miércoles, 26 de febrero de 2014

Carmen Arcas Ruano

Cuando se estaba organizando el Curso Conocer los clásicos de la C.A.M. en 1987-88, Doña Carmen Arcas, Jefe del Departamento de Literatura del Instituto Jiménez de la Espada de Cartagena, me encargó que comentara la obra de fray Luis de Granada.
Como no sabía mucho del tema, solamente que escribía sobre la naturaleza y poco más, mi compañera me animó a que leyera el libro de Azorín Los dos Luises, como preparación  para la charla, además de la obra de su profesor en la Universidad de Madrid Dámaso Alonso De los siglos oscuros al de Oro. Con esto le pareció que iría bien orientada para hablar de los textos que iluminaran los datos procedentes de los manuales de Historia Literaria al uso.
Ella misma me dejó los libros sacándolos de su propia Biblioteca. Di la conferencia, y salí del paso a pesar de los nervios, tengo que reconocerlo.
Muchas veces hemos recordado ese momento que sucedió un día normal entre clase y clase, en la Sala de Profesores del Instituto de Bachillerato donde impartíamos Literatura española a adolescentes sin número.
En agradecimiento por aquel encargo, me gustaría traer a esta página un texto donde Carmen, feliz escritora de cuentos, novelas, poemas, e historias, recrea la trágica aventura de Aníbal aquí en Cartagena donde empezó:

En tanto, Flaminio fue elegido cónsul plebeyo. Era evidente para éste que los cartagineses iban hacia Roma; por ello, después de su nombramiento, no perdió tiempo en sacrificios rituales. Partió veloz hacia el norte –aun en contra de la opinión del Senado- para asumir sobre el terreno el mando del ejército. Los alcanzó por fin al tiempo que marchaban por los valles de Arezzo. Pero no bajó a terreno despejado que era la trampa tendida por Aníbal. Allí las caballerías númida y celtíbera hubieran desorganizado a las legiones. Envió rápido aviso para que se le uniera el otro cónsul, Servilio. Aníbal se enteró de ello a través de espías.

Junto al lago Trasimeno leves ondulaciones caían en algunos extremos como roquedas a pico sobre el agua. La tarde fue calurosa y prolongada. Fina niebla ocultaba a trechos el lago, cuyas aguas, fulgían como una esmeralda. Aníbal inspeccionó largamente el lugar. A trote menudo descendió con su escolta desde la loma y retornó al campamento mientras que una patrulla de númidas aseguraba que la reunión de ambos cuerpos del ejército enemigo era inmediata. Los buhoneros seguían al ejército romano con sus carros para cargarlos con el botín tomado en la inminente batalla y aprestaban cadenas para los esclavos.

Carmen Arcas Ruano, Aníbal, el hombre y su máscara, ed. CajaMurcia Cartagena 1993, p.16

Carmen Arcas en la presentación de su libro sobre Aníbal
      Recién descubierta América, fray Luis desde su celda de Lisboa se imagina al mismo capitán, cuando está escribiendo el Tratado del modo de catequizar, tras el Sumario de la Introducción del símbolo de la fe, de la manera siguiente:
   
    Pues viendo yo que en esta edad se abren tantas puertas entre los gentiles para la dilatación de la fe, porque me cupiese alguna partecilla en esta obra de tanto merecimiento, quise al fin de este libro servir con mi cornadillo, escribiendo este breve tratado en que se declara el modo que se podrá tener en enseñar y persuadir nuestra santa fe a los infieles, aunque acometí esto no sin alguna confusión y vergüenza mía, porque me vino a la memoria el poco caso que hizo aquel famoso capitán Aníbal de un gran filósofo, el cual no habiéndose hallado en alguna guerra, presumió tratar del arte militar delante de un capitán que tantos años había peleado con el pueblo romano, vencedor del mundo, teniendo por loco a quien sin experiencia de la guerra trataba de ella a un capitán tan experimentado. Digo esto porque, estando yo arrinconado en una celda, quiero enseñar de la manera que se podrán proponer los misterios de nuestra fe a los que traen las manos en la masa, y a quien la divina gracia habrá enseñado lo que la especulación sola sin experiencia no alcanza.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t.XIII, F.U.E. Madrid 1997, p. 446-447

La Rhetorica ecclesiástica

         PERÍODO DE LOS GRANDES ESCRITORES MÍSTICOS (1554-1585)

      Fray Luis de Granada, en su Rhetorica ecclesiastica (Lisboa, 1576), quiere poner, según ideas fomentadas por la Con­tra-reforma, todo el arte de la Antigüedad al servicio del catolicismo. Así, utilizando continuamente las doctrinas de Aristóteles, Cicerón o Quintiliano, cree que la elocuencia debe provocar la admiración de los oyentes, según dicen esos autores; pero al hermanar lo pagano y lo cristiano, utiliza también las enseñanzas de san Agustín: antes que aquella admiración, el que enseña debe buscar el provecho del oyente; nada importa la pureza del lenguaje si no es bien comprensible; el refrán griego lo dice, «habla tan basto como quieras, con tal que hables claro»5.

