jueves, 25 de febrero de 2016

Walsingham

Our Lady of Walsingham

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Our Lady of Walsingham
Our Lady of Walsingham.JPG
LocationWalsinghamEngland
Date1061
WitnessRicheldis de Faverches
TypeMarian apparition
Holy See approvalPope Leo XIII
Pope Pius XII
ShrineBasilica of Our Lady of Walsingham
AttributesThe Blessed Virgin Mary enthroned as Queen wearing a golden Saxon crown and golden slippers carrying the Child Jesus with the Gospel book and a Lily flower.
Our Lady of Walsingham: is a title of the Blessed Virgin Mary venerated by RomanCatholics and Anglicans associated with the reputed Marian apparitions to Richeldis de Faverches, a pious English noblewoman in 1061 in the village of Walsingham in Norfolk, England. Lady Richeldis had a building structure named The Holy House built in Walsingham which later became a shrine and place of pilgrimage.
In passing on his guardianship of the Holy House, Richeldis's son Geoffrey left instructions for the building of a priory in Walsingham. The priory passed into the care of the Canons Regular sometime between 1146 and 1174.
Pope Pius XII granted a canonical coronation to the Roman Catholic image via the Papal Nuncio, Bishop Gerald O'Hara, on 15 August 1954 with a gold crown funded by her female devotees, now venerated in the Basilica of Our Lady of Walsingham.

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        Todas estas grescas han pasado entre el Rey y el Cardenal en este Almeirín, que son anejas a reyes de quince años. Por donde suplico a nuestro Señor dé a su Majestad cien años de vida porque no deje tantos estados en poder de pocos años. Pero con todo esto el Rey corre muy bien con el Cardenal porque el Cardenal le lleva amorosa y comedidamente y con buenas razones; y con los buenos servicios y asistencia que le hace, ya están en buena paz y concordia.
Fray Luis de Granada. Obras Completas  t. XIX, F.U.E. Madrid 1998, p. 47

Mª Francisca Inglés Maestre, 'Niña topolino'

        ¿Y qué fue de la cigüeña a todo esto? ¿No me trajo el dulce niño en el pico? ¡Oh cigüeña de mi niñez! ¿Llegaste a mi ventana ayer? Deja que abra el cristal y te reciba, te abrace, te bese, te mime. Deja que te ofrezca un suculento gusano, gordo, verdoso, o una mosca de alas transparentes o un sapo que cacé en Torre Eloísa hace algún tiempo. Traeré entre mis brazos un balde con agua para refrescar tus patas cansadas y te dejaré dormir si tú quieres con el pico escondido bajo las plumas. Ya sabes campanario no tengo, no.
        ¿Volverás pronto a visitarme? Sí, me dices. Con otros niños, con miles de niños que nos alegren la vida o nos maten a disgustos. Que irán a la escuela con su baby de rayitas y la cartera balanceándose y los zapatos llenos de polvo. Y los lápices de colores revueltos, y su miedo o su amor a las monjas y su beso mojado, su flequillo o sus rizos, la goma de borrar palotes, sus empeños, su rabieta, su secreto, su recreo, su aro, o su pelota. Su misa de rodillas, su mareo...y más tarde, ya se sabe, serán hombres y mujeres, serán qué sé yo.
        Por ahora es un bebé que se pasa el día durmiendo tan profundamente que hay que mirarlo de vez en cuando para ver si se ha muerto. ¿Respira, devuelve la gota de leche? ¿Se atraganta, se pone moradito? La madre se asusta, teme quedarse sin hijo...¿Y qué será de ella si se lo llevan en una caja blanca los caballos? Morirá también.
       Anda muy atareada la joven mamá. Cambia pañales sucios por limpios, da el pecho cada tres horas o antes, si el niño llora. Lo baña por las mañanas cuidadosamente: Primero la cabeza que cae sin fuerza, las manitas que hay que abrir, la barriguita tensa, y el ombligo en el centro, elevado y peligroso. La espalda hasta el final redondo que apetece besar y apretujar. Envuelto en la toalla, el hijo ha dejado de llorar. ¡Si parece que sonríe! Ven, ven a verlo ¿Me ayudas a vestirlo? Primero la camisita de hilo fino, mejor si ha sido usado, la faja de crochet da vueltas y se anuda el jersey, el faldón, el pañal abultado, las botitas y a mamar.
        

