Estando de viaje por Alemania, visitamos
en Berlín las Bibliotecas Nacional e Iberoamericana, donde encontramos un extenso
fichero de autores religiosos españoles, entre ellos fray Luis de Granada. Como
me habían encargado una conferencia sobre el autor en la CAM de mi ciudad,
fotocopié varias páginas de la Introducción
del Símbolo de la fe, y las guardé en mi carpeta. Paseando más tarde por el
Grunewal, desde la torre situada en medio del bosque me mostraron unos pinos
tan altos y rectos, que solían utilizarse para hacer mástiles de barcos. Cuando
por la noche en la cantina del camping estuve repasando las fotocopias, con
sorpresa, por mi parte, encontré este texto:
Vengamos a la obra del tercer día, que
tiene más diferencias de cosas que considerar que el segundo, que es cuando
mandó el Criador a la tierra que produjese todo genero de plantas y arboledas[1].
Pues con solo este mandamiento del Criador, sin más semillas, sin más labor,
sin influencias del sol y de los planetas y estrellas, que aún no eran criadas,
produjo la tierra tantas diferencias de plantas, de yerbas, de flores, de
árboles, para tantos usos y provechos de la vida humana cuantos arriba
declaramos, y por esto no lo repetimos en este lugar. Porque vieron los ojos de
aquel Señor, a quien todo lo venidero está presente, las cosas de que nuestra
vida tenía necesidad, y para todas proveyó de remedio.
Los pinos del Grunewald |
Mas
entre tantas especies y diferencias de árboles, que no tienen cuento ni número,
uno de los que nos debía dar conocimiento de su providencia, son los grandes
pinos que nacen en algunas partes, mayormente en Alemaña, tan grandes, tan
largos, tan gruesos y sobre todo tan derechos, que ni con regla ni plomada
pudieran salir más derechos, los cuales sirven para mástiles de navíos grandes,
y galeones que navegan de Occidente a Oriente, que son cinco mil leguas de
agua, por mares muy tempestuosos, de los cuales vi uno tendido en la ribera de
Lisboa, de tan extraña grandeza, que me puso en admiración. Por do parece que
vió el Criador que se habían de navegar estos mares tan grandes, y dende el
principio del mundo, entre otras diferencias de árboles, crió también éstos tan
grandes, tan derechos, tan hermosos y tan acomodados al fin para que los crió.
Porque por este medio navega también la fe junto con las mercadurías hasta el cabo
del mundo[2].
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