      Y lo mucho que Granada se inclinó al concepto de san Agustín lo indica el maestro Francisco de Medina, quien encomiando con orgullo a su coetáneo y coterráneo, le juz­ga sin embargo como «orador divino» que descuida las cosas del suelo y «las disciplinas humanas»6. Pero Medina, pre­ocupado con la reforma de la lengua literaria propugnada por la escuela sevillana, es injusto al no reconocer altos mé­ritos humanos en fray Luis de Granada, el primer escritor que hizo sentir toda la fuerza oratoria de que era capaz la lengua vulgar. Se le llamó el Cicerón de España 7. Fue el primero que trabajó esforzadamente por dotar a la lengua escrita de un periodo amplio, de rotundez oratoria y silo­gística, para superar las cláusulas cortas y sencillas de la conversación familiar. Es verdad que en su gusto por las grandes estructuras abusa de la subordinación sintáctica en vez de la coordinación, sobre todo abusa de la subordina­ción mediante el relativo el cual 8; pero este y otros descuidos no nos quitan de apreciar su grandilocuencia unas ve­ces, su emotividad poética otras, y aquella constante «lin­deza, gravedad y fuerza en el decir (notada por Ambrosio de Morales), que parece no quedó nada en esto para ma­yor acertamiento»9.

      Fray Luis, además, nos interesa como valiente defensor de la lengua vulgar. A poco de publicar él sus primeras obras, el Libro de la oración y meditación, 1554, y la Guía de pecado­res, 1556, suscitaba una tempestad inquisitorial otro libro en romance del Arzobispo de Toledo fray Bartolomé Carranza, el Catecismo cristiano, 1558. Mientras los autores protestantes, empezando por Lutero y Calvino, se esmeraban en perfec­cionar el estilo de sus lenguas maternas prescindiendo del latín, los teólogos católicos solían mirar con invencible recelo los escritos religiosos en lengua vulgar, por el peligro exis­tente en divulgar doctrinas que no podían ser comprensibles a los no preparados para entenderlas, y que, por ejemplo, corrían peligro de conducir a la mística herética de los «alumbrados», entonces alarmante. El dominico Melchor Cano, que tanto se había distinguido en el segundo perio­do del Concilio de Trento (1551-52), donde precisamente Carranza había tratado la conveniencia de prohibir la Biblia en lengua vulgar10, llevado de su carácter extremista, dicta­minó duramente en España contra sus dos hermanos en religión; y uno de los principales cargos que les hacía era contra Carranza «porque su Catecismo da a la gente ruda, en lengua vulgar, cosas dificultosas y perplejas», y contra Granada porque «por el provecho de algunos pocos da por escripto doctrina en que muchos peligrarán» 11. El Inquisidor General Fernando de Valdés, otro extremista, encarceló al Arzobispo (que recluido acabó su vida) e incluyó en el índi­ce de libros prohibidos, de 1559, las obras de Granada. Pero éste, más afortunado que Carranza, libró con dar una nue­va redacción a su Guía de pecadores, 1567, y prosiguió incan­sable la publicación de obras en romance, justificándolo en un Prólogo galeato, donde defiende la necesidad de divulgar las buenas doctrinas, «porque si son grandes los daños de los naufragios, son muchos mayores los provechos de la navega­ción» 12. Su opinión triunfaba; de sus obras se hicieron en pocos años de la segunda mitad del siglo XVI más de 300 traducciones en las lenguas vulgares de Italia, Francia, Ingla­terra, Alemania, Flandes y Polonia13. Así, Granada con sus argumentos y, sobre todo, con sus admirados libros defendió la lengua vulgar en el momento más crítico de la Contra-re­forma.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS
5  Traducción de la Retórica, en la ed. «BAE», XI, p. 571a y b.
6  En el prólogo al Garcilaso, Anotado por Herrera, Sevilla, 1580, p. 4.
7  R. Switzer, The Ciceronian Style in Fr. Luis de Granada, 1927.
8  Apunté ejemplos en mi Antología de prosistas. El mismo abu­so de el cual,en el padre Rivadeneira (R. Lapesa, en la RFE, XXI, 1934, p. 46.)
9 Morales, en la segunda edición de su Discurso, 1585 (véase en la «BAE», LXV, p. 382).
10 B. J. Gallardo, Ensayo de una B

Biblioteca Histórica de la Universidad de Murcia

Biblioteca: Colección Histórica


La Biblioteca de la Universidad de Murcia cuenta entre sus fondos con una importante colección de 

libros impresos en los siglos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX, procedentes de la antigua Biblioteca 
Provincial, creada para albergar los libros procedentes de la Desamortización del siglo XIX.

