Además de los mensajes de perfil ecologista avant la letre que hemos abordado hasta
aquí, en el Símbolo se cifran otros
implícitamente, así los relativos al llamado cambio climático. Harto sabido es
que la alteración del clima amenaza la salud de la Tierra, de los seres vivos,
del hombre. Al respecto, es obvio que no pudo aludir Granada a un tipo de perversiones de la climatología
que afortunadamente para él y sus coeáneos no eran factibles en aquellas
calendas. Pero sí ponderaba las excelencias del armónico orden del clima
dispuesto por Dios, un orden beneficioso para el cuerpo humano, y por ende
orden de cuya alteración se derivarían indeseables secuelas. Leámoslo en uno de
los párrafos del capítulo V: Ni es para
dejar de notar la orden con que estos cuatro tiempos suceden unos a otros, de
que el mismo sol con su ordenado movimiento es causa. Porque como los extremos
dellos sean invierno y estío, si después del invierno se siguiera luego el
ardor del estío, no pudieran dejar de recibir daño los cuerpos, porque la
naturaleza no sufre extremadas mudanzas. Pues por esto ordenó el Criador que de
tal manera se moviese el sol, que fuese causa de entremeterse otros tiempos más
templados en medio. Y así, entre el frío del invierno y el ardor del estío se
entremete el verano en medio, que tiene parte de los dos extremos por ser
húmido y caliente, y así pasa el hombre de un extremo al otro sin peligro. Y el
mismo inconveniente se siguiera, si después del ardor del estío sucediese luego
el frío del invierno. Y por eso se atraviesa de por medio el otoño, para que
poco a poco se vaya el cuerpo disponiendo para los fríos del invierno[1].
José María Balcells, V Centenario del
Nacimiento de Fray Luis de Granada (1504-1588), en Actas del, ed. CajaSur, Córdoba 2005, p. 103
[1] FRAY LUIS DE GRANADA, Introducción del Símbolo de la Fe.
Edición de José María Balcells, Madrid: Cátedra, 1989, p.194
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