de su santa Madre, que son cinco gozosos, y cinco dolorosos, y otros cinco gloriosos.
         Los cinco primeros gozosos son: la anunciación del ángel a nuestra Señora, la visitación a Santa Isabel, la natividad del Salvador, la adoración de los Reyes Magos, la purificación de nuestra Señora y presentación de su Hijo en el templo, o cuando después de perdido lo halló en el mismo templo.
         Los cinco dolorosos son: la oración del huerto, los azotes a la columna, la coronación de espinas, el llevar la cruz a cuestas, el ser crucificado en ella, con lo cual se junta el oficio de la sepultura y la soledad de nuestra Señora.
         Mas los cinco misterios gloriosos son: la resurrección del salvador, con el aparecimiento a la sagrada Virgen y a los discípulos, la subida al cielo, en la cual piadosamente creemos haberse hallado la Virgen Santísima, porque justo era que la que se halló presente a los dolores del monte Calvario, no careciese de la fiesta y gloria del monte Olivete. El tercer misterio glorioso fue la venida del Espíritu Santo, a la cual esta Virgen se halló presente con los discípulos y discípulas de su Hijo. El cuarto fue su gloriosa asunción, y el quinto, la gloria de su coronación.
         Pues el que quiere cumplir con esta devoción, no se ha de contentar con rezar secamente las Avemarías que el Rosario comprende, sino, rezando con la boca, debe el corazón ir rumiando y meditando estos misterios susodichos, deteniéndose en cada uno con la devoción que el Espíritu Santo le administrare.
Pues con esta devoción, que pertenece a la gloria del Hijo y de la Madre, alcanzará el hombre la gracia y favor de ambos, para que le sean favorables en todos los negocios y trabajos de esta vida, y mucho más en el postrer trance de la muerte, para que, ayudado en este paso, vaya a gozar y ver esta santa Virgen con su precioso Hijo en el cielo. Al cual sea honra y gloria en todos los siglos de los siglos. Amén.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VIII, F.U.E. Madrid 1995, p. 296-8

                                     
Virgen del Rosario
Iglesia de Santo Domingo en Cartagena (Capilla Marraja)
                                 

[1] Tomado de:  www.dominicos.org/espiritualidad/rosario/voces








[1] Tomado de  www.dominicos.org/espiritualidad/rosario/voces

miércoles, 16 de octubre de 2013

Biblioteca de Azorín en Monóvar

           ¿Cuál es su mérito y su puesto en la literatura castellana? De Azorín, que le ha estudiado con cariño e inteligencia es esta frase: En Fray Luis de Granada se inicia la lengua castellana moderna: Granada la escribe y da, en la 'Retórica', su estética[1]. Y partiendo de Granada, como de un limpio hontanar, ha trazado en un bello ensayo –De Granada a Castelar- la trayectoria del castellano moderno. Se le lee hoy con la misma facilidad que hace cuatro siglos. A su lado, otros escritores contemporáneos suyos resultan arcaicos y a trechos ininteligibles. La prosa de este hombre –añade el mismo Azorín- es casi nueva, moderna, inactual. El castellano le debe –escribirá Cejador- el estilo oratorio, amplio y elegante, numeroso y bien trabado[2].

Fray Luis de Granada, Obra selecta. Una Suma de la vida cristiana, B.A.C., Madrid 1947 p. LXVII

Textos seleccionados por Fr. Antonio Trancho; Introducción de Fr. Desiderio Díez de Triana




[1] AZORÍN, De Granada a Cautelar, p. 9, Col. Austral
[2] CEJADOR, Historia de la lengua y literatura castellana t. II, Madrid 1915, p. 124

                                             













martes, 15 de octubre de 2013

María Teresa Cervantes

                                                  ROSAS EN DICIEMBRE

         La semana pasada paseaba por la plaza de los Héroes de Cavite cuando me sorprendieron las espléndidas rosas rojas que se alzaban en los jardines de los parterres, y me acordé de la observación del historiador romano Plinio a quien habían admirado las rosas de Cartagena en invierno.