Mª Francisca Inglés Maestre, Niña topolino, ed. por la autora en Artes Gráficas Isaac Peral, Cartagena 1988, p. 160-161

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        Crió también el cielo soberano, que es el asiento de su majestad, y a todos los espíritus celestiales, ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones, principados y potestades, con toda la virtud y poder que tienen. Crió también la tierra, quiero decir, este mundo tan hermoso, y los hombres, y todos los animales brutos, aves y peces, todos los montes y valles, todos los árboles y plantas, todos los prados y tierras para labrar, todos los ríos y abismos y todo cuanto en estas cosas cría. En fin, crió todas las cosas visibles e invisibles, la luz y las tinieblas, la noche y el día, ni hay cosa en la naturaleza que por Él no fuese criada. Y lo que mucho habemos de atender, todas las cosas crió muy buenas, como se escribe en el Génesis (Gen 1, 31).

Fray Luis de Granada, Obras Completas, F.U.E. Madrid 1998 p. 63
Transcripción del portugués por José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo

martes, 23 de febrero de 2016

El ejemplo de la Cruz

        Una de las mayores glorias y testimonios que tiene la religión cristiana es haber sido fundada y testificada con la sangre de tantos mártires; y no hay que dudar sino que todos ellos cobraron grande esfuerzo con el ejemplo y virtud de la santa Cruz.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XI, F.U.E., Madrid 1996 p. 151

jueves, 18 de febrero de 2016

Edith Stein

        En 1928 el P. Przywara aconsejó a Edith Stein celebrar la Semana Santa en la abadía benedictina de Beuron. Edith accedió a esta propuesta y comenzó para ella una nueva etapa en su vida. En Beuron conoció al joven y activo abad P. Raphael Walzer. Edith Stein le planteó abiertamente sus preguntas. El P. Walzer estaba sorprendido por su piedad franca y sin problemas. Escribe: Cuando Edith Stein vino por vez primera a Beuron, no era ya en realidad una aprendiza. Traía consigo tantas cosas valiosas, que en la atmósfera monástica de este recodo del Danubio descubrió bien pronto su verdadero hogar; pero no experimentó transformación alguna, ni necesitó aprender nada esencialmente nuevo. Era como una especie de cosecha de lo que ya otro había sembrado y ella misma había trabajado en tierra buena (Archivo E. S. Carmelo de Colonia). Edith Stein encontró en Beuron un lugar donde poder calmar su sed de oración.

Waltraud Herbstrith, El verdadero rostro de Edith Stein, ed. Encuentro, Madrid 1990 p. 104

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        Una de las mayores glorias y testimonios que tiene la religión cristiana es haber sido fundada y testificada con la sangre de tantos mártires; y no hay que dudar sino que todos ellos cobraron grande esfuerzo con el ejemplo y virtud de la santa Cruz.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XI, F.U.E., Madrid 1996 p. 151

miércoles, 17 de febrero de 2016

Carmen

                           
     Qualis purpureo surgens Oriente rubescit
     Alma dies flammis, sidera cuncta fugans.
     Qualisque moriens, radiante lumine Phebus
     Verberat occidui rosida tecta poli:
     Talis adest facies libri splendentis in auro,
     Fulgida connitens florida, culta micans.
     Hanc faciem talia dedit formosus Apollo,
     Contulit ornanti docte Jacobe donis.
     Tu primum carpe, lector, ovans; carpe munera divum
     Quae te felicem tempus in omne ferat.
     Perlege, si cupìas rerum cognoscere summam,
     Perlege, sic faveat docta Minerva tibi.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIX, F.U.E. Madrid 1998 p. 194
Primera obra de fray Luis. Siendo estudiante en San Gregorio de Valladolid, editó y prologó las lecciones de su maestro Diego de Astudillo, cerrándolas con este Carmen en hexámetros latinos

Libros espirituales

        De San José dice Santa Teresa, en el libro de su vida: Quien no hallare Maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro, y no errará en el camino.- El consejo viene de alma experimentada. Síguelo.