El núcleo central de la Biblioteca se constituyó haciendo una selección de los fondos de dicha Biblioteca 
Provincial, entre los que cabe destacar 35 manuscritos, 16 títulos de incunables, 451 volúmenes del siglo 
XVI, 810 del siglo XVII, 1.383 del siglo XVIII, y 4.550 del siglo XIX. Las materias más usuales son 
filosofía, teología y derecho, aunque hay obras importantes de medicina y botánica, matemáticas, 
astronomía, etc.
Entre las obras de fray Luis de Granada que posee la Biblioteca mencionaremos:


* Concionum de praecipuis sanctorum...1584

* Guía de pecadores...1588

* Libro de la oración y meditación...1588

* Parte primera de la introducción del symbolo ...1584

Silva locorum qui...1585

La Biblioteca Universitaria, con la colaboración de Banco Santander Central Hispano y la Fundación 
CajaMurcia, pretende promocionar e impulsar la digitalización del Patrimonio Bibliográfico de la 
Universidad de Murcia, preservando su contenido en formato electrónico, con la creación de la 
Biblioteca Digital Floridablanca. 

Con este proyecto de digitalización queremos difundir los fondos disponibles entre los ciudadanos de la 

Región de Murcia y los usuarios e investigadores de la comunidad universitaria, y garantizar al mismo 

tiempo su conservación y preservación. El contenido de la colección se irá incorporando 

progresivamente y estará accesible mediante el catálogo y la página web de la Biblioteca Universitaria
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martes, 25 de febrero de 2014

La mar

          Tiene también otra cosa la mar, la cual, como criatura tan principal, nos representa por una parte la mansedumbre, y por otra la indignación e ira del Criador porque ¿qué cosa mas mansa que el mar cuando está quieto y libre de los vientos, que solemos llamar de donas, o cuando con un aire templado blandamente se encrespa, y envía sus mansas ondas hacia la ribera, sucediendo unas a otras con un dulce ruido y siguiendo el alcance de las unas a las otras, hasta quebrarse en la playa? En esto, pues, nos representa la blandura y mansedumbre del Criador para con los buenos.
Mas, cuando es combatido de recios vientos, y levanta sus temerosas ondas hasta las nubes, y cuanto más las levanta a lo alto, tanto más profundamente encubre los abismos, con lo cual levanta y abaja los pobres navegantes, azotando poderosamente los costados de las grandes naos, cuando los hombres están puestos en mortal tristeza, las fuerzas y las vidas rendidas, entonces nos declara el furor de la ira divina, y la grandeza del poder que tales tempestades puede levantar y sosegar, cuando a Él le place.
Lo cual cuenta el Real Profeta entre las grandezas de Dios, diciendo (Salm. 88, 9-1): Vos, Señor, tenéis señorío sobre la mar, y Vos podéis amansar el furor de sus ondas. Vuestros son los cielos, y vuestra la tierra, y Vos criasteis la redondez de ella, con todo lo que dentro de sí abraza, y la mar y el viento cierzo que la levanta, Vos lo fabricasteis.

Fray Luis de Granada, Canto a la Naturaleza; Introducción y selección de textos de Urbano Alonso del Campo O.P., ed. Universidad de Granada 1991, p. 39

Produzca la tierra yerba verde


Después de la tierra síguese que tratemos más en particular de la fertilidad y frutos de ella. Y esto es ya comenzar a tratar de las cosas que tienen vida, porque las que hasta aquí habemos referido, que son cielos, estrellas, elementos, con todos los otros mixtos imperfectos, no la tienen.
          Y porque las cosas que tienen vida son más perfectas que las que carecen de ella, resplandece más en éstas la sabiduría y providencia del Creador, y cuanto fuere más perfecta la vida, tanto más claro testimonio nos da del artífice que la hizo, como en el proceso se verá. Porque no es Dios, como suelen decir allegador de la ceniza y derramador de la harina, mas antes cuanto son las cosas más perfectas, tanto mayor cuidado y providencia tiene de ellas y tanto más descubre en ellas la grandeza de su sabiduría…
            Toda esta variedad de especies innumerables no le costó más que solas estas palabras (Gén. 1, 24): Produzca la tierra yerba verde, que tenga dentro de sí su semilla y árboles frutales según sus especies. Oído, pues, este mandamiento, luego parió la tierra, y se vistió de verdura, y recibió virtud de fructificar, y se atavió y hermoseó con diversas flores.

