Porque no es menester más que oler desde lejos esta divina
suavidad, para que diga el hombre con la Esposa en los Cantares. En pos de ti correremos, Señor, al olor de
tus ungüentos[1].
Porque sin dubda, no se da tanta prisa el perro del cazador cuando ha dado en
el rastro de la caza, cuanto el ánima después que ha comenzado a sentir el olor
y rastro de esta suavidad celestial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario