DE
LA REVELACION DE LA VIRGINIDAD DE NUESTRA SEÑORA
Vuelta La Virgen a su casa, como el
santo Joseph la vio preñada, y no sabia de donde esto fuese, dice el Evangelista
que no queriendo acusarla, se quiso ir y
desampararla: hasta que el Angel de Dios le apareció en sueños, y le reveló
este tan grande misterio[1].
Acerca de lo cual primeramente considera
la grandeza del trabajo que padeceria la
Virgen en este tiempo, viendo al esposo tan amado con tan grande turbación y
aflicción como consigo traia: para que por aquí veas como a tiempos desampara el Señor a los suyos, y los
exercita y prueba con grandes angustias y tribulaciones para acrecentar su
perfección.
Considera tambien la paciencia y el
silencio y la confianza con que la Virgen padeceria este trabajo; pues ni por
eso perdio la paz de su conciencia, ni descubrió el secreto de aquel gran misterio,
ni perdió a confianza de que el Señor volveria por su inocencia; sino puesta en
continua oracion, descubria y encomendaba al Señor su causa.
Piensa luego en la revelacion hecha al
santo Joseph: para que por aquí entiendas cono el Señor azota y regala, mortifica y da vida, derriba hasta los abysmos
y saca de ellos; y como finalmente es verdad lo que dice el Apostol: Sabe muy bien el Señor librar a los justos
de la tribulacion[2].
Aquí puedes tambien considerar qué tan
grande sería el alegria de este santo varon quando hallasse inocencia en quien
tanto deseaba hallarla: y qué tan grande sería el alegria de la Virgen, viendo
por una parte el esposo dulcísimo despenado y vueltas sus lagrimas en alegria;
y por otra considerando el socorro de la Divina providencia, y la fidelidad que
el Señor mantiene con todos aquellos que fielmente esperan en él. ¿Pues qué sería
ver alli con quantas lágrimas el esposo pediria perdon a la esposa de la
sospecha pasada? Y con qué ojos la miraria de aí adelante? Y con quanta
reverencia y acatamiento la trataria? Y qué sería ver las lagrimas de la Virgen,
y alabanzas con que alabarian a Dios toda aquella noche por este gran
beneficio?.
Fray
Luis de Granada, Obras, t. VII,
parte II, Madrid año de MDCCLXXXII, por D. Antonio de Sancha, p.414-5
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