Plinio en el Parque Torres

         Hace frío, y pasa el tiempo muy rápido, nos parece. Y se siguen publicando libros de poesía, y haciendo homenajes a escritoras como Mª Teresa Cervantes. Nacida en Cartagena y poetisa.
      Se me va la mente a un conocido investigador, ocupado en estudiar la vida de los caribes americanos; antes ha editado la obra de fray Luis de Granada, y antes la biografía del santo varón, donde relata los años más fecundos de fray Luis escritor, éste, aunque temiera que el Señor no le diera espacio, ya tenía sobre la mesa su mayor obra La Introducción del Símbolo de la fe que, terminada en 1582, publica en Salamanca en 1583. Así lo cuenta el propio fray Luis:

         Nuestro libro, a Dios gracias, está ya impreso, y ha tardado tanto porque es mucha escritura. Ca es cuasi tanto como todos los otros libros que tengo escritos en nuestra lengua.

         Creo que la obra de un escritor nos da idea de lo que es, a mí me pasa algo parecido cuando veo la gran obra de María Teresa y la agilidad y facilidad con que publica libros en verso. Llega un momento en la vida, en que un poeta busca actividades más interesantes, y cambia de tercio. Cuando el poeta sigue escribiendo poesía en la madurez se convierte en un clásico, ¿no es así?.

Soldado y rosas en diciembre

         No soy escritora y admiro a quien escribe por la dificultad que eso supone. Y no hablo en broma.
      ¿Qué me impresiona de la poesía de Mª Teresa? Su substancia, su contenido, lo que dice. Es posible que como lectora la valore por aquello, precisamente, que a mí me dice. 
         No puedo remediar esta actitud, pues no soy un crítico, soy una amiga. Ella dice en estos versos sueltos:


     ‘y he vivido el milagro de sentirme’

     ‘que hace resucitar mis alegrías’

      ‘saberme caminando’

     ‘en el parto de mi madre’

     ‘La página que vivo’
     ‘No creo en paraísos’
     ‘Quiero seguir viviendo’

     ‘amo la tierra que piso’ 
     ‘le gustaba asomarse a ver la lluvia’
     ‘en silencio invocando belleza’
     ‘una plegaria’

     ‘mitifique el jardín bajo el sol de la tarde’


     ‘la nave, mar adentro’


     ‘la música que fulge en el silencio’

     ‘el aire de la noche nos penetra la vida’


     ‘en busca de quietud, de paz, de un aire limpio’

     ‘aquí las bellas margaritas’

     ‘del cosmos’

     ‘Mas se advierte una luz
     antes de que amanezca’

     ‘eternidad’

     ‘Concebida cual niña solitaria’
     ‘pudo ser su verdadero autor’


¿Nos podemos preguntar de donde mana su poesía?
¿Cuál es la fuente de dónde bebe?.

Ella nos dice que su poesía fluye del cosmos, que busca la eternidad, como niña solitaria advierte una luz que la conduce más allá, en busca de su Creador. Que desea el aire limpio, la quietud, la paz, las bellas margaritas. La noche estrellada la hace sentirse viva, y la música, y el silencio. Ama también la tierra, su tierra, y meterse mar adentro. No cree en los paraísos, pero invoca en su plegaria la belleza. Vive en el milagro la página de cada día, desde que su madre le dio el ser, camina por la vida llena de alegría, como en una resurrección.


Rosa en la Plaza de los Héroes de Cavite

         Es María Teresa como una de estas rosas que florecen en nuestra tierra en diciembre, rosas rojas, hermosas: Mitifique el jardín bajo el sol de la tarde, escribe Mª Teresa dorando su color.

