El profeta Isaías columbró lo que había de
acontecer con el advenimiento de Jesús: que el infante meta la mano en la guarida del basilisco y la saque llena[1].
Nadie será tan rudo que no comprenda lo que quiere decir la Biblia en este texto.
La voz infante es una metáfora, usada
para significar a los que Cristo les concedió la potestad, las fieras de los
pecados y los engaños camuflados de los demonios y las maldades escondidas en
el hondón de las almas. Porque los sacerdotes, en sí infantes, adquieren una
fuerza divina, capaz de vencer los pecados, que el profeta designa con el
nombre común de fieras. Y habiendo podido obtener el mismo resultado de otra
manera, eligió ésta de darle a los sacerdotes poder de perdonar los pecados
mediante el sacramento de la confesión. En él los sacerdotes extraen las fieras,
digo, los pecados de las cavernas del alma y los destruyen con la piedra del
perdón.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.
XXXII, F.U.E. Madrid 2001,
p. 206-7
Traducción, edición y notas de Álvaro
Huerga Teruelo
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