martes, 19 de septiembre de 2017

Los libros de caballerías

        Y si la literatura caballeresca subyugaba al público desde los tiempos lejanos del rey don Pedro hasta los de Felipe III, hinchando abultados volúmenes para las clases más cultas, descendiendo en forma de libritos populares de cordel hasta las clases más humildes, y ocupando una parte, no la menos bella, del Romancero; si inspiraba al teatro nacional hispano portugués, si se infiltraba en las empresas señoriles y en las fiestas públicas, si sus enormes novelas fueron lectura absorbente, capaz de amargar con remordimientos la conciencia del antiguo canciller Ayala, de Juan de Valdés, de santa Teresa, y de preocupar a los procuradores en las Cortes del Reino, a los moralistas, a Luis Vives y a fray Luis de Granada, hemos de conceder que este género literario, no sólo fué popular, sino popularísimo. No triunfaron los libros de caballerías, como se cree, por ser la única novela disponible en el siglo XVI, sino que fueron casi únicos porque sus aventuras triunfaban en las imaginaciones españolas desde hacía mucho tiempo; crecían esos libros en segundas partes y continuaciones, porque la imaginación quería prolongar el placer de vivir la vida de la aventura sobresaltada y del esfuerzo victorioso y vengador.

RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL, De Cervantes y Lope de Vega, Col. Austral nº 120, Espasa Calpe, Madrid 1948 p. 14-15