A UN JESUITA (¿SAN FRANCISCO DE BORJA?)
Lisboa, 31 de marzo 1556
Luis
MUÑOZ, Vida…, f. 187; Obras XIV, p. 435-6
Muy reverendo Señor:
Sabe nuestro Señor con cuánta pena leí la carta de
vuestra merced, porque no quisiera yo que con tanta costa nuestra creciera el
provecho de vuestras reverencias. Porque
en este negocio no temo el daño de quien padece la injuria, sino de quien la
hace, porque sé que el estilo de nuestro Señor es hacer dulces las aguas con
sal, y alumbrar los ojos con barro, y sanar las llagas con leche de higos, y
multiplicar los hijos de Israel con la persecución del Faraón, y el pueblo de
los cristianos con la guerra de los tiranos. Antes la más común manera de obrar
suya es usar de los medios de sus adversarios para hacer sus hechos, como usó
en la venta de José, con que los hermanos querían deshacer sus sueños, para
verificar sus sueños. Y así me parece que en esto ha de venir a parar esta
nueva contradicción, que aunque tira a derribarlos, les ha de ser ocasión de
andar más humildes, más religiosos, más ejemplares, más cautos y más devotos y,
por consiguiente, más bien quistos y más bien acreditados del mundo. Y así, lo
que aquel padre toma por medio para abatirlos, toma Dios por remedio para
levantarlos; y más verdad es que él barbecha para vuestras reverencias, que
vuestras reverencias para el Anticristo.
Para mí tengo por cierto que Aquél de
quien dice Job: qui ponit ventis pondus[1], proveyó a san
Pablo de aquel estímulo de la carne para que la grandeza de las revelaciones no
le ensalzase[2],
así ha proveído a vuestras reverencias de este azote, para que la grandeza del
aplauso y buen recibimiento del mundo no los levante. Acuérdese vuestra
reverencia que los sembrados a tiempos han de menester blandura, y a tiempos
helada y seca, para que con lo uno suban a lo alto y con lo otro arraiguen en
lo bajo. Y lo mismo han de menester las plantas espirituales que Dios planta en
su Iglesia para ser en ella glorificado: porque así como con las alabanzas,
cuando no son demasiadas, crece la
virtud, así con las tribulaciones (crece) la fortaleza.
Alégrese vuestra reverencia, que la
Compañía procede por los mismos términos por donde procedió la primitiva
Iglesia, y ¡ay de Roma cuando le faltare Cartago!
Lo que a vuestra reverencia pido es que
ruegue a nuestro Señor en celo de perfecta caridad que no nos azote por la
culpa de uno, que éste es el mayor temor que tengo.
Yo no tendría por inconveniente que por
parte del Consejo de la Inquisición se pusiese silencio a persona que escandaliza
el pueblo poniendo boca en el estado que la Iglesia tiene tan aprobado, y
llamando uñas del Anticristo a los que no puede probar que sean herejes: porque
tales habían de ser los que este nombre merecían.
El libro envío a vuestra reverencia,
que ha contentado mucho al Dr. Torres, y
paréceme que con razón. Así pienso hará a vuestra reverencia. Agora imprimo
aquí la tercera parte del Libro de la
oración, que al principio prometí, con algunas cosas añadidas. Cuando
estuviere impreso, lo enviaré a vuestra reverencia. Y todavía espero los dos
sermones que vuestra reverencia me escribe.
Y porque estoy en Semana santa, con
cargo de predicar tres sermones, no me alargo más en ésta, sino suplicar a
nuestro señor more siempre en su ánima y le saque con muchas riquezas y
prosperidad de esta nueva tribulación.
De Lisboa, postrero de marzo de 1556.
De vuestra reverencia, siervo en el
Señor.
Fray Luis de
Granada
Fray Luis de Granada, Obras
Completas, t. XIX, F.U.E. Madrid 1998, p. 30-4
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