Fray Luis de Granada, Canto a la Naturaleza; Introducción y selección de textos de Urbano Alonso del Campo O.P., ed. Universidad de Granada 1991, p. 45

domingo, 23 de febrero de 2014

Pedro y Pablo


Son también dos grandes ríos, que manan en medio del paraíso, y regando con aguas saludables la superficie de la tierra, la llenaron de frutos de piedad y de justicia[1]. Finalmente, son dos capitanes muy esforzados de Cristo, con los cuales él sometió el mundo a su imperio y jurisdicción. Estando el mundo dividido en dos pueblos, uno de judíos y otro de gentiles, para conquistar éste eligió a Pablo, que por esta causa se llama el doctor de las gentes; y para conquistar aquél destinó a Pedro, que en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia predicó el evangelio de Cristo a los judíos, que estaban dispersos en estas regiones, y los condujo a la confesión de la fe cristiana. Habiendo estos dos capitanes tan valientes, después de someter y vencer al mundo, entrado en la Jerusalén celestial victoriosos por su sangre, llevando consigo por triunfo las insignias, el uno de la cruz, y el otro de la espada, pregunto ¿con qué alegría de la corte celestial pensamos que fueron recibidos ellos este día? Porque si Roma antiguamente con tan grande concurrencia de hombres y de alegría común recibió a un emperador que, volviendo de la guerra, había añadido alguna provincia o un amplio reino al imperio del pueblo romano, ¿con qué alegría serían recibidos hoy en el reino celestial, quienes tantas provincias, tantos reinos arrebatados del dominio tiránico del príncipe de este mundo, trajeron a la luz de la Verdad y los sometieron al legítimo imperio de Cristo Señor?.    

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLI, F.U.E., Madrid 2004, p. 240-1. 

Traducción de Donato González-Reviriego





[1] Mt 16, 13

sábado, 22 de febrero de 2014

Estudio sobre la "Silva Locorum" de Fray Luis de Granada


La Editorial Universidad de Granada (eug) publica “La Silva locorum de Fray Luis de Granada: estudio de la Prima classis”, un trabajo realizado por el investigador José Jaime Peláez Berbel acerca de la obra que fue escrita por el místico granadino con la intención de ayudar a los predicadores en sus homilías.


El volumen, de cerca de 300 páginas, contiene 215 tablas y 105 gráficos con los que el autor recorre la obra que Fray Luis de Granada comenzó a escribir en 1535 y terminó en 1582, compendiando todas las anotaciones que sacaba de sus múltiples lecturas.


La “Silva locorum” es una obra en la que Fray Luis de Granada sigue la misma manera de hacer que ya experimentara catorce años antes en “Collectanea”; en ambas, el autor granadino pretendía el mismo objetivo: suministrar material a los predicadores para que pudieran componer sus homilías.


Según recoge José Jaime Peláez Berbel, “la Silva se concibe como una especie de jardín por el que puede pasearse el predicador y cortar flores para adornar y enriquecer sus sermones; mas también apunta nuestro autor que de ella pueden sacar provecho todos los que deseen vivir piadosamente en Cristo”.


Para el teólogo Álvaro Huerga, autor del prólogo de este libro, aunque esta es una obra casi desconocida “tiene su valor en su singularidad y cabría incluso decir que fue su predilecta, ya que en principio la escribió para su uso personal, aunque acabó por ofrecerla a sus lectores”.


La “Silva locorum qui frequenter in concionibus occurrere solent” se publicó en Salamanca en 1585, en los talleres de los herederos de Matías Gast, en dos tomos. Iniciada en 1534 en Escalaceli, como florilegio o antología de “textos predicables” y en cuadernillos manuscritos fue creciendo año tras año, hasta que el dominico decidió por fin publicarla para servicio de los predicadores. Fue reimpresa varias veces, siempre en su texto latino. La traducción al español es el resultado del riguroso e ingente trabajo realizado por José Jaime Peláez en este libro publicado por la Editorial Universidad de Granada.


