TEMA: Mi cáliz sí que lo beberéis
Hoy, hermanos, celebramos la fiesta de Santiago
apóstol, y pienso que con mayor alegría que la fiesta de los otros apóstoles,
puesto que nos gloriamos con razón de un tan grande patrono de nuestra España.
Éste, pues, entre todos los de aquel sagrado grupo de apóstoles, que merecieron
acompañar al Señor y Salvador, cuando vivía en este mundo, quiso, ante todo,
venir a España, y con la dispensación divina sembrar aquí la semilla de la fe.
Y no sólo en vida sino también en su muerte se dignó elegir su morada entre
nosotros. Este divino apóstol fue ciertamente muy amigo nuestro, pues él ni
vivo ni muerto quiso dejarnos; y reconociendo a Judea como su patria, con su
sepulcro y su doctrina quiso honrar y defender a España. No cabe duda de que es
muy poderoso reinando en el cielo, el que ante el Hijo Unigénito de Dios
mereció hallar una gracia tan grande. Porque quiso el Señor que éste con su
hermano Juan y Pedro, príncipe de los apóstoles, fuese testigo de su gloriosa
transfiguración[1].
También que estos mismos solos entraran con él para resucitar a la hija del
jefe de la sinagoga[2].
Y no sólo los tomó como compañeros en las prosperidades, sino también en las
adversidades, cuando antes del combate de su pasión comenzó a entristecerse y
angustiarse[3].
Y no carece de una gloria singular, que éste fuese el primero entre los
apóstoles en recibir la corona del martirio; el primero que se ofreció al Señor
como holocausto vivo; el primero que derramó su gloriosa sangre por él; el
primero que con su muerte correspondió a la que el Salvador se dignó a padecer
por todos, y le volvió vida por vida y sangre por sangre. Así pues, este tan
grande apóstol es ahora nuestro Patrono.
Llegada de Santiago a España por el Puerto de Cartagena, según la tradición (CT. Ayuntamiento) |
El Apóstol en la dársena del Puerto (CT. Ayuntamiento) |
Fray Luis de Granada, Obras
Completas, t. XLII, F.U.E. Madrid 2004, p. 88-89-90-91
Traducción de Donato González-Reviriego
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