Estando yo en la casa de la soledad como animal
solitario que hace su habitación en la tierra yerma y apartada, comenzando de
sentir el viento de mi amor, abro mi boca y atraigo el espíritu, y algunas
veces, Señor, estando yo como cerrados los ojos, suspirando por ti, pones en la
boca de mi corazón una cosa que no me conviene a mí saber lo que es. Siento el
sabor, y siento la dulzura, la cual de tal manera me conforta, que si
cumplidamente se me diese, no me quedaba más que desear. Hasta aquí son palabras
de sant Bernardo[1], con las cuales, aunque
por diversas semejanzas, concuerdan las de la esposa de los Cantares, que dice:
Yo duermo, y vela mi corazón[2].
Porque ¿qué quiere decir esto, sino que así como el que duerme tiene por todo
aquel tiempo suspensos y en silencio todos sus sentidos, ca ni oye, ni ve, ni
habla, ni desea nada, así algunas veces se comunica Dios al ánima con una tan
grandísima suavidad y amor, y derrama sobre ella como un río de paz, con el
cual queda tan harta, tan satisfecha y tan contenta, que por entonces duerme a
todos los deseos y cuidados de esta vida, porque no tiene más cuenta con ellos
que el que está durmiendo?.
Y no se contenta con llamar éste, sueño, sino en otra
parte del mismo libro lo llama muerte, diciendo: Fuerte es el amor como la muerte[3]. Las
cuales palabras declara un sancto diciendo que es tan grande la fuerza del amor
de Dios, cuando está en su perfección, que arrebata con la grandeza de su
deleite todas las potencias de nuestra ánima, y las hace por entonces estar
como muertas a todos los gustos y apetitos del mundo. Esto es propio de aquella
caridad que llaman los santos violenta[4],
porque el alegría y suavidad que trae consigo esta manera de caridad es tan
grande, que todas las fuerzas de nuestra ánima poderosamente, aunque dulcemente,
arrebata y lleva en pos de sí, y las aparta del amor y gusto de las cosas
terrenas, y las traslada a Dios. Y esta misma se llama por otro nombre caridad herida[5],
porque de tal manera hiere y traspasa el corazón, que así como el que está
herido no puede dejar de estar pensando en lo que le duele, así el que está
herido con este amor, no puede dejar de pensar ni desapegar el pensamiento de
lo que ama sino con grande dificultad.
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t.V,
F.U.E. Madrid 1995, p. 293-4
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