Y por
esto, no es extraño que Él pregunte al ciego: ¿Qué quieres que te haga? Y él respondió: Señor, que vea. Y Jesús: Recobra
la vista[1]
Con esta breve frase sus ojos recobraron la luz, y no
parecía que era ciego, sino que se había despertado de un sueño. Y no sólo
fueron iluminados los ojos del cuerpo, sino también los del alma con la luz de
la fe, pues acto seguido le dijo: Tu fe
te ha salvado. Ciertamente, lo que antes era imperfecto, ahora se ilumina y
se mejora con una luz nueva.
Y se abrieron sus ojos y su boca, pues seguía a
Cristo, alabándolo a voz en grito e invitando al pueblo a hacer lo mismo.
Fray Luis de Granada, Obras
Completas, t. XXVII, F.U.E., Madrid 2000,
p. 100-1
Transcripción
y traducción de María del Mar Morata García de la Puerta y Ricardo Alarcón
Buendía
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