La ley era, efectivamente, estéril, que tenía la letra
que mataba y no el espíritu que vivificaba; y por eso, el Apóstol dice que la ley no condujo ninguna cosa a perfección[1].
Porque aún no había concebido más plenamente del Espíritu Santo, para dar hijos
espirituales; puesto que aún no se había comunicado el Espíritu, porque Jesús todavía
no estaba en su gloria[2]. Sin
embargo, estaba grávida de Cristo, porque en las leyes y en los sacrificios y
en las diversas figuras tenía a Cristo Señor encerrado dentro de sí. Viniendo Cristo
Señor fecundó esta ley estéril con un nuevo parto, y conmutó su esterilidad en
fecundidad. Porque aquel que cambió el agua en vino[3], con
lo que quiso significar que él con su venida había de convertir la letra fría
de la ley en el vino espiritual de la gracia divina, él también, cuando con su
venida concedió la fecundidad a una mujer estéril, trasladó la letra estéril de
la ley en la gracia del evangelio.
Fray
Luis de Granada, Obras Completas,
t. XLI, F.U.E. Madrid 2004, p. 182-83
Traducción Donato González-Reviriego
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