En
realidad no se puede hablar de místicos dominicos, porque los más conspicuos
escritores de esa Orden cultivan casi exclusivamente el aspecto ascético. Entre
ellos sobresalen: el gran orador y teólogo PADRE MELCHOR CANO (1509-15609, que
tradujo del toscano al español el Tratado
de la victoria de sí mismo, y como teólogo ha inmortalizado su nombre con
el De locis theologicis; el PADRE
ALONSO DE CABRERA (1549-1595), cordobés, elocuente orador que, en sus Consideraciones sobre todos los Evangelios
de la Cuaresma (Córdoba, 1601), revela un vocabulario abundante afeado por
el abuso de textos latinos; y sobre todos, el más grande de los oradores
sagrados de España, PADRE FRAY LUIS DE GRANADA...
Obras
Fray Luis de Granada escribió obras
en latín y en portugués, lenguas que conocía a fondo. Aquí sólo nos interesan
las castellanas, que son numerosas:
Libro
de la oración y meditación (Salamanca, 1554), inspirada en otro de igual
título de San Pedro de Alcántara, pero con el sello personal, inconfundible, de
Granada, es un compendio de meditaciones sobre la oración, la limosna, el
ayuno, las penitencias…
El
Memorial de la vida cristiana (Lisboa,
1561) nos presenta una filosofía del Amor divino, con experiencias místicas.
Las Adiciones (1574) completan la
anterior exposición con un fino análisis de la voluntad. Las Biografías acusan la mano del autor, aunque
son más bien semblanzas o simples apuntes. La Retórica (Libri sex
ecclesiasticae rhetoricae) recoge la doctrina oratoria de los clásicos
grecolatinos, especialmente Cicerón y Quintiliano, con lo que aspira a formar
el perfecto orador cristiano.
La Guía
de pecadores y el Símbolo de la Fe
Mención aparte merecen por
su categoría literaria y por la difusión que alcanzaron la Guía de pecadores y la
Introducción del Símbolo de la fe.
La Guía de pecadores (Lisboa, 1556) constituye un hermoso tratado de ascética
en que se señala al alma pecadora el mejor camino hacia Dios. Se exponen los
peligros del mundo, la vanidad de las glorias terrenas, los remedios para
evitar cada pecado, la mortificación de los sentidos y la práctica de las obras
de misericordia. El autor, en páginas brillantes exalta la grandeza de Dios y
los títulos que a Él nos obligan: creación, redención y predestinación. De
estilo desigual y que se resiente del tono oratorio inseparable del padre
Granada, la Guía sigue siendo uno de
los libros clásicos de la literatura ascética y el mejor de su autor después
del Símbolo de la fe.
La Introducción del Símbolo de la fe (Salamanca, 1583) señala la
máxima altura de fray Luis de Granada como escritor y pensador cristiano. Es a
la vez una Teodicea, una Teología cristiana y una Apologética. Consta de cuatro
partes: primera, descripción del mundo, del hombre y tratado de la creación y
de la Providencia; segunda, apologética, trata de las excelencias de la Fe, corroboradas por la historia y el
martirologio cristiano; tercera, estudia el misterio de la Redención, en sus
frutos y figuras, y cuarta, examina el mismo misterio a la luz de las
profecías. Llama la atención el sentimiento de la naturaleza, expresado con
finos toques no superados por otro escritor. Un amor infinito hacia los seres
naturales –obras de Dios, al fin-, hombres, animales y plantas, lleva a Granada
a ponerlos casi siempre como ejemplos en unos análisis psicológicos que revelan
en el autor sensible temperamento.
Díez Echarri y
Roca Franquesa, Historia de la Literatura
española e Hispanoamericana ed. Aguilar, Madrid 1972, p. 300-1
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