El autor analiza en detalle, en este volumen, las fuentes de que está compuesta la “Silva” y afirma que “en ella abundan los fragmentos bíblicos y los patrísticos; pero también se pueden hallar citas de autores clásicos”. Así, en la “Silva” se da acogida a todo pensamiento que pueda ser provechoso para enriquecer las predicaciones. Se trata, pues, de un estudio esclarecedor de una de las obras más singulares de Luis de Sarriá, el dominico granadino autor en latín y en español y en portugués, entre otros textos, de “Libro de la oración y meditación”, “Libri sex ecclesiasticae rhetoricae”, “Compendio de doctrina cristiana”, “Memorial de la vida cristiana”, Vida de doña Elvira de Mendoza”, “Introducción al símbolo de la fe”, etc. (Universidad de Granada 26-11-2012)

jueves, 20 de febrero de 2014

Fray Luis de Granada y Cecilio Acosta de Venezuela


En 1818 nace en San Diego de los Altos, Estado Miranda, el escritor y periodista Cecilio Acosta, exponente del humanismo venezolano durante la segunda mitad del siglo XIX. 


Junto a Andrés Bello y Rafael María Baralt, constituye la máxima expresión de nuestra lengua. Se inició en la carrera religiosa pero además estudió Filosofía y Derecho en Universidad Central de Venezuela. Escribió en los periódicos La Época, El Liberal y El Centinela de la Patria, difundiendo sus reflexiones sobre la división política del país entre liberales y conservadores. 

Impartió clases de economía política y de legislación universal, civil y criminal en la Universidad Central de Venezuela, y se desempeñó como Secretario de la Facultad de Humanidades de la Universidad central. Entre sus obras, destacan Cosas sabidas y cosas por saberse. Sus obras completas fueron editadas en 1908-1909, con prólogo de José Martí. 


Acerca del conocimiento que tenía de teólogos, pensadores y poetas de la Iglesia tenemos el siguiente testimonio:

En medio de todo aquello transcurre la infancia de Cecilio Acosta, en una vivienda humilde de la capital mirandina denominada por él “La casita blanca”, donde actualmente funciona el Museo Cecilio Acosta en el que se pueden apreciar objetos y documentos del conocido maestro y escritor. Antes de entrar en la adolescencia fallece su padre Ignacio Acosta en 1928, y su madre, Doña Juana Margarita Reverte Martínez pasa a ser el centro del hogar. Sin embargo, le es muy difícil educar sola a todos sus hijos por lo que, cuando el pequeño Cecilio cumple los trece años le es encargada su educación al Presbítero de la zona, Mariano Fernández Fortique (1790-1866), notable orador y hombre de letras quien llegaría a ser Obispo de Guayana en 1842. Con él comienza a conocer el mundo. Adquiere conocimientos de teología, religión, historia sagrada y latín. Lee a reconocidos teólogos, pensadores y poetas de la Iglesia como Santo Tomás, Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de Granada. La relación entre Fortique y la familia Acosta-Reverte se hace más estrecha y es por sugerencia de aquel que la familia se muda a Caracas, ciudad en la que vivió Don Cecilio hasta último momento.(EN/contr/ARTE, Efemérides 1-2-2012, Venezuela)

Sic eum volo...quid a te?

          Luego con razón el Señor libra a Pedro de este cuidado, diciéndole: Así quiero que quede hasta que yo venga, ¿qué te va a tí? (Jn 21, 24).
          En estas palabras se nos indica lo que después aclaró el suceso, y fue que el apóstol Juan, después de los combates gloriosos de los otros apóstoles, había de quedar en esta vida, y no había de acabar, ni con el suplicio de la cruz, ni con otro género de martirio. Porque era razón que en los principios de la Iglesia que acababa de nacer, quedara en ella alguna lámpara muy resplandeciente, a cuya luz acudieran todos en los casos dudosos, hasta que, establecida firmemente la Iglesia, ella por sí misma mantuviera su firmeza.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXIX, F. U. E. Madrid 2003, p. 286-289

Traducción Pedro Duarte, Ricardo Alarcón Buendía y Juan Manuel Conesa Navarro

martes, 18 de febrero de 2014

Al Padre Pedro de Ribadeneyra


Lisboa, 23 de junio 1584

Pedro de RIBADENEYRA, Vida del P. Ignacio de Loyola, Madrid, 1586; Obras, ed. Cuervo, XIV, p. 495-6

Muy reverendo padre en Cristo: Gratia et pax Christi.
           