Rosas sobre la Muralla del Mar



Aurora Llamas Inglés

Homenaje a fray Luis de Granada (1588-1988)



                                       

Lápida conmemorativa del IV Centenario de la muerte de Fray Luis de Granada
       

El Colegio San Gregorio de Valladolid

Asimismo el Colegio-Convento de San Gregorio de Valladolid desde su fundación en 1499 fue un centro teológico y de espiritualidad de gran importancia, donde se vivían con notable intensidad las últimas corrientes culturales (humanistas) y de espiritualidad (savonarolismo, erasmismo, etc.), y donde al mismo tiempo se enseñaba la Suma de Santo Tomás desde la primera hora. Sus estatutos fueron modelo para otros centros universitarios inmediatamente posteriores. Aquí actuaron o se formaron casi todos los grandes maestros teólogos dominicos: Deza, Matías de Paz, Vitoria, Carranza, Cano, Luis de Granada, etc. La gran importancia de este centro dominicano la veremos más tarde al tratar de las instituciones teológicas[1].


Juan Belda Plans, La Escuela de Salamanca, B.A.C., Madrid 2000, p. 70


[1] Cf. M. ANDRÉS, La Teología Española, vol. 1, p-130-2

lunes, 14 de octubre de 2013

Carta de santa Teresa de Jesús


                                                        Beas (Jaén), fines de mayo, 1575
           Jhs.
           La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra paternidad, amén.
De las muchas personas que aman en el Señor a vuestra paternidad por haber escrito tan santa y provechosa doctrina y dan gracias a Su Majestad, y por haberle dado a vuestra paternidad para tan grande y universal bien de las almas, soy yo una.
         Y entiendo de mí que por ningún trabajo hubiera dejado de ver a quien tanto me consuela oir sus palabras, ni se sufriera conforme a mi estado y ser mujer. Porque sin esta causa, la he tenido de buscar personas semejantes para asegurar los temores en que mi alma ha vivido algunos años. Y ya que esto no he merecido, heme consolado de que el señor don Teutonio[1] me ha mandado escribir ésta, a lo que yo no tuviera atrevimiento. Mas fiada en la obediencia espero que nuestro Señor me ha de aprovechar para que vuestra paternidad se acuerde alguna vez de encomendarme a nuestro Señor, que tengo dello gran necesidad por andar con poco caudal puesta en los ojos del mundo, sin tener ninguno para hacer verdad algo de lo que imaginan de mí. Entender vuestra  paternidad esto basta a hacerme esta merced y limosna, pues tan bien entiende lo que hay en él y el gran trabajo que es para quien ha vivido una vida harto ruín. Con serlo tanto, me he atrevido muchas veces a pedir a nuestro Señor la vida de vuestra paternidad sea muy larga. Plega a Su Majestad me haga esta merced y vaya vuestra paternidad creciendo en santidad y amor suyo, amen.
         Indigna sierva y súbdita de vuestra paternidad

                                                                 
Teresa de Jesús, carmelita

        

El señor don Teutonio creo es de los engañados en lo que me toca. Díceme quiere mucho a vuestra paternidad. En pago de esto está vuestra paternidad obligado visitar a su señoría, no se crea tan sin causa[2].

                                             
Santa Teresa de Jesús en la Catedral de Murcia

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXI, F.U.E. Madrid 1998, p. 298





[1] Don Teutonio de Braganza (1530-1602), coadjutor y sucesor del Cardenal Infante Don Enrique en la sede de Évora
[2] SANTA TERESA, Obras Completas, t. III, ed. Efrén-Steggink en BAC, Madrid 1958, p. 126-7

