Y si de todo esto quieres tener
particular memoria y comprenderlo en una palabra, trabaja por tener, como ya
dijimos, para con el prójimo corazón de madre, y así podrás cumplir enteramente
con todo lo susodicho.
Mira
de la manera que una buena y cuerda madre ama a su hijo: cómo le avisa en sus
peligros, cómo le acude en sus necesidades, cómo lleva todas sus faltas, unas
veces sufriéndolas con paciencia, otras castigándolas con justicia, otras
disimulándolas y tapándolas con prudencia; porque de todas estas virutudes se
sirve la caridad como reina y madre de las virtudes. Mira cómo se goza de sus
bienes; cómo le pesa de sus males; cómo los tiene y los siente por suyos
propios; cuán grande celo tiene de su honra y de su provecho, con qué devoción ruega
siempre a Dios por él, y, finalmente, cuánto más cuidado tiene de él que de sí
misma, y cómo es cruel para sí por ser piadosa para con él.
Y
si tú pudieres arribar a tener esta manera de corazón para con el prójimo, habrás
llegado a la perfección de la caridad, y ya que no puedas llegar aquí, a lo
menos esto debes tener por blanco de tu deseo, y a esto debes siempre enderezar
tu vida: porque mientras más alto pretendieres subir, más bajo quedarás[1].
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VI, F.U.E., Madrid 1995,
p. 451-2
[1] FRAY LUIS DE GRANADA, Obra Selecta. Una suma de la vida cristiana.Textos
seleccionados por Fray Antonio Trancho, B.A.C., Madrid 1947, p. 402
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