Y si todo esto no basta para doblar tu corazón, al
menos considera el ejemplo de aquel Señor que estando en la cruz extendido en
aquel madero, atravesado con clavos, coronado con espinas, abiertas las
espaldas con azotes y hecho un piélago de dolores, y a todo esto la madre
inocentísima presente, la primera palabra que habló, la primera voz que aquel
tan cansado pecho arrancó, fue: Padre,
perdona a éstos, que no saben lo que hacen[1].
Pues ¿qué mayor desconocimiento, qué mayor ingratitud
que dejar pasar en vano un tal ejemplo de amor y de perdón como éste, y hacer
que sea sin fruto para nosotros lo que Dios tan encarecidamente con su ejemplo
nos encomendó?
Esto es, hermano mío, lo que has de considerar en tus
injurias, y así se te harán tan dulces que vengas a hallar miel en la boca del
león[2], que
es, en la mala obra de tu contrario, y así de lo que comía saldrá manjar y
fuerte dulcedumbre; de manera que lo que tomado por una parte te daba tormento,
tomado por ésta te dará refrigerio.
Fray
Luis de Granada, Obras Completas,
t. XX, F.U.E. Madrid 1998, p. 280-1
Transcripción
del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro
Traducción
al español de Justo Cuervo
No hay comentarios:
Publicar un comentario