Así que, traten las duquesas y
las reinas el lino, y labren la seda, y den tarea a sus damas, y pruébense con
ellas en estos oficios, y pongan en estado y honra aquesta virtud; que yo me
hago valiente de alcanzar del mundo que las loe, y de sus maridos, los duques y
reyes, que las precien por ello y que las estimen; y aún acabaré con ellos que,
en pago deste cuidado, las absuelvan de otros mil importunos y memorables
trabajos con que atormentan sus cuerpos y rostros, y que las excusen y libren
de leer en los libros de caballerías, y del traer el soneto y la canción en el
seno, y del billete y del donaire de los recaudos, y del terrero y del sarao, y
de otras cien cosas de este jaez, aunque nunca las hagan. Por manera que la
buena casada, en este artículo de que vamos hablando de ser hacendosa y casera,
ha de ser, o labradora, en la forma que habemos dicho, o semejante a labradora
todo cuanto pudiere[1].
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Recomienda Fray Luis de Granada
este libro de La perfecta casada a una dama, al poco de su publicación:
Cuanto a lo que V. S. me
pide, que es un tratado para mujer casada, advierto que el padre fray Luis de
León escribió uno que imprimió en Salamanca (1583). Yo no estoy ya para
escribir, porque me faltan las fuerzas; mas lo que puedo decir es que la regla
de los casados es la misma que han de guardar los cristianos, porque muy poco
más se añade a éstos; y lo principal que para las casadas se requiere es que no
hagan ídolos de sus maridos y de sus hijos, porque éste es el mayor peligro que
hay en las bien casadas, y principalmente en las señoras de grande estado. Y
para esto deben acordarse y traer algunas veces a la memoria que maridos e
hijos son hombres de carne, mortales y pasibles, sujetos a todos los
accidentes, enfermedades y acaescimientos de todos los otros hombres, y que
Dios tiene las llaves de la vida y de la muerte, de la salud y de las
enfermedades; y reconociendo esto, los ofrezcan a Dios, y los tomen por dados
de su mano por el tiempo que El fuere servido, y dándole gracias por las vidas
de ellos y ofreciéndolas a Dios para que El las conserve, y aparejando los
corazones para todo lo que El quisiere hacer de ellos. Este es el principal
documento de las casadas; y las que esto no hacen, si algún desastre acaesce,
dan con la cabeza por las paredes y hacen y dicen mil desatinos quejándose de
Dios.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XIX, F.U.E. Madrid 1998, p. 165; Carta a la Marquesa de Villafranca, Lisboa, 17 de octubre de 1587
Fotos y Labores,cortesía de Isabel M. B. |
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XIX, F.U.E. Madrid 1998, p. 165; Carta a la Marquesa de Villafranca, Lisboa, 17 de octubre de 1587
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