Silva locorum (tomo LI)
Dice Fray Luis, según refiere José
Jaime Peláez en su comentario al tomo LI de la Silva Locorum, que
después de sus estudios de teología se dedicó al estudio de los Santos Padres y Sagradas
Escrituras, siguiendo la recomendación de San Jerónimo de aderezar los sermones con citas
extraídas de primera mano en dichas lecturas. Dice: todo lo que en
ambas lecturas me parecía digno de anotación, lo transcribía, para después
distribuirlo ordenadamente por temas, en lugares comunes, a fin de encontrarlo con
más facilidad cuando fuese necesario, es decir, que seguramente lo anotaba en fichas o cuartillas,
para después ordenarlas más fácilmente por temas…
Autores como Desiderio Erasmo de
Rotterdam y Juan Luis Vives, entre otros, también hicieron uso de esta
técnica recopilatoria para sí mismos y para otros humanistas. En el caso de Fray
Luis, como el mismo dice, a parte del uso propio, la intención fue, siguiendo las directrices
del Concilio de Trento de impulsar un movimiento de predicación que
renovara la elocuencia de los púlpitos, la de servir a los predicadores poniéndole a mano
textos de autores de renombre y de las Sagradas Escrituras para que enriquecieran
sus sermones.
Las silvas, florilegios,
antologías, polianteas181… existían desde la antigüedad, ya los antiguos clásicos usaban
este método para comparar las fuentes sobre un tema concreto y hacer sus escritos más
científicos. Además puede decirse que este método ha sido en ocasiones apéndice de
varias tipologías del método científico, (por ejemplo del método histórico, del método
sintético) y similar parcialmente al método de las formengeschichte, aunque con una
intención no tan científica como erudita. Durante la Edad Media se continuó
utilizando dicho método y también durante el Renacimiento. A pesar de la
aparición de la imprenta los libros seguían siendo escasos y muchas bibliotecas de
difícil acceso.
Imaginemos un mundo sin
fotocopiadoras, ni internet, ni diskettes ni cd´s, ni pendrive, ni archivos Pdf con su correspondiente buscador, los cuales permiten trabajar al investigador académico actual al
ciento por uno… entonces veremos este método muy lógico y necesario, y si bien
les ayudaba no poco, no les ayudaba menos una buena memoria. A una técnica adecuada
unían una buena memoria. Aquellos investigadores y eruditos parece que hubieran tenido
una capacidad de retentiva memorística más trabajada que hoy en día, por la
misma necesidad y falta de soportes materiales, por lo que a veces también da la sensación
de que hubieran llevado un impresionante florilegio mental consigo.
La cosa es que no podemos entender
por estas recopilaciones algo similar a los libros actuales de máximas, citas,
sentencias etc. tan frecuentes en las ferias de libro.
No, en el caso de las silvas, los
florilegios… (que por su traducción literal pueden inspirarnos la idea de una cierta
anarquía o imprecisión: bosque, recogida de flores) los temas están ordenados,
estructurados, y además comentados en las presentes silvas bajo el epígrafe de El colector.
Comentarios que no eran demasiado frecuentes en todas las recopilaciones, y por su frecuencia
y extensión en las que tratamos ya hacen bastante novedoso el estilo de Fray Luis en
este género.
Por otro lado, las silvas de Fray
Luis, a diferencia de otras muchas de su época, no se tradujeron hasta el s. XIX a
ninguna lengua romance, siendo el francés la única lengua a la que se ha traducido la
obra hasta actualidad, dado que los destinatarios principales de estos escritos eran
predicadores, que generalmente en los siglos pasados sabían latín y por eso no necesitaban una traducción. Resulta por tanto que la primera traducción al español es la
presente.
Sin embargo se observa, como se
acaba de apuntar, que en la producción de otras silvas existió la intención
de traducir las citas recopiladas a lenguas romances y a otras lenguas vulgares, ya que
avanzado el s. XVI y sobre todo el s. XVII, se acudirá cada vez más a las polyantheas o
silvas y menos a las fuentes, al parecer, ya no por la dificultad de entrar a determinadas
bibliotecas y/o por la escasez de libros, sino también por el cada vez mayor desconocimiento de las lenguas clásicas, en el bajo clero y fuera de él.
La falta de cultivo de las lenguas
clásicas, el exceso de veneración a las autoridades, el no acudir a las
fuentes, a los textos originales y el fiarse de exposiciones de segunda mano, que a veces eran
incluso florilegios de florilegios, fue ya denunciado por el valenciano universal Luis
Vives como una de las causas de la decadencia de los estudios. Si bien un refrito
bien hecho no lo hace cualquiera, hay que tener una cierta cultura para hilvanar determinados
retales de buenas telas. (Salvemos un cierto derecho de una digna mediocridad).
Los jesuitas van a criticar también
toda esta erudición que no procedía de la lectura directa de las fuentes, sino del rastreo
de florilegios, aunque lo peor no era el citar copiando de un florilegio,
sobre todo si se escribía con cierta humildad, lo peor era cuando no se citaba textualmente
sino que se interpretaba la cita… entonces sí se podía caer en la estafa intelectual.
Pero lo que nos ocupa el momento es
una de esas silvas que hasta ahora ha sido inédita en castellano…
La producción de silvas de Fray
Luis está dividida por él mismo en tres clases, y en la presente edición la primera
clase está compendiada en el tomo 48, la segunda se enmarca en los tomos 49 y 50 y la
tercera, que es a la que yo he dedicado mayor atención, la encontramos en el tomo
51.
Laureano Gómez Parra, Silva Locorum; en VARIOS, Fray Luis de Granada, un escritor contemporáneo, Ediciones del Orto, Madrid 2009, p.111-113
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