Después que el Señor probó a los discípulos abundantemente
la causa de su pasión y muerte, argumentando por Moisés y por los demás
profetas, llegaron al castillo al que iban, y él dijo, que continuaba viaje.
¿Por qué esta simulación? Simular
es amagar y no hacer. Se hace cuando se obra; se simula cuando se aparenta
hacer y no se hace. Parece que se va a hacer una cosa y se hace otra. El Señor
usa no rara vez esta actitud con las personas piadosas: en algunas ocasiones
parece que se aleja y no es así. El profeta, desconsolado, clamaba: ¿Por qué,
Señor, te alejaste de mí y me dejaste en la tribulación?[1]. Y otra
vez: ¿Hasta cuándo, Señor, te olvidas de mí y apartas tu rostro?[2].
¿Qué hacer cuando sentimos esto?
Clamarle de todas veras con los dos discípulos: Quédate, Señor, con nosotros,
porque cae ya la tarde y anochece[3].
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