Crescieron sobre todo esto los trabajos de aquella noche
dolorosa con la negación de sant Pedro[1].
Aquel tan familiar amigo, aquél escogido para ver la gloria de la transfiguración,
aquél entre todos tan honrado con el principado de la Iglesia, ese primero que
todos, no una, sino tres veces, en presencia del mismo Señor, jura y perjura
que no le conoce, ni sabe quién es[2]. ¡Oh
Pedro!, ¿tan mal hombre es ese que ahí está, que por tan gran vergüenza tienes
aún haberlo conocido?. Mira que eso es condenarlo tú primero que los
pontífices, pues das a entender en eso que es él persona tal, que tú mismo te desprecias
y deshonras de conocer?. Pues ¿qué mayor injuria que ésa?.
Volvióse
entonces el Salvador, y miró a Pedro, y fuéronsele los ojos tras aquella oveja
que se le había perdido. ¡Oh vista de maravillosa virtud! ¡Oh vista callada,
mas grandemente significativa!. Bien entendió Pedro el lenguaje y las voces de
aquella vista; pues las del gallo no bastaron para despertarlo, y éstas sí. Mas
no solamente hablan, sino también obran los ojos de Cristo; y las lágrimas de
Pedro lo declaran: las cuales no manaron tanto de los ojos de Pedro, cuanto de
los ojos de Cristo.
De manera
que cuando alguna vez despertares y volvieres en ti, debes entender que ése es
beneficio de los ojos del Señor que te miran. Ya habían cantado los gallos, y
no se acordaba Pedro, porque aún no lo había mirado el Señor. Mirólo y acordóse,
y arrepintióse, y lloró su pecado; porque sus ojos abren los nuestros, y ellos
son los que despiertan a los dormidos.
San Pedro de Salcillo. Foto P. Alcaraz |
En procesión por las calles de Murcia. Foto Pascual G. |
Y para mientes
que la principal culpa de Pedro fue haber tenido empacho y temor de parecer
discípulo de Cristo, y esto se dice haberle negado. Pues si esto es negar a
Cristo, ¿cuántos cristianos hallarás que de esta manera le nieguen?¿Cuántos hay
que rehusan de confesar, y comulgar, y orar, y tratar de Dios, y conversar con
buenos, y sufrir injurias, porque el mundo no los desestime y burle de ellos?.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, Libro de la oración y meditación, t. I , F.U.E. Madrid 1994, p. 71-2
No hay comentarios:
Publicar un comentario