Fray Maximino fue un escritor tardío pero escogió bien sus
temas, especialmente en dos ocasiones: rescatando una curiosa edición del Nuevo
Testamento del siglo XVI, que en su momento se ocultó para librarse del fuego de
la Inquisición, e investigando sobre la obra de fray Luis de Granada, que
publicó completa en 1927, tres años antes de que le llegase la muerte cuando
estaba trabajando sobre otro personaje: fray Pedro de Alcántara. Voy a
contarles algo sobre estos dos libros y para que vean por qué son interesantes
debo llevarles hasta el siglo XVI.
Corrían entonces tiempos de agitación en el mundo
cristiano, que iban a resolverse con la separación de las iglesias evangélicas,
o protestantes si lo prefieren. Una de las novedades del reformador Martín
Lutero fue la traducción de la Biblia al alemán para que sus paisanos pudiesen
entender lo que se contaba en ella. Hasta entonces los textos se leían en latín
y la jerarquía católica tenía el monopolio para decir a sus fieles lo que
interesaba en cada momento, pero ante la evidencia de que todo estaba
moviéndose, los obispos católicos decidieron cambiar de táctica.
En Alcalá de Henares, la Universidad Complutense preparó
la edición de la Biblia Políglota que dio paso a una cierta apertura en lo que
podía publicarse bajo aquel control religioso que impregnaba la vida cultural
española y sus aulas atrajeron a los impresores más atrevidos, entre ellos un
benedictino llamado Juan de Robles que llegó hasta allí desde la prestigiosa abadía
de Montserrat en Barcelona.
Este monje, además de ser un predicador de prestigio,
reclamado por sus sermones por toda España, fue también autor de algunos libros
como "La caridad discreta practicada con los mendigos" y tradujo al
castellano la regla de San Benito de Nursia, el fundador de su Orden. Pero su
trabajo más celebrado fue una traducción de los cuatro Evangelios a partir de
los textos más antiguos que se conocían en su tiempo, que depositó en el
monasterio de El Escorial, donde el manuscrito estuvo olvidado hasta que
Maximino Llaneza, el fraile erudito de Villabazal lo publicó en 1906 con el
título de "Nueva traslación e interpretación de los cuatro
Evangelios", acompañándolo de sus propios comentarios.
Según el turonés, esta traducción es la mejor de las
conocidas, ya que fue hecha a conciencia y cotejando los códices más
importantes, pero su autor seguramente decidió mantenerla en secreto por temor
a dar con sus huesos en el potro de tortura, ya que la lectura de los textos
sagrados en catalán, español o cualquier otra lengua vernácula, estaba
expresamente prohibida y podía identificar a quien lo hiciese como simpatizante
de la ideas de Lutero, algo que el benedictino quería evitar a toda costa,
porque al parecer ya había sido reprendido en alguna ocasión por tocar en sus
disertaciones temas que no eran del gusto del Santo Tribunal.
No cabe duda de que esta publicación fue un acierto, pero
lo que hace imprescindible el nombre de Maximino Llaneza en el panorama de las
letras españolas es su exhaustiva y sorprendente catalogación de la obra de
fray Luis de Granada, continuando la labor que habían iniciado otros frailes
dominicos. Para ello, cuando ya tenía 70 años rebuscó en archivos y estanterías
por toda España y "armado por todas las armas de un libro de rezo, de una
máquina fotográfica, una Zeiss Krauss, y de un paquetón de cuartillas"
conoció las principales bibliotecas de Italia, Alemania, Bélgica, Francia,
Inglaterra y Portugal.
Finalmente, en 1926 pudo reunir en cuatro volúmenes toda
la producción del maestro de Granada y consignar nada menos que cuatro mil
doscientas ediciones de sus obras en varios idiomas, aunque siempre le quedó la
frustración de no haber podido hacer lo mismo en América y Asia, donde según
sus cálculos podía aumentar esta cantidad en otro tercio. Visto desde el siglo
XXI este es uno de esos casos en los que uno se pregunta qué habría podido
hacer nuestro hombre si hubiese podido disponer de la información que ahora
cualquiera puede tener al alcance de su mano sentado frente a un ordenador.
La meritoria labor del de Turón suscitó la atención de los
intelectuales españoles que le dedicaron comentarios elogiosos. Como ejemplo,
recordemos el recuerdo que escribió Azorín para el diario "ABC" en un
fecha tan tardía como abril de 1952, aprovechando una comparación entre las
figuras de fray Luis de Granada y Miguel de Cervantes: "Creo que quien
estudie "El Quijote" en su difusión por el mundo habrá de estudiar
también, siquiera someramente "El libro de la oración" en su difusión
mundial. Son estos dos libros los más universales que tenemos; los dos son
esencialmente españoles. La bibliografía de "El libro de la oración"
(1554) ha sido hecha, en un grueso volumen, por fray Maximino Llaneza: es un
texto intrincado, difícil?".
A juzgar por lo que hemos visto, seguramente tendremos que
incluir a este fraile en la lista de hombres ilustres de nuestras cuencas,
tanto por su faceta de escritor como por su honradez y su capacidad de trabajo,
algo que cada vez es más raro encontrar en quienes se dedican a la
investigación de estas cosas.
Valle de Turón. (Asturias) |
Ernesto Burgos, El fraile misterioso, La Nueva España, Diario Independiente de Asturias (5-11-2013)
Gracias por la información. Excelente
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