José María Escrivá de Balaguer, Camino, ed. Rialp, Madrid 1993 (58ª edición), p. 167

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A LOS  MUY REVERENDOS SEÑORES EL SEÑOR DON ANTONIO DE CÓRDOVA Y EL PADRE FR. LORENZO DE FIGUEROA

L. DE GRANADA, Libro de la oración y meditación, Salamanca, Andrea de Portonaris, 1554, prels.: 'Epístola del autor'.

      No hallé otro lugar adonde mejor pudiese encaminar este pequeño presente, que a las manos de vuestras reverencias: porque, dejadas aparte muchas y grandes razones que para esto me obligaban, bastaba la mudanza de vida que vuestras reverencias han hecho, y el ejemplo que en nuestros tiempos han dado al mundo,para que todos los que algún tanto deseamos la gloria de Cristo sirvamos en esta jornada a los que así han amplificado su gloria.
        Bien pudiera yo agora hablar en esto más largamente sin mentira y sin lisonja; y hablar en ello no fuera emplear el tiempo en alabanzas de hombres, sino en alabanza de Dios, pues está claro que esta mudanza  no procedió de la carne, ni de la sangre, sino de la diestra del muy alto.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIX, F.U.E. Madrid 1998 p. 194-5

lunes, 15 de febrero de 2016

Miguel Delibes

Miguel Delibes en la literatura de la naturaleza ABC.es


POR MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO .(12-03-10)
Yo no puedo ver un roble sin acordarme de Miguel Delibes. Como si sus palabras se hubieran quedado grabadas en la corteza de mi pensamiento, no he podido olvidar lo que me dijo: “Sin los robles, nos moriríamos”.

Desde entonces, los robles son mis árboles más queridos. En realidad, las especies valen todas lo mismo, pero la especie sobre la que alguien pone una vez sus ojos, para luego hablar de ella de una manera inolvidable, o la describe para los demás en letras de molde: aulaga, perdiz, azulón, engañapastores, robles, adquieren, por haber sido dichas de verdad, un valor incalculable.

Puede que esa verdad sea lo más valioso de la Naturaleza. Quiero decir que la Naturaleza no valdría nada si nadie se fijara en ella, si no existieran personas que al estar en el campo tomaron nota con el alma y el pensamiento. El científico, que cree saberlo todo, se queda, aunque no lo sepa, en la superficie. En realidad, no se entera del todo. Le falta la literatura de la Naturaleza. Puede que esa literatura, de la que Miguel Delibes es maestro, sea aún más científica porque consigue aprehender lo que a otros, por mucho que estudien o que pasen horas contemplando el paisaje, se les escapa. Es como si el alma viniera ya así al mundo, con el encargo de apuntar lo que existe, lo que es verdad, lo que merece la pena, para que no se vaya todo del todo. Lejos de ser un don, es una dulce condena, una vida sacrificada a tomar nota de la vida. Por eso, con Miguel Delibes, todos estamos en deuda.

Anochece en este instante sobre un cielo despejado. Hay mirlos cantando a oscuras en un frutal florecido de blanco. Pero el viento está moviendo las ramas, uno de esos vientos fríos del Norte que se llevan, de un soplo, la vida de la Tierra.

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         Pues todas estas hermosuras que vemos, y otras innumerables que no vemos, están por muy más excelente manera en el Criador dellas. Porque así como el maestro tiene en su entendimiento la sciencia que enseña a sus discípulos, más perfectamente que ellos, así el que dió su hermosura a todas las criaturas visibles y invisibles, necesariamente ha de tener en sí por más excelente manera lo que dió a ellas, pues nadie da lo que no tiene.

Fray Luis de Granada, Maravilla del mundo, Selección y Prólogo de Pedro Salinas, ed. Comares Granada 1988 p. 131
        


sábado, 13 de febrero de 2016

La virtud de la prudencia

   Prudencia es saber temer y saber acometer; saber cuando es ganancia perder, y cuando es pérdida ganar. Hallar el medio entre los extremos, y no moverse a todos los vientos, es oficio de prudencia singular. No menos se requiere prudencia para acertar en los negocios, y no caer en yerros, con que muchas veces se pierde la paz en la conciencia. Necesitamos para ello: encomendar los negocios a nuestro Señor; pensar con toda atención y discreción nuestros negocios, en todas sus circunstancias; tomar consejo para lo que se ha de hacer; dar tiempo a la deliberación y madurar el consejo por algunos días; guardarse de la precipitación, pasión, obstinación en el propio parecer, y repunta de vanidad.
        
   Hay conocido peligro en ser fácil para creer, conceder, prometer, determinar, conversar livianamente con los hombres, y en la ira sobre todo. Porque escrito está que el hombre que sabe sufrir sabrá gobernar su vida con mucha prudencia (Pr 14, 7). Para alcanzar esta virtud aprovecha mucho la experiencia de los yerros pasados, y también de los acertamientos y buenos sucesos. Mas sobre todo ayuda para alcanzar esta virtud la profunda y verdadera humildad de corazón.

