En el año 1504 nacía en la ciudad del Darro y del Genil el
que iba a ser Fray Luis de Granada. Se celebra, por consiguiente este año, el V
Centenario de su nacimiento. La
figura del que justamente se ha llamado el andaluz
universal se fue fraguando desde su primera infancia, muy dura: huérfano,
harapiento, pasando luego por su adolescencia más sonriente, recogido por los
condes de Tendilla como pajecillo de los hijos del Alcalde de la Alambra con
los cuales estudió gramática, retórica y poesía. Se formó con grandes maestros
en las fuentes del humanismo renacentista. Después de haber pasado doce años
atesorando letras, respirando religiosidad, en medio del paisaje de la Alhambra,
extendiendo su mirada por la vega y levantando frecuentemente sus ojos a las
alturas nevadas de la sierra y rebosando todo su ser de las más ricas
experiencias familiares, escolares, religiosas y ecológicas, ingresará en el
Convento dominicano de Santa Cruz la Real, a donde acudía en otro tiempo con su
madre, mendigando un poco de caldo y unos mendruguillos de pan. Después de
profesar en la Orden de Predicadores se dedicará a estudiar la filosofía bajo
la dirección de los grandes maestros llegados de los Estudios Generales de
Córdoba y Sevilla para pasar a continuación al Colegio de S. Gregorio de
Valladolid a donde eran enviados la flor y nata de los estudiantes de la Orden
en España. Instruido por las enseñanzas de aquellos grandes maestros:
Astudillo, Bernardo Manrique, Carranza y con condiscípulos de la talla de Melchor
Cano, Pedro de Sotomayor, Francisco de la Cerda, etc., saldrá con el saber y
hábito de la teología, de la retórica y lleno de celo por la predicación y el
deseo de salvar almas.
En
1534, ganado por las prédicas misionales de Betanzos se presentará en Sevilla
para embarcarse rumbo a las Indias. Y de hecho alistado estaba pero cayó de la
lista, pues, como él mismo confiesa repitiendo las palabras del provincial aprovecharía más en estas tierras que en las
Indias. Para poner en práctica este vaticinio será asignado a restaurar el
Convento de Santo Domingo de Escalaceli en Córdoba. Y allí en la soledad de
Sierra Morena firmará compraventas para su construcción material, procurará el
pan cotidiano para sus frailes, aplicará el espíritu de reforma que había bebido
en Valladolid, leerá con avidez cuanto cae en sus manos y descenderá de la
tebaida de Escalaceli para predicar que era su vocación. La fama de su buen
decir se extendió por toda la región, pero sobre todo llamó la atención del
Cabildo de la Catedral de Córdoba de tal manera que lo contrató para predicar
la Cuaresma de 1538, que él aceptará y realizará con brillantez siguiendo las
instrucciones de Juan de Ávila, su maestro y amigo. Pretendido por los nobles
de Andalucía ejercerá su ministerio y consejo en sus señoríos para pasar a
continuación a Extremadura y luego reclamado por el Cardenal Infante D. Enrique
Arzobispo de Évora. Aquí, en el Alentejo predicará incansable y trazará un
programa de actuación pastoral que cambiará la vida de los sacerdotes y fieles
e iniciará sus publicaciones con el Libro
de la Oración y Meditación (1554), Guía
de Pecadores (1556), a los que seguirá toda una serie de la mejor
literatura ascética y mística, interrumpida solamente por el zarpazo de la Inquisición
la cual no encontrará error alguno sino ciertos reparos por publicar en romance, y de los más selecto, y por anunciar perfección para todos.
Elegido
Provincial de los dominicos de Portugal en 1556 se entregará a promover la vida
dominicana, a criar novicios entusiasmándolos en la vida comunitaria y en la
predicación. Fundará conventos y será el mentor de múltiples grupos
oracionistas de Portugal. En esta marcha estelar de predicador oral y por
escrito le sorprende la llamada de la Reina Catalina nombrándole su confesor.
Fray Luis es el predicador, el consejero de la Corte, el escritort Best-seller,
el director espiritual de monasterios, estimado por los Reyes y grandes
personajes de la política, de la jerarquía eclesiástica y por el pueblo llano.
El Cardenal Borromeo le pide que escriba sus sermones también en latín pues así
sus enseñanzas llegarían a todos los rincones conocidos. A pesar de la fatiga
que ello le supone asumirá esta labor por servir al evangelio y sus sermones del tiempo litúrgico, las homilías sobre los santos, su retórica, su Collectanea moralis philosophiae, su Silva locorum, la Introducción
del Símbolo de la fe llegarán a todo el mundo y, por ello, a convertirse en
predicador de toda la cristiandad.
Morirá
en Lisboa el 31 de diciembre de 1588,
a la edad de 84 años, dejando una estela luminosa por
sus virtudes, sus libros, su actuación religiosa, cultural y política. El
pueblo lo canonizó en vida y después de muerto denominándolo siempre: el Venerable Padre Maestro Fray Luis de Granada,
un milagro del mundo. La Iglesia lo
canonizará o no, su Proceso actúa ya
en la Congregación de los Santos. Ojalá que este Centenario de su nacimiento
sea una oportunidad para el conocimiento de su vida y de su obra, aún de plena
actualidad.
Manuel Uña Fernández, V Centenario del Nacimiento de Fray Luis de
Granada (1504-1588), en Actas del,
ed. CajaSur, Córdoba 2005, p. 5-6