Vuestra paternidad me ha ganado por la mano, porque deseaba escribirle y darle las gracias por este libro que los padres de aquí me habían dado como a hijo antiguo que saben ser yo de la Compañía; el cual he leído, y agora torno a leer la quinta parte, maravillado de la vida y heroicas y admirables virtudes de aquel nuevo espejo de virtud y prudencia que en nuestros tiempos envió Dios al mundo para salud de infinitas almas.
A todos mis amigos, sin recelo de lisonja, he dicho lo que siento de este libro, y es que en esta nuestra lengua no he visto hasta hoy libro escrito con mayor prudencia, y mayor elocuencia, y mayor muestra de espíritu y doctrina en la historia, y mayor temperamento en alabar su instituto, sin perjuicio de todas las Ordenes (antes con grande loa de todas ellas y de sus institutos) y más discretas y concluyentes razones para defender y aprobar los suyos, de cuantos hay en semejantes o desemejantes materias escritos.
Y ha propuesto V.P. a todos los hijos de la Compañía un perfectísimo dechado de todas las virtudes del padre de ella, que ellos trabajarán siempre por imitar, y nuestro Señor pagará a V.P. el fruto de este trabajo y el beneficio perpetuo que en esto hace a todos sus hermanos presentes y venideros. Y fue cosa muy conveniente hacer V.P. esto en este tiempo, donde da testimonio de muchas cosas como testigo de vista, donde no era lícito desviarse un cabello del hilo de la verdad. Por aquí tengo entendido ser verdad lo que dijo Quintiliano: que la elocuencia era virtud y parte de la prudencia, por ser ella prudencia dicendi.
Sea nuestro Señor bendito, que guió a V.P. en esta derrota por camino tan derecho, que sin envidia alabó su orden, y sin querella engrandeció las otras.
El cual more siempre en la muy religiosa alma de V.P. con abundancia de su gracia.
De Lisboa, víspera de San Juan, de 1584
De V.P. siervo indigno por Cristo.


                                                                       fray Luis de Granada

Fray Luis de Granada, Obras Completas,  t. XIX, F.U.E., Madrid 1998, p. 129-130

domingo, 16 de febrero de 2014

Sobre San Ignacio de Loyola

AL MISMO (fragmento)
Lisboa, 28 de julio 1584

Ibid.
Cuanto toca al libro de V.P., confieso que no dije en la carta (de 23 de junio) todo lo que siento. El fruto de él era que el padre Ignacio no murió, sino que está tan vivo retrato de virtud en esas letras como si lo estuviera entre nosotros, y ahí lo tienen siempre vivo sus hijos para ver en él, no la carne y la sangre, sino su espíritu y vida y ejemplos de virtudes. Y lo que más noté en esta historia es que el que escribe la vida de un santo ha de participar el mesmo espíritu de él para escribirla como conviene; lo cual aprendí, no de Quintiliano, sino de san Buenaventura, que escribe la vida de su padre san Francisco, y como él participaba el mismo espíritu del santo, así la escribe muy bien escripta, aunque las palabras no sean ciceronianas…

Los milagros que V.P.  al cabo refiere son para mí tanto más admirables que los otros, cuanto es de mayor fruto la mudanza de los ánimos que la de los cuerpos…

Y tales son los milagros de este santo varón, que son las mudanzas de corazones y vidas que él y sus hijos han hecho en todas las partes del mundo .¿Y qué mayor milagro que haber tomado Dios a un soldado desgarrado, y sin letras, y tan perseguido del mundo, por instrumento para fundar una Orden de que tanto fruto se ha seguido, y que en tan breve tiempo se ha extendido tanto por todas las naciones del mundo? Sea, pues, bendito el Autor de tales maravillas, el cual more en el ánima de V.P. con abundancia de su gracia.

De Lisboa, a 28 de julio (1584).
Indigno siervo de V. P.   


                                                            Fray Luis de Granada

Fray Luis de Granada, Obras Completas,  t. XIX, F.U.E., Madrid 1998, p. 130-1

sábado, 15 de febrero de 2014

Es hermano nuestro

Pues nos tiene Dios abiertas las arcas de sus tesoros, y entregó las llaves de ellos a un señor que siendo hijo suyo, es hermano nuestro, nuestra carne y nuestra sangre, y tiene poder general para repartir con sus hermanos estos tesoros, si se quisieren disponer para recibirlos.

Fray Luis de Granada, Obras Completas,  t. XI, F.U.E., Madrid 1996, p. 67

lunes, 10 de febrero de 2014

Quid tibi vis faciam?

Y por esto, no es extraño que Él pregunte al ciego: ¿Qué quieres que te haga? Y él respondió: Señor, que vea. Y Jesús: Recobra la vista[1]
Con esta breve frase sus ojos recobraron la luz, y no parecía que era ciego, sino que se había despertado de un sueño. Y no sólo fueron iluminados los ojos del cuerpo, sino también los del alma con la luz de la fe, pues acto seguido le dijo: Tu fe te ha salvado. Ciertamente, lo que antes era imperfecto, ahora se ilumina y se mejora con una luz nueva.
Y se abrieron sus ojos y su boca, pues seguía a Cristo, alabándolo a voz en grito e invitando al pueblo a hacer lo mismo.
 
