La
Virtud sospechosa es una
comedia en tres actos incluida en el volumen XXX de las Obras completas, publicadas por la Librería y casa editorial
Hernando en Madrid en 1525. Jacinto Benavente recibió el Premio Nóbel de
Literatura en 1922 por la abundancia de su producción y por retratar con
realismo a la sociedad madrileña y española de principios del siglo XX,
renovando la escena española cuyo romanticismo estaba produciendo las obras
menos valiosas y decadentes del momento.
El
título recuerda la obra maestra de Pedro Antonio de Alarcón La verdad sospechosa comedia satírica
donde se critica la facilidad con la que falta a la verdad su protagonista don
García, vanidoso y fanfarrón, considerado un carácter formidable de nuestro teatro.
La Virtud sospechosa se desarrolla en
una villa de una ciudad del Norte de España, donde llega Emilia, la segunda esposa del Marqués de las Torres del Duero,
quien ha mejorado notablemente su posición social, por causa de su boda con el
Marqués, lo cual la hace sospechosa de arribista para los familiares de su
esposo: Yo sólo pido, en cambio, un poco
de simpatía para apreciar mis buenos deseos de hacerme perdonar mi elevación,
que para mí, confieso que lo ha sido, pertenecer a vuestra familia[1].
Emilia ha cuidado generosamente a Eduardo, hijo del Marqués, herido en la
guerra de África, y ha conseguido con su amabilidad reconciliar a la familia,
según comenta el propio Eduardo.
El
personaje principal, Rosaura, hija del Conde de Santa Clara y prima de Eduardo
es una joven de apariencia alocada, pero de buen corazón, que aprecia y valora
a Emilia por sus cualidades. El contrapunto de este personaje se llama Manolo
Vélez, que burla burlando coloca a cada personaje en su sitio, enseñando a
Rosaura que la honradez ha de ser verdadera y no aparente; él desenvuelve la
trama como ocurre en la Comedia del Arte, desvelando qué acciones son honestas,
y cuáles son aparentemente virtuosas.
Este
Vélez relaciona la actitud de Rosaura, hipócrita en cierta forma, con la del
protagonista de La Verdad sospechosa
de Pedro Antonio de Alarcón, don García, un joven inexperto, que suele mentir
por mofa y por juego, hasta que un día, cuando necesita que le crean, su verdad
resulta sospechosa por causa del hábito de mentir. Vélez sentencia al final de
la comedia: Es el mal de estos tiempos,
en que todos prefieren parecer inteligentes a parecer buenos…y hay que
desengañarse….por la inteligencia rara vez nos ponemos de acuerdo…; por el
corazón nos entendemos siempre[2].
Manolo
Vélez ha amonestado anteriormente a Rosaura de que, cuando necesite ser
apreciada por un hombre, enamorado de sus cualidades, puede ocurrirle lo que a
don García y como a él la verdad, procura
que no vaya a ser en ti, la virtud sospechosa[3]. Él
considera a la muchacha inteligente y
educable, si cae en buenas manos[4].
Le parece deplorable lo que aparece en la superficie, que califica como
hipocresía a la inversa, como ser buenos,
y parecer malos[5],
lo que le pasa a Rosaurita igual que a todos los jóvenes de su edad. La clave está en ser sencillos, ser naturales[6], y
no vivir como personajes literarios.
Al hacer estas reflexiones sobre los jóvenes aristócratas, él se sitúa fuera,
observándolos desde un punto de vista distinto: quien soy yo para moralizar. Nadie, ya lo sé…; un bufón a la moderna,
un bufón de sociedad..,no soy otra cosa, pero ya sabes que los bufones alguna
vez entre burlas decían verdades…[7].
Otro personaje interesante, aunque algo desdibujado, es el
primo de Rosaura, Eduardo, quien piensa que la joven al lado de un hombre
inteligente, de verdad enamorado de ella, es muy educable y perfectible. Se le
opone el doctor que le curó, Jaime, que representa el interés por la ciencia de
una clase nueva elevada por el estudio.
Sabemos que el tema de la virtud, origen
de la obra posee una larga tradición en la Literatura española. Ya el Padre
Granada en su obra Guía de pecadores
anima al hombre a conseguir una vida más feliz por el camino de la ascética. El
fraile granadino exalta la educación ética en la virtud, como un camino de
perfección que sigue nuestras tradiciones cristianas seculares. Jacinto
Benavente ha situado en el escenario los vicios y virtudes de la sociedad
española de fin de siglo, siguiendo esta tradición moral. Su obra es un botón
de muestra de la deuda que tiene la literatura española con nuestros escritores
morales, entre los que destaca fray Luis de Granada por su producción y por el
contenido de su obra.
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