Aurora Llamas Inglés, La 'Guía de pecadores' de Fray Luis de Granada un libro sobre la virtud, ed. Bubok p. 145-146; Fray Luis de Granada, Obras Completas t. VI, F.U.E. Madrid 1995, p. 443-447

miércoles, 3 de febrero de 2016

El Corpus

CORPUS
Entrando por la calle de la Fuente, de vuelta del huerto, las campanas, que ya habíamos oído tres veces desde los Arroyos, conmueven, con su pregonera coronación de bronce, el blanco pueblo. Su repique voltea y voltea entre el chispeante y estruendoso subir de los cohetes, negros en el día, y la chillona metalería de la música.
La calle, recién encalada y ribeteada de almagra, verdea toda, vestida de chopos y juncias. Lucen las ventanas colchas de damasco granate, de percal amarillo, de celeste raso, y, donde hay luto, de lana cándida, con cintas negras. Por las últimas casas, en la vuelta del Porche, aparece, tarda, la Cruz de los espejos, que, entre los destellos del poniente, recoge ya la luz de los cirios rojos que lo gotean todo de rosa. Lentamente, pasa la procesión. La bandera carmín, y San Roque, Patrón de los panaderos, cargado de tiernas roscas; la bandera glauca, y San Telmo, Patrón de los marineros, con su navío de plata en las manos; la bandera gualda, y San Isidro, Patrón de los labradores, con su yuntita de bueyes; y más banderas de más colores, y más Santos, y luego, Santa Ana, dando lección a la Virgen niña, y San José, pardo, y la Inmaculada, azul... Al fin, entre la guardia civil, la Custodia, ornada su calada platería, despaciosa en su nube celeste de incienso.
En la tarde que cae, se alza, limpio, el latín andaluz de los salmos. El sol, ya rosa, quiebra su rayo bajo, que viene por la calle del Río, en la cargazón de oro viejo de las dalmáticas y las capas pluviales. Arriba, en derredor de la torre escarlata, sobre el ópalo terso de la hora serena de junio, las palomas tejen sus altas guirnaldas de nieve encendida...
Platero, en aquel hueco de silencio, rebuzna. Y su mansedumbre se asocia, con la campana, con el cohete, con el latín y con la música de Modesto, que tornan al punto, al claro misterio del día; y el rebuzno se le endulza, altivo, y, rastrero, se le diviniza...

Juan Ramón Jiménez, Platero y yo,  en Google Play, ed. La Lectura 1914 (ordenada por ed. Calleja)

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        Además de sostener la vida, es propio también de la comida deleitar al que la come. El Señor, que es autor y conservador de la naturaleza, para mover a los hombres a la necesaria conservación de la vida humana, se cuidó de atraerlos con este halago del placer, de modo que no olvidaran lo que es imprescindible para mantenerla.
        Y si se valió de esta providencia, para que no fallara por falta de comida la vida mortal del cuerpo, ¿cuánto más debió de hacerlo para que no faltara a las almas la comida celestial, de la que depende no ya la vida mortal, sino la espiritual y eterna? Sin duda, cuanto es mayor la excelencia del alma que la del cuerpo, y es más necesaria la comida de aquella que la de éste, mayor es también la dulzura y suavidad de aquella comida.
        Asegura santo Tomás (STO. TOMÁS, Officium de Corpore Christi) que nadie puede explicar la dulzura de este sacramento, porque en él la dulzura espiritual se cata en su propia fuente, esto es, en Dios mismo (PSEUDO AGUSTÍN, Meditaciones: PL 40, 902s).  Su efecto es tan claro que ni el propio Señor, que es fuente de todas las gracias, se privó de este fruto, pues en la última cena comió con sus discípulos este pan celestial. No podía recibir aumento de gracia quien tenía la gracia suma; y menos aún fuerzas contra el pecado el que no podía pecar de ningún modo.
        ¿Entonces? Seguro que al compartir este sacramento sintió cierta dulzura y suavidad. Lo mismo que se gozó en el Espíritu Santo con sus discípulos cuando venían de predicar el evangelio, así ahora se alegró mucho más cuando tomó este sacramento y lo instituyó para salvación del género humano.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXV, F.U.E. Madrid 2002, p.247