 Fray Luis de Granada, Obras Completas,  t. XXVII, F.U.E., Madrid 2000, p. 100-1

Transcripción y traducción de María del Mar Morata García de la Puerta y Ricardo Alarcón Buendía




[1] Lc 18, 41-43

martes, 4 de febrero de 2014

El Maestro Ávila

Concurría en estos días a casa de estos señores el Venerable M. Juan de Ávila, a quien por su santa vida y admirable predicación dieron el renombre de Apóstol de Andalucía. Y estar en una casa y a una mesa y más que todo hallarse dos hombres que sus cuidados eran de caminar a Dios y encaminar a sus servicios a los hombres, fue ocasión de estrechar entre ambos una amistad íntima. Predicó el P.M. en una ocasión y en su presencia preguntóle el conde D. Pedro al M. Ávila que le había parecido el sermón. No le bastó el excusarse e instado dijo su sentir: que no le parecía bien sermón en que no se predicaba a Cristo crucificado y a San Pablo. Quiso decir que el predicador no se ha de poner a regalar los oídos sino a predicar a Jesucristo puesto en una Cruz y con la doctrina y espíritu de San Pablo: para que sea espanto a los pecadores, y a cada grito suyo sea un rayo que destruya los vicios. En un ánimo dócil, humilde y deseoso del acierto hacen fácilmente impresión los documentos, y este fue tal para el varón de Dios que desde aquella hora le tomó por Maestro, pues predicando otra vez en Santa Clara de Montilla, entró Juan de Ávila a verle en la sacristía después del sermón y viniéndose a él Fray Luis abierto los brazos, le dijo: más debo yo a vuestra merced y a sus consejos que a muchos años de estudio. Y así le confieso y le reconozco por mi verdadero Maestro. Y el Ávila como humilde respondió: el verdadero Maestro es Dios, a quien se debe toda honra y gloria. Con el esmalte de las advertencias de este apostólico varón, dio nueva gracia a su predicación apostólica el venerable Padre pues siendo nuevamente animada con el espíritu que San Pablo instruye en sus Epístolas, ahora se veía renovado su espíritu obrando con su predicación nuevas maravillas.
            Estimó el varón de Dios al M. Ávila como merecían sus virtudes: pues habiendo ya pasado de esta vida y Fray Luis en una vejez llena de achaques y cuidados escribió su vida.



En Antonio Larios Ramos, V Centenario del Nacimiento de Fray Luis de Granada (1504-1588), en Actas del, ed. CajaSur, Córdoba 2005, p. 233; ANEXO: ANTONIO DE LOREA, Historia de los Predicadores de Andalucía. Parte II, Libro II, 90r-91v

Voluntario para ir a las Indias en 1534

          El descubrimiento del Nuevo Mundo suscitó en toda España un intenso movimiento misional. Los dominicos que contaban ya con una larga tradición misionera llegan al Nuevo Mundo en 1510. Vicario de la primera expedición es un cordobés, fray Pedro de Córdoba. Un testigo de excepción, Bartolomé de ls Casas, nos cuenta la llegada de los primeros dominicos a la Española, la pobrísima instalación del convento, y el impacto que producen entre los españoles los primeros semones de los Predicadores: Pedro de Córdoba predicó un sermón alto y divino, yo se lo oí, dice Las Casas. Sin embargo admira más en él su figura venerable de gran asceta, su prudencia y su genio organizador. Como predicador le impresionó más Montesinos. Un célebre semon de Montesinos provocó una grave tensión entre colonizadores y predicadores. De su boca salió el primer grito en defensa de los indios: ¿estos no son hombres? Aquel semón programático, firmado por los cuatro miembros de la comunidad, será desde entonces la tesis y el programa de la predicación de los dominicos en América. El impacto de América y el coraje de los dominicos que van a misionar, atrapó al joven fray Luis.
         Tres años más tarde los dominicos españoles, en el Capítulo de Córdoba, erigen la nueva Provincia de Andalucía, el reino de Murcia, la Mancha con media Extremadura, y allende el Mar, las Canarias, Orán en África y, en perspectivas, las vastas regiones de la Indias recién descubiertas. A los dominicos de Andalucía se les encarga atender las necesidades surgidas de la incipiente aventura misional. En el momento de la fundación de la Provincia de Andalucía, en 1514, había ya 32 conventos[1].
            Fray Luis, hijo de la Provincia de Andalucía, nacida con clara y decidida vocación misionera, sabía que su Provincia estaba proyectada, desde el momento de su fundación, a las misiones de África y del Nuevo Mundo. Cuando el P. Betanzos, uno de los primeros misioneros dominicos de la Nueva España pasó por Valladolid reclutando voluntarios para Indias, entre los jóvenes que secundaron la invitación se encuentra Fray Luis. Renuncia a su vocación docente, de cátedra, para la que estaba bien capacitado, alistándose para ir a las Indias.
            En agosto de 1534 está en Sevilla, puerta y puerto del Nuevo Mundo, Casa de Contratación, mercado y aduana. Está haciendo las diligencias pertinentes para embarcar. Los oficiales de la Casa de la Contratación, cumpliendo órdenes del Emperador, libran 6 ducados de oro por cabeza para el matalotaje. En septiembre se concierta el pasaje a razón de 2047 maravedís por cada misonero hasta Nueva España.
          Todo estaba preparado. Pero cuando el navío está a punto de zarpar Fray Luis se queda misionero en tierra. ¿Qué había pasado? ¿Por qué ese apasionado sueño no se convierte en ralidad? En el registro en que se anota su nombre para el matalotaje y el pasaje en que aparece con el número dos de los reclutados se indica al final: De los veinte religiosos contenidos en esta partida, los cinco de ellos que son Fray Luis de Granada, Fray Alonso Osorio, etc. No pasan por enfermedades y otros impedimentos[2].


