domingo, 20 de agosto de 2017

El Buen Pastor

       
         Oh delicado cuerpo, ¿qué carga es esa que lleváis sobre Vos? ¿A do camináis, Señor, con ese peso? ¿Qué quieren decir esas insignias tan dolorosas? Pues ¿cómo? ¿Vos mismo habíais de llevar a cuestas los instrumentos de vuestra pasión?
        Mira pues aquí, oh alma mía, al Señor en este camino, y mira esta tan pesada carga que lleva sobre sí, y entiende que parte de aquella carga eres tú, que vas en ella con todo el peso de tus pecados, de los cuales cada uno pesa más que todo el mundo, y da gracias a ese buen pastor que así lleva la oveja descarriada sobre sus hombros, para devolverla a la manada.

Fray Luis de Granada, Vida de María,  ed. De JOSÉ A. MARTÍNEZ PUCHE O.P., EDIBESA Madrid 2002, p. 60; Obras Completas t. V, tr. VI, cap. V

viernes, 4 de agosto de 2017

'Cuentos de la Alhambra’ de Washington Irving

        A la puesta del sol sobreviene una gradual animación; y cuando todas las campanas de la tarde tañen su triste sonido, la Naturaleza entera parece alegrarse de que el tiránico día haya sucumbido. Entonces comienza el alegría y el bullicio, cuando salen los ciudadanos a respirar el aire del anochecer y gozar del breve crepúsculo en los paseos y jardines del Darro y del Genil.
       Al cerrar la noche, el caprichoso escenario se reviste de nuevos aspectos. Una tras otra aparecen las luces: aquí, una vela en un balcón; allá, una lámpara votiva ante la imagen de un santo. De este modo, por grados, surge la ciudad de su penetrante lobreguez y resplandece con luces diversas, como el firmamento estrellado. Y ahora se levanta de patios y jardines, de calles y callejuelas, el resonar de numerosas guitarras y el repiqueteo de las castañuelas, fundiéndose en las alturas en un débil pero general concierto. “¡Goza de esta hora!”, es el credo del alegre y enamoradizo andaluz, y jamás lo practica con más intensidad que en las perfumadas noches del estío, cortejando a su dama con el baile, la cantilena amorosa o la apasionada serenata.
        Una noche que estaba sentado en el balcón, gozando de la suave brisa que llegaba rumorosa de la ladera de la colina por entre las copas de los árboles, mi humilde cronista Mateo, que me acompañaba, me señaló una espaciosa casa en una oscura calle del Albaicín, acerca de la cual me refirió, casi como yo la recuerdo, la siguiente anécdota:

WASHINGTON IRVING, Cuentos de la Alhambra’, Miguel Sánchez, editor. Granada 1990, p. 110-111


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        La “Primera Parte” de la Introducción del Símbolo trata de la creación del mundo, para venir por las criaturas al conocimiento del Criador y de sus divinas perfecciones. Así reza el frontispicio bajo el lema Delectasti me, Domine, in factura tua, et in operibus manuum tuarum exultabo (Sal 91, 5). Me has deleitado, Señor, con tu hechura, y exulto contemplando la obra de tus manos en versión ajustada a la letra. Alma contemplativa, dotado de una extraordinaria capacidad de lectura del libro del universo, fray Luis se complace en deletrearlo y llevar al lector de las manos. El camino -el método- era antiguo, trillado, pero él lo ‘recrea’ en la “Primera Parte”. Los doce años que vivió en La Alhambra agudizaron su sensibilidad cósmica, y a cada paso en sus libros anteriores a la Introducción se siente latir su querencia admirativa por las criaturas.

Cf. A. HUERGA, Fray Luis en la Alhambra, Cuadernos de la Alhambra, 26, 1990 p. 185-6; citado en:

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, Nota Crítica, F.U.E. Madrid 1996, p. 362-3