La victoria de los mártires, excelencia de nuestra fe

          Presupuesto el preámbulo, síguese que tratemos de la victoria maravillosa de los santos mártires, y del testimonio que con ella nos dieron de a fe católica. Para tratar de esta materia conviene traer a la memoria aquellas dos espirituales ciudades que sant Agustín describe en los libros de la Ciudad de Dios[1], que son Hierusalén y Babilonia, cuyos moradores y caudillos y oficios son muy diferentes. Porque los moradores de Hierusalem son todos los buenos, mas los de Babilonia todos los malos. El caudillo de los unos es Cristo, y de los otros el demonio. Aquella ciudad edifica el amor de Dios, que llega al desprecio de sí mismo, mas ésta edifica el amor propio, cuando llega a despreciar a Dios por amor de sí. Los moradores de las dos ciudades tienen perpetua guerrra unos con otros, porque como dice Salomón, abominan los justos al hombre malo, y abominan los malos al hombre bueno[2]. Asimismo el Eclesiástico dice: Contra el mal el bien, y contra la vida la muerte, así al varón justo es contrario el pecador[3]. Y esta guerra no es nueva, porque comenzó con el mismo mundo, cuando mató Caín a su hermano Abel[4], no por otra causa, sino como dice sant Juan, porque las obras de Abel eran buenas, y las de Caín malas[5].
         Pues cada una de estas ciudades tiene sus combatientes y defensores. Contra la ciudad de Babilonia pelea Cristo con los suyos, mas contra Hierusalem el principe de este mundo con todos sus aliados. En la una parte pelea el espíritu, en la otra la carne, pretendiendo derrribar y ahogar el espíritu. La joya por que una parte pelea, es la gloria de Dios, y el fin por  que la otra guerrea, es el interese del amor propio, despreciada la gloria de Dios.
       Pues como el principado de esta ciudad de Babilonia fuese tan contrario y tan injurioso a la gloria de Dios, y estuviese tan extendido por toda la redondez de la tierra, donde el verdadero Dios estaba olvidado, y el príncipe de este mundo en su lugar adorado, indignándose el Hijo de Dios por la injuria de su Padre, y compadeciéndose de la ceguedad de los hombres, vino a este mundo a pelear con esta bestia fiera y desterralla de él. Esto es lo que todos los padres antiguos continuamente le pedían. Porque esto deseaba David[1] cuando pedía que este potentísimo Señor se ciñese su espada y la pusiese sobre el muslo para pelear con este enemigo.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. X, F.U.E. Madrid 1996, p. 147-8



[1] Sal 44, 4


[1] S. AGUSTÍN, De civitate Dei, XIV, 28; PL 41, 436
[2] Pr 29, 27
[3] Si 33, 14
[4] Gn 4, 8
[5] Jn I 3, 12

domingo, 13 de octubre de 2013

Los mártires, frutos del árbol de la Cruz

        Una de las mayores glorias y testimonios que tiene la religión cristiana es haber sido fundada y testificada con la sangre de tantos mártires; y no hay que dudar sino que todos ellos cobraron grande esfuerzo con el ejemplo y virtud del la santa Cruz.
Porque dado caso que todos cuantos santos ha habido en el mundo, como ya dijimos, sean frutos de este árbol, porque por esto se escribe que el Cordero celestial fue sacrificado dende el principio del mundo, porque dende entonces comenzó a obrar el mérito de él en todos los justos, mas particularmente los santos mártires fueron la fruta más propia y más sazonada de este árbol, porque no sólo abrazaron la Cruz de Cristo con la mortificación de su carne, sino también con la muerte del cuerpo y con la sangre que derramaron por la gloria del Señor que por ellos derramó la suya. Ca es cierto que el mayor esfuerzo que los mártires tuvieron en sus batallas fue poner los ojos en aquel altísimo Hijo de Dios puesto en la Cruz, padeciendo en su delicadísimo cuerpo y ánima los mayores dolores que jamás se padecieron, no por sí, sino por ellos. Porque con esta consideración, con este ejemplo y con la fe viva de este misterio, muy alegre y esforzadamente se ofrecían a todos los tormentos que la crueldad ingeniosa de los tiranos y el furor y rabia de los demonios podían inventar, y con este socorro salían de todo esto vencedores.
         Y por esta causa quiso este fuertísimo alférez que interviniesen en  su sagrada pasión tantas maneras de escarnios, de vituperios, de azotes, espinas, bofetadas, desnudez, y desamparo de sus discípulos, y discursos de unos jueces a otros, y de tribunales a tribunales, porque para todas las diferencias de tormentos que los mártires padecían, hallasen en él ejemplos de paciencia para los suyos.
         Porque es cierto que así como la mayor gloria que tiene la Iglesia, son las victorias de los mártires, que con su sangre la defendieron y fundaron, así uno de los principales respectos que el autor de nuestra salud tuvo en su pasión, fue dejar a los mártires ejemplos de padecer, y merecerles fortaleza para padecer.
         Sabía él también que la mayor gloria que los hombres podían dar a Dios era serle tan leales y fieles, que antes quisiesen ser despedazados, arrastrados y atormentados con todos los tormentos que en un cuerpo humano se pueden ejecutar, que perder un punto de la obediencia y lealtad que le debían. Porque en todo el caudal de la naturaleza humana, aunque sea ayudada y fortalecida con todos los socorros de la gracia, no se halla otro mayor sacrificio que la criatura pueda ofrecer a su Criador, que éste. Por lo cual no sin grande causa se ofreció el Salvador a tales tormentos por aliviar con ellos los de estos fuertes guerreros.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XI, F.U.E. Madrid 1996, p. 151-2

