A la puesta del sol sobreviene una
gradual animación; y cuando todas las campanas de la tarde tañen su triste
sonido, la Naturaleza entera parece alegrarse de que el tiránico día haya
sucumbido. Entonces comienza el alegría y el bullicio, cuando salen los
ciudadanos a respirar el aire del anochecer y gozar del breve crepúsculo en los
paseos y jardines del Darro y del Genil.
Al cerrar la noche, el caprichoso
escenario se reviste de nuevos aspectos. Una tras otra aparecen las luces:
aquí, una vela en un balcón; allá, una lámpara votiva ante la imagen de un
santo. De este modo, por grados, surge la ciudad de su penetrante lobreguez y
resplandece con luces diversas, como el firmamento estrellado. Y ahora se
levanta de patios y jardines, de calles y callejuelas, el resonar de numerosas
guitarras y el repiqueteo de las castañuelas, fundiéndose en las alturas en un
débil pero general concierto. “¡Goza de esta hora!”, es el credo del alegre y
enamoradizo andaluz, y jamás lo practica con más intensidad que en las perfumadas
noches del estío, cortejando a su dama con el baile, la cantilena amorosa o la
apasionada serenata.
Una noche que estaba sentado en el
balcón, gozando de la suave brisa que llegaba rumorosa de la ladera de la
colina por entre las copas de los árboles, mi humilde cronista Mateo, que me
acompañaba, me señaló una espaciosa casa en una oscura calle del Albaicín,
acerca de la cual me refirió, casi como yo la recuerdo, la siguiente anécdota:
WASHINGTON IRVING, Cuentos de la Alhambra’, Miguel
Sánchez, editor. Granada 1990, p. 110-111
*********************
La “Primera Parte” de la Introducción del Símbolo trata
de la creación del mundo, para venir por las criaturas al conocimiento del
Criador y de sus divinas perfecciones. Así reza el frontispicio bajo el
lema Delectasti me, Domine, in factura
tua, et in operibus manuum tuarum exultabo (Sal 91, 5). Me
has deleitado, Señor, con tu hechura, y exulto contemplando la obra de tus
manos en versión ajustada a la letra. Alma contemplativa, dotado de una
extraordinaria capacidad de lectura del libro
del universo, fray Luis se complace en deletrearlo y llevar al lector de
las manos. El camino -el método- era antiguo, trillado, pero él lo ‘recrea’ en
la “Primera Parte”. Los doce años que vivió en La Alhambra agudizaron su
sensibilidad cósmica, y a cada paso en sus libros anteriores a la Introducción se siente latir su
querencia admirativa por las criaturas.
Cf. A. HUERGA, Fray Luis en la Alhambra, Cuadernos de
la Alhambra, 26, 1990 p. 185-6; citado en:
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, Nota Crítica, F.U.E. Madrid 1996, p. 362-3
No hay comentarios:
Publicar un comentario