SERMÓN 112
DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE PASCUA (TERCERO
DE TIEMPO PASCUAL), SERMÓN PRIMERO
EN EL QUE SE EXPLICA EL EVANGELIO DEL DÍA
Y SE TRATA TAMBIÉN DEL AMOR DE CRISTO A SUS OVEJAS
TEMA:
Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas; y mis ovejas me conocen a mí; como
el Padre me conoce, yo conozco al Padre (Jn 10, 14-5).
1. Muy amados hermanos: la Iglesia ha estado
celebrando desde el día de pascua hasta hoy los misterios de la pasión y de la
resurrección del Señor con el propósito de ablandar los corazones endurecidos
de los hombres y moverlos a la vida virtuosa. Pero los hombres se envuelven en
sus ocupaciones y pasatiempos y se olvidan fácilmente de los beneficios
divinos. Por esto la Iglesia trata de recordarles los mentados y otros nuevos.
Hasta ahora los de su pasión, muerte y resurrección; ahora quiere presentarnos
los de su vida pasada en la tierra con los hombres y los que continúa haciéndonos
desde el cielo. El eje de esta enseñanza se centra en la imagen y parábola del buen pastor, esto es, el guardián de
nuestra vida y su rector. Bajo cualquier prisma que mires a Cristo, ora
viviendo, ora muriendo, ora, en fin, reinando en el cielo, siempre será para ti
guía segura. El cordero de la ley vieja se comía entero[1].
El Cristo es el cordero de la Ley nueva, y nada hay en Él que no sea saludable al
género humano.
2. Igualmente, en las piedras preciosas nada
hay que no sea brillante: por cualquier parte que las mires resplandecen. Pues
bien: estas metáforas -pastor, piedras preciosas- se aplican con fundamento a
Cristo. Acertadamente la esposa del Cantar de los cantares, después de mil
elogios al esposo, termina diciendo que nada hay en él que no sea hermoso y
deseable[2],
porque todo en Cristo enciende en los corazones el amor de las almas.
Hoy tengo que predicar de la caridad del
Señor y de sus manifestaciones. Ayudadme a implorar rendidamente el auxilio
divino por intercesión de la Santísima Virgen:
AVE, MARÍA
3. Yo soy
el buen pastor, etc. Hermanos, a nuestro Salvador se le dan muchos nombres
en la Biblia. Cada aspecto o beneficio suyo dio ocasión a que los hagiógrafos
lo designasen con un nombre. Así unas veces lo llaman Rey, otras Sacerdote,
otras Médico, otras Maestro, otras Fuente de la vida, otras Pan
vivo, otras Luz del mundo. La razón
de la variedad es distinta; el objeto el mismo. Le apellidan Rey, porque nos gobierna y nos defiende
del enemigo; Sacerdote, porque con el
sacrificio de su cuerpo aplacó al Padre, airado contra nosotros; Médico, porque con sus llagas curó
nuestras heridas, como dice el profeta[3];
Maestro, porque en el evangelio nos
enseñó claramente la doctrina celestial, que estaba en el claroscuro de la Ley
vieja; Fuente de vida, porque con su
muerte nos libró de la muerte a que estábamos destinados y nos verificó; Pan vivo, porque con el sacramento de su
cuerpo precioso nos alimenta; Luz del
mundo, porque a los que habitábamos en las tinieblas y en sombras de muerte
nos iluminó con el resplandor de su luz[4],
y condujo a las mentes ciegas al camino que desconocían.
Con estos y muchos otros nombres se le
nombra. Ninguno, como veis, es de terror o de miedo, más bien de amor y de
piedad, como el mismo Señor indicó: me he
hecho semejante en manos de los profetas[5],
frase que quiere decir que con éstos y otros nombres manifestó a los hombres
sus entrañas de caridad y misericordia, para que a la vista de tantos benficios
los hombres le pagasen con la misma moneda. Este es el significado de la voz asemejar, como en aquel pasaje de Isaías: te di un nombre glorioso, y tú no me
conociste[6].
Entre los varios nombres, en el evangelio
de hoy, y a lo largo de todo el capítulo décimo de San Juan, el Señor elige
para sí el nombre de PASTOR, y para los fieles el de OVEJAS. Y usa copiosamente
estas metáforas, exponiendo las tareas de la cura pastoral y la vida y costumbres
de las ovejas. Mas no sólo en el evangelio aparece el nombre de pastor, sino
también en otros libros del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el vaticinio
del profeta Ezequiel, el Padre anuncia: pondré
sobre ellas un pastor, mi siervo David; él las apacentará como buen pastor, y
yo, el Señor, seré Dios para ellas, y mi siervo David el guarda en medio del rebaño[7]. Es
obvio que el texto no se refiere al rey David, muerto muchos años antes, sino a
Jesucristo, de la estirpe de David según la carne, destinado por Dios para
mayoral de los pastores. También Isaías lo apellida pastor, refiriéndose a Él y
a su misión: Él apacentará a su rebaño
como pastor, Él reunirá con su brazo, él llevará en su zurrón los corderos y
cuidará de las paridas[8].
El evangelio usa palabras más llanas: cargara
sobre los hombros la oveja descarriada[9]. Estos
textos nos presentan al pastor siempre con sus ovejas: unas veces las guarda, cayado
en mano; otras las lleva al hombro, otras en el zurrón (en el seno dice la letra), otras en los brazos. Isaías usa una
expresión aún más fuerte: los que sois
llevados en mi vientre, y gestados en mi matriz[10]. Con
toda razón, pues, pudo el Señor decir: Yo
soy el buen pastor[11]. En
griego se lee’ yo soy aquel pastor, aquel bueno’, precisando la índole de la cura pastoral que los
antiguos profetas predijeron.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.
XXXII, F.U.E. Madrid 2001,
p. 242-7
Traducción, edición y notas de Álvaro
Huerga Teruelo
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