Fray Juan
Cobo, (Alcázar de San Juan, entonces llamado
"Alcázar de Consuegra", provincia de Ciudad
Real ¿1546? - Formosa, 1591),
misionero dominico, diplomático, traductor, astrónomo y sinólogo español.
Tradujo al chino algunas obras de Séneca y el Catecismo (Doctrina Christiana
en letra y lengua china, compuesta por los padres ministros de los Sangleyes,
de la Orden de
Santo Domingo, 1593, póstumo; se conserva un ejemplar en la Biblioteca Vaticana ),
así como, al español, el Mingxin baojian, 明心寶鑑, con el título de Espejo rico del claro
corázón (1592), colección de aforismos y breves diálogos
sapienciales de tradición confuciana, budista y taoísta,
atribuida a Fan Liben. Se trata del primer libro chino
traducido a una lengua europea. Sirvió en siglos pasados de libro de texto en
las escuelas chinas para aprender a leer el español y se difundió por Corea, Vietnam
y Japón.
Cobo y Benavides levantaron también un hospital
y la iglesia de San Gabriel, en el parián o barrio chino, para los chinos
conversos sangleyes de Manila. Cobo, aficionado a las matemáticas, divulgó
también en Asia la astronomía occidental a través de un libro
impreso de 62 páginas que contiene una primera parte de discusiones teológicas
y una segunda de cosmografía occidental, posiblemente una traducción al chino
de un libro suyo titulado De
Astronomía. Se trata en realidad de una adaptación de la Introducción al símbolo de la Fede fray Luis de Granada con el título de Shih Lu (en base a la transcripción los dos
últimos caracteres de las primeras palabras que aparecen en el libro chino: 實錄), Apología
de la verdacera religión.
Fue enviado al Japón como embajador por el
gobernador de Filipinas don Gómez
Pérez Dasmariñas en
1592; desembarcaron en Taico Sama y el emperador Totoyomi
Hideyoshi le recibió
con grandes honores. La embajada estaba compuesta por el capitán Lope de
Llano, Juan Cobo y dos intérpretes chinos cristianos de Manila, uno
de ellos llamado Antonio López y el otro Juan Sami, “maestro de lengua china”.
Allí les recibió el capitán Juan Solís y su criado Luís, que llevaban algún
tiempo en la isla, a fin de facilitar más la comunicación. El objetivo principal
de los embajadores era verificar la autenticidad de una carta amenazadora de
Hideyoshi y conseguir la amistad de los japoneses o, en su defecto, retrasar la
posible invasión de las Filipinas. Ajustó un tratado de paz por el que se
consentía reanudar la predicación del Evangelio,
hacía largo tiempo prohibida, en todo el imperio. Gracias a su gestión se
reanudó, pues, el culto de la iglesia católica en el Japón. Embarcado hacia las
Islas Filipinas, una furiosa tormenta le arrojó a la isla de Formosa,
donde fue asesinado por sus habitantes en 1591.
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