El descubrimiento del Nuevo Mundo
suscitó en toda España un intenso movimiento misional. Los dominicos que
contaban ya con una larga tradición misionera llegan al Nuevo Mundo en 1510.
Vicario de la primera expedición es un cordobés, fray Pedro de Córdoba. Un
testigo de excepción, Bartolomé de ls Casas, nos cuenta la llegada de los
primeros dominicos a la Española, la pobrísima instalación del convento, y el
impacto que producen entre los españoles los primeros semones de los
Predicadores: Pedro de Córdoba predicó un
sermón alto y divino, yo se lo oí, dice Las Casas. Sin embargo admira más
en él su figura venerable de gran asceta, su prudencia y su genio organizador.
Como predicador le impresionó más Montesinos. Un célebre semon de Montesinos
provocó una grave tensión entre colonizadores y predicadores. De su boca salió
el primer grito en defensa de los indios: ¿estos
no son hombres? Aquel semón programático, firmado por los cuatro miembros
de la comunidad, será desde entonces la tesis y el programa de la predicación
de los dominicos en América. El impacto de América y el coraje de los dominicos
que van a misionar, atrapó al joven fray Luis.
Tres
años más tarde los dominicos españoles, en el Capítulo de Córdoba, erigen la
nueva Provincia de Andalucía, el reino de Murcia, la Mancha con media
Extremadura, y allende el Mar, las Canarias, Orán en África y, en perspectivas,
las vastas regiones de la Indias recién descubiertas. A los dominicos de
Andalucía se les encarga atender las necesidades surgidas de la incipiente
aventura misional. En el momento de la fundación de la Provincia de Andalucía,
en 1514, había ya 32 conventos[1].
Fray
Luis, hijo de la Provincia de Andalucía, nacida con clara y decidida vocación
misionera, sabía que su Provincia estaba proyectada, desde el momento de su
fundación, a las misiones de África y del Nuevo Mundo. Cuando el P. Betanzos,
uno de los primeros misioneros dominicos de la Nueva España pasó por Valladolid
reclutando voluntarios para Indias, entre los jóvenes que secundaron la
invitación se encuentra Fray Luis. Renuncia a su vocación docente, de cátedra,
para la que estaba bien capacitado, alistándose para ir a las Indias.
En
agosto de 1534 está en Sevilla, puerta y puerto del Nuevo Mundo, Casa de
Contratación, mercado y aduana. Está haciendo las diligencias pertinentes para
embarcar. Los oficiales de la Casa de la Contratación, cumpliendo órdenes del
Emperador, libran 6 ducados de oro por cabeza para el matalotaje. En septiembre
se concierta el pasaje a razón de 2047 maravedís por cada misonero hasta Nueva
España.
Todo
estaba preparado. Pero cuando el navío está a punto de zarpar Fray Luis se
queda misionero en tierra. ¿Qué había pasado? ¿Por qué ese apasionado sueño no
se convierte en ralidad? En el registro en
que se anota su nombre para el matalotaje y el pasaje en que aparece con el
número dos de los reclutados se indica al final: De los veinte religiosos contenidos en esta partida, los cinco de ellos
que son Fray Luis de Granada, Fray Alonso Osorio, etc. No pasan por enfermedades
y otros impedimentos[2].
Antonio Larios Ramos, V Centenario del
Nacimiento de Fray Luis de Granada (1504-1588), en Actas del, ed. CajaSur, Córdoba 2005, p. 219-220
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