jueves, 23 de marzo de 2017

Queridísimo hijo

          Y volviendo en sí, dijo: ¡Ay, cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo estoy aquí pereciendo de hambre!.
           No: yo iré a mi padre y le diré: Padre mío, pequé contra el cielo y contra tí:
          Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como uno de tus jornaleros.
          Con esta resolución se puso en camino para la casa de su padre. Estando todavía lejos avistóle su padre, y enterneciéronsele las entrañas, y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello, y le dió mil besos (Lc 15, 17-20).

Sagrada Biblia, ed. Océano, Barcelona 1983, p. 1224; trad. de P. Petisco, S.J.
            

*********************

         Por último, tan grande es su misericordia que el hijo pródigo, animado por esta su benignidad suma, decidió por sí mismo venir y pedir que al menos se le incluyese en el número de los jornaleros. Sin embargo, no pronunció enteramente su petición meditada mucho y por largo tiempo, porque vio que su padre le trataba no como a un abatido jornalero sino como a un queridísimo hijo.


Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXVIII, F.U.E. Madrid 2000, p. 30-31

Transcripción y traducción de Donato González-Reviriego

viernes, 17 de marzo de 2017

Padre nuestro

        Pues este gloriosísimo nombre nos debe convidar a amar este Padre, y a esperar en Él, darle gracias por sus beneficios, y acudir a Él en todos nuestros trabajos, y tomar húmilmente como de su mano los castigos, y buscar y procurar en todo su gloria, y servirle con espíritu de hijos y no de siervos, quiero decir, por quien Él es, y por lo que Él merece, y no por miedo ni por interese. Pues a todo esto nos convida y nos obliga el derecho y título de este nombre, el cual nos ganó Cristo con sus merecimientos, que siendo único hijo de Dios por naturaleza, hizo otros muchos hijos por gracia. Digamos pues con santa y humilde osadía: Padre nuestro que estás en los cielos. Dice aquí Padre nuestro, porque llamar a Dios Padre mío singularmente a solo Jesucristo nuestro redentor conviene, porque Él solo es hijo natural, y nosotros adoptivos. A nosotros nos conviene llamarle Padre nuestro, porque todos somos de una misma manera hijos suyos iguales en una adopción, y en esta palabra nuestro, es avisado el hombre con qué caridad y humildad ha de orar, no se diferenciando ni ensoberbeciendo sobre los otros hombres, pues confiesa que son hermanos suyos y que todos son hijos de un mismo padre.

*************************


Catecismo de Segundo Grado, Texto Nacional, Imprenta Héroes, Madrid 1965

         Pois este glorissimo nome nos deve convidar a amar este pae y a esperar nelle y dar-lhe graças por seus beneficios y acodir a elle em todos nossos trablhos y tomar humilmente como de sua mâo os castigos y buscar y procurar em tudo sua gloria y servi-lo com spirito de filhos y nam de servos, quero dizer, por quem elle he y polo que elle merece y nam por medo, nem por interesse. Pois a tudo isto nos convida y nos obriga o direito y titolo deste nome, o qual nos ganhou Christo com seus merecimentos, que sendo unico filho de Deos per natureza, fez outros muitos filhos per graça. Digamos, pois com sancta y humilde ousadia: Padre nosso que estaas nos ceos. Diz aqui Padre nosso, porque chamar a Deos padre meu, singularmente a soo Jesu Christo nosso Redentor convem, porque elle soo he filho natural y nos adoptivos. A nos convem chamar-lhe padre nosso, porque todos fomos de huma mesma maneira filhos seus igoses em huma adopçam y nesta palavra 'nosso' he avisado o homem com que charidade y humildade ha de orar, nam se differençándo, nem ensobervecendo sobre os outros homens, pois confessa que sam seus hirmâos y que todos sam filhos de  hum mesmo pae.


Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXI, F.U.E. Madrid 1999, p. 40-43

Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo

sábado, 11 de marzo de 2017

Santificado sea tu nombre

        Hasta aquí es como entrada y proemio de la oración: después de lo cual se sigue la primera petición, en que hablando con Dios y con nuestro Padre, pedimos sea santificado su nombre.
       Por el nombre de Dios en este lugar habemos de entender el mismo Dios, la noticia, la gloria, la honra de él. Pedir que sea santificado su nombre no es otra cosa sino pedir que sea conocido por quien es, y honrado y servido conforme a tal conocimiento.

*******************
        Ate qui he como entrada y prohemio da oraçam, depois do qual se segue logo a primeira petiçam, em que falando com Deos y com nosso Pae pedimos, seja sanctificado seu nome.
         Polo nome de Deos neste lugar havemos de entender o mesmo Deos, a noticia, a gloria, a honrra delle. Pedir que seja sanctificado seu nome, nem he outra cousa senam pedir que seja conhecido por quem he y honrrado y servido conforme a tal conhecimento.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXI, F.U.E. Madrid 1999, p. 42-44

Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo


viernes, 3 de marzo de 2017

Perdona nuestras deudas

        La práctica del perdón no sólo salva las familias de la división, sino que las hace capaces de ayudar a la sociedad a ser menos malvada y menos cruel. Sí, cada gesto de perdón repara la casa de las grietas y refuerza sus muros. De verdad las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad de hoy, y también por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo de la Misericordia las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco. Recemos para que las familias sean siempre más capaces de vivir y de construir caminos concretos de reconciliación, donde ninguno se sienta abandonado al peso de sus ofensas.
      Y termina diciendo: Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. Gracias.

Catequesis del Papa Francisco, La familia y el perdón, Boletín MFC nº 112, Diciembre de 2015, año XXXV, p. 8

*******************
        Pues todo este bien dijo Zacarías en su cántico que nos vino por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, por la cual nos vino a visitar dende lo alto (Lc 1, 78). Y ésta es la que señaladamente respladece en la sagrada pasión, en la cual nuestro clementísimo Redemptor, cómo él dice, pagó lo que no había robado, porque los robadores, que somos nosotros, quedásemos libres y descargados ( Sal 68, 5).

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIII, F.U.E. Madrid 1997, p. 307