Antonio Larios Ramos, V Centenario del Nacimiento de Fray Luis de Granada (1504-1588), en Actas del, ed. CajaSur, Córdoba 2005, p. 219-220



[1] ÁLVARO HUERGA, Los dominicos en Andalucía, Sevilla 1992
[2] Archivo General de Indias (Sevilla) Contaduría leg. 467 f. 352v-353r

La predicación

Fray Luis de Granada por vocación, por decisión bien meditada y asumida, es radicalmente un predicador. Sintió la vocación de fraile predicador, la abrazó con pasión, la cultivó con esmero creciente a lo largo de su existencia, y la realizó de muchos modos. El predicador engendra luego al escritor, lo nutre y le da alimento. Su obra escrita es una huella no borrada de su predicación, es predicación a distancia, altavoz que desafía el paso del tiempo, un modo admirable de seguir predicando a todo lector. Fray Luis realizó de modo ejemplar este oficio de la vida cristiana: la predicación. Y Córdoba tuvo la suerte de oír las primicias de sus sermones. Los primeros pasos de su predicación en Córdoba tuvieron lugar en los claustros, en la iglesia y en los alrededores de Escalaceli. De aquí a Córdoba y a los pueblos de Andalucía. El auditorio de aquel tiempo, que poseía una fina sensibilidad para distinguir quien predicaba bien y quien medianamente, le da fama de gran predicador. Le llueven las invitaciones.
  


Antonio Larios Ramos, V Centenario del Nacimiento de Fray Luis de Granada (1504-1588), en Actas del, ed. CajaSur, Córdoba 2005, p. 227

sábado, 1 de febrero de 2014

En la fiesta de la Purificación

Acerqua da Purificaçam da sacratissima Virgem, podemos considerar primeiramente a grandeza de sua humildade, pois estando ella per palavras tam expressas exempta da ley da purificaçam, com a que com aquelle sagrado parto ficava mais pura que as estrellas do ceo, todavia se quis obrigar a esta ley y por-se a Virgem antre as casadas y a limpia antre as nam limpias, pera ser purificada com ellas. De manera que assi como o filho sem ter sinal de peccado tomou ymagem de peccador na circuncissam, assi a mâe sem ter cousa que alimpar tomou ymagem de nam limpa em sua purificaçam, pera que no hum y no outro tevessemos perfeitissimo ejemplo de humildade.
            O segundo podemos considerar o spirito de pobreza y misericordia que aqui resplandesce nesta offerta da Virgem, pois nam offeresceo cordeyro, que era offerta dos ricos, senam hum par de rolas ou de pombinhos, que era oferta dos pobres. E tendo recebido pouquos dias antes tam grandes presentes y thesouros daquelles sanctos reis, ja os tinha repartidos todos pelos pobres, ficando no mesmo estado que dantes estava, como aquella que chea do Spirito Sancto entendia, que a vontade do filho era de rico fazer-se pobre, pera enriquescermos com sua pobreza. 

                                                 

Fray Luis de Granada, Obras Completas,  t. XXI, F.U.E., Madrid 1999, p. 302

Transcripción del texto portugués de José Luis Almeida Monteiro; traducción al español de Justo Cuervo