jueves, 3 de octubre de 2013

Sermones de santos: san Francisco de Asís II

PRAEFATIO

         Las virtudes y hechos admirables de san Francisco de Asís son tantos que no es posible referirlos en un solo sermón. Yo, espigando en los relatos escritos por san Buenaventura[1], pretendo exponerlos en cuatro sermones, por el consiguiente orden de temas: En el sermón primero hablo de la pobreza evangélica, en la que resplandeció san Francisco de un modo especial; en el segundo, comento su luminosa caridad; en el tercero, trato de otras virtudes, que cultivó fructuosamente; y en el cuarto, refiero algunos estupendos ‘milagros’ que obró. Y porque las virtudes y ‘los milagros’ hacen que Dios sea no sólo admirable en sus santos[2], sino también amable, intentaré inflamar los ánimos de los piadosos lectores en el amor de Dios. Este brevísimo prólogo servirá al ingenioso predicador para que atine a elegir para el panegírico de san Francisco el tema que mejor le cuadre a su idiosincrasia.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLIV, F.U.E. Madrid 2004, p. 8-9

                                                             
Sermones de santos, Valencia 1769 (Archivo Municipal, Cartagena)





[1] S. BUENAVENTURA, Legenda mayor s. Francisci: Opera omnia, t. VIII, Quaracchi, 1898, p. 585-654
[2] Sal 67, 36

Sermones de santos: san Francisco de Asís I

         4º. La pobreza profesada con ese espíritu pone al hombre en comunión con Dios por una fe firme y una esperanza cierta de que el Señor le hará llegar las cosas necesarias para la vida de cada día. Y cuando las recibe, siente que se le esponja el corazón en acción de gracias al Señor, dador de sus dones. En la iglesia primitiva los cristianos prorrumpían en alabanzas a Dios, según aconseja y testifica el Apóstol: El que da la simiente al que siembra y el pan para comer, acrecentará los frutos de vuestra justicia. Este servicio no sólo remedia la escasez de los santos, sino que se desborda en múltiples acciones de gracias a Dios[1].
         5º. Y porque el Señor, padre de los pobres los provee cuando les faltan los socorros humanos, este auxilio aumenta la fe, la esperanza y la caridad en los que reciben el auxilio en tiempo de necesidades y confían que jamás les faltará en el futuro. Los beneficios pasados son augurios de beneficios venideros. Tenemos ejemplo en la vida de san Francisco. Iba él con varios compañeros a Espoleto, después de haber sido confirmada la regla de la pobreza; cansados del caminar, se detuvieron a descansar un poco, y a comer un bocado. Pero no tenían ni un pedazo de pan. En esto, llegó un hombre con un pan en la mano, se lo regaló, y desapareció. Comprendieron de dónde les vino el socorro, y dieron gracias y alabanzas a Dios, que tan admirablemente aprobaba y socorría la santa pobreza que habían profesado.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLIV, F.U.E. Madrid 2004, p. 32-3





