Dice pues el evangelista: Cuando cumplió Jesús doce años, subiendo sus
padres a Jerusalén según la costumbre de la fiesta, y volviéndose pasados los
días, se quedó el Niño en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres[1].
Esta
primera acción del Salvador esboza la trayectoria de toda su vida
encomiable. Pues se quedó en Jerusalén, sentado en el templo, en medio de los
doctores para enseñarles, instruirlos, iluminarlos y exponerles los misterios
de la fe; para ilustrar la gloria de su Padre con esta doctrina celestial, y
volver a los extraviados al camino de la salvación. Así se lo dijo a sus
padres: ¿Por qué me buscábais? ¿No
sabíais que conviene que esté en las cosas que son de mi Padre?[2]. Y ¿de qué otra
cosa se ocupó en toda su vida? ¿Acaso fue a lo suyo, desentendiéndose de los
hombres? ¿Comió alguna vez Él sólo? ¿Se comportó alguna vez de otra forma?
¿Cuándo hizo algo, que no fuera para salvar a los hombres?. Estas son sus palabras:
El Hijo del Hombre no vino a ser servido,
sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos[3]. Y también: Bajé del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la de Aquel que me envió[4].
Por esto, la santidad de Cristo dista
muchísimo de la santidad de cualquiera de nosotros, porque nosotros, aunque
seamos buenos, trabajamos sobre todo para nosotros mismos, atesoramos para
nosotros mismos, y nos hacemos un tesoro infinito en el cielo. Pero Cristo el
Señor, dueño de todas las gracias y bienes, trabajó para mí, vigiló para mí, se
agotó con vigilias y ayunos por mí, y sudó y pasó frío sólo por mí. Y así,
aunque los componentes de toda obra buena sean el mérito de la virtud y el
trabajo que cuesta hacerla, sin embargo, la caridad de nuestro buen Dios fue de
tal calibre, que se cargó Él con lo más duro, pues Él solo pisó el lagar, y me
dio a mí el fruto de ese esfuerzo, para que yo me enriqueciera de sus méritos y
de su gracia[5].
Fray
Luis de Granada, Obra Completa, t. XXVI,
F.U.E. Madrid 2000, p. 11-2
(Traducción de María del Mar Morata García dela Puerta )
(Traducción de María del Mar Morata García de
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