Para
lograr este afecto de caridad, por el que la predicación se hace creíble y
eficaz, ayuda sobremanera el estudio de la oración y contemplación, en la cual
contempla nuestro entendimiento las cosas espirituales y divinas[1].
De tal manera que como el fuego prende
con facilidad en la leña seca, mas no así en la verde y húmeda, así los
predicadores aplicados al estudio de las cosas divinas y de devoción fácilmente,
como la leña seca, se inflaman en el fuego de la devoción y amor con el cual
encienden los ánimos de los oyentes; mas los que no tienen devoción, como la
leña húmeda, ni a sí mismos se encienden, ni pueden encender a los demás[2].
La palabra hablada y la palabra
escrita, ambas avaladas por una vida ejemplar, fueron las herramientas que
Granada manejó para dar gloria a Dios y transmitir a los hombres el mensaje de
salvación traída por Jesús...
Fue nombrado Predicador General y ejerció servicios dentro de la Orden como
Prior conventual y Prior Provincial. Cargos que no le impedirían su itinerancia
en la predicación. Concretamente en Portugal, en el Alentejo y la diócesis de
Évora, predicaría incansablemente, alentando la acción evangelizadora
misionera, formando sacerdotes y animando la Universidad pastoral, al estilo de
la de Baeza. Fr. Luis perpetuó su predicación a través de sus escritos. Todos
ellos están empapados de su espiritualidad, y nos ofrecen un testimonio
inmejorable de su visión de la vida cristiana. El entusiasmo que mostraron
hacia su obra santos como Carlos Borromeo, Juan de Ribera o Francisco de Sales,
nos hablan de lo certero de la empresa realizada por el granadino, que no sólo
aportó con su doctrina, sino que además enseñó a otros a elaborar sus propias
reflexiones adecuadamente.
NICASIO E. MARTÍN RAMOS, La espiritualidad de Fray Luis de Granada, Actas del V Centenario, ed. por CajaSur, Córdoba 2005 p. 79-80
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Las
personas devotas vuelan en Dios frecuente, pronta y altamente. En fin, la
devoción no es otra cosa sino una agilidad y vivacidad espiritual, por medio de
la cual la caridad ejercita sus acciones en nosotros, y nosotros por ella
obramos pronta y aficionadamente; y como pertenece a la caridad el hacernos
guardar los mandamientos de Dios, general y universalmente pertenece también a
la devoción el hacer que los guardemos pronta y diligentemente.
SAN
FRANCISCO DE SALES, Introducción a la
vida devota, ed. Palabra, Madrid 2014 (10ª) p. 35
Traducción
del francés por Francisco de Quevedo Villegas, publicada en Madrid año 1634
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