[1] Co II 9, 12-13

Carta a,¿Francisco de Borja?, un jesuita

A UN JESUITA (¿SAN FRANCISCO DE BORJA?)
Lisboa, 31 de marzo 1556

Luis MUÑOZ, Vida…, f. 187; Obras XIV, p. 435-6

            Muy reverendo Señor:
Sabe nuestro Señor con cuánta pena leí la carta de vuestra merced, porque no quisiera yo que con tanta costa nuestra creciera el provecho  de vuestras reverencias. Porque en este negocio no temo el daño de quien padece la injuria, sino de quien la hace, porque sé que el estilo de nuestro Señor es hacer dulces las aguas con sal, y alumbrar los ojos con barro, y sanar las llagas con leche de higos, y multiplicar los hijos de Israel con la persecución del Faraón, y el pueblo de los cristianos con la guerra de los tiranos. Antes la más común manera de obrar suya es usar de los medios de sus adversarios para hacer sus hechos, como usó en la venta de José, con que los hermanos querían deshacer sus sueños, para verificar sus sueños. Y así me parece que en esto ha de venir a parar esta nueva contradicción, que aunque tira a derribarlos, les ha de ser ocasión de andar más humildes, más religiosos, más ejemplares, más cautos y más devotos y, por consiguiente, más bien quistos y más bien acreditados del mundo. Y así, lo que aquel padre toma por medio para abatirlos, toma Dios por remedio para levantarlos; y más verdad es que él barbecha para vuestras reverencias, que vuestras reverencias para el Anticristo.
         Para mí tengo por cierto que Aquél de quien dice Job: qui ponit ventis pondus[1], proveyó a san Pablo de aquel estímulo de la carne para que la grandeza de las revelaciones no le ensalzase[2], así ha proveído a vuestras reverencias de este azote, para que la grandeza del aplauso y buen recibimiento del mundo no los levante. Acuérdese vuestra reverencia que los sembrados a tiempos han de menester blandura, y a tiempos helada y seca, para que con lo uno suban a lo alto y con lo otro arraiguen en lo bajo. Y lo mismo han de menester las plantas espirituales que Dios planta en su Iglesia para ser en ella glorificado: porque así como con las alabanzas, cuando no son demasiadas,  crece la virtud, así con las tribulaciones (crece) la fortaleza.
       Alégrese vuestra reverencia, que la Compañía procede por los mismos términos por donde procedió la primitiva Iglesia, y ¡ay de Roma cuando le faltare Cartago!
         Lo que a vuestra reverencia pido es que ruegue a nuestro Señor en celo de perfecta caridad que no nos azote por la culpa de uno, que éste es el mayor temor que tengo.
         Yo no tendría por inconveniente que por parte del Consejo de la Inquisición se pusiese silencio a persona que escandaliza el pueblo poniendo boca en el estado que la Iglesia tiene tan aprobado, y llamando uñas del Anticristo a los que no puede probar que sean herejes: porque tales habían de ser los que este nombre merecían.
         El libro envío a vuestra reverencia, que ha contentado mucho al Dr. Torres, y  paréceme que con razón. Así pienso hará a vuestra reverencia. Agora imprimo aquí la tercera parte del Libro de la oración, que al principio prometí, con algunas cosas añadidas. Cuando estuviere impreso, lo enviaré a vuestra reverencia. Y todavía espero los dos sermones que vuestra reverencia me escribe.
         Y porque estoy en Semana santa, con cargo de predicar tres sermones, no me alargo más en ésta, sino suplicar a nuestro señor more siempre en su ánima y le saque con muchas riquezas y prosperidad de esta nueva tribulación.
         De Lisboa, postrero de marzo de 1556.
         De vuestra reverencia, siervo en el Señor.


Fray Luis de Granada

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XIX, F.U.E. Madrid 1998, p. 30-4





[1] Jb 28, 25
[2] Cf. Co II 12, 7