La sangre arterial sale del corazón “por
el tronco de una grande arteria”, la cual, según Fray Luis, se divide en dos
brazos: “el uno destos brazos desciende a todos los miembros que están debajo
del corazón hasta los pies, y el otro sube
a los que están sobre él hasta la cabeza”. Dicho lo cual, queda expuesto
cuanto en la Introducción se refiere
a lo que hoy llamamos aparato circulatorio.
Viene a continuación, dentro del orden que
sigue Fray Luis, el aparato de la respiración y de la fonación. El pulmón es un
órgano doble, “de substancia esponjosa y liviana (de donde le vino el nombre de
livianos), para que fácilmente se pueda mover, extender y encoger”. Este
miembro, “a manera de fuelle, se está siempre abriendo y cerrando”, y con su
constante movimiento cumple cuatro fines distintos: refrigerar el calor del
corazón, impulsar el aire productor de la voz, purgar de hollines la sangre de
la vena arterial y hacer el aire inspirado apto para engendrar los espíritus
vitales.
A cambio del refrigerio que el pulmón le
presta, dice Fray Luis, siempre con Galeno[1],
el corazón le mantiene y da de comer de su mesa real; porque sustentándose todos
los otros miembros con la sangre de las venas (que es como pan casero, común a todos), éste sólo se mantiene de la sangre
arterial, que se forja en el mismo corazón, que es purísima y finísima”. Quiere
decir Fray Luis que el pulmón se nutre de la sangre que le lleva la arteria
pulmonar; la cual sangre, tan pronto como llega al pulmón se purifica por
eliminación de los “hollines” y “fumosidades” que la hacían impura. La expresión
“sangre arterial” usada en el párrafo transcrito es manifiestamente exagerada,
dentro de la ortodoxia galénica en que la descripción se mueve.
Pedro Laín Entralgo, La antropología en la obra de Fray Luis de Granada, C. S. I. C.,
Madrid 1988, p.170-171
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