Mas para que la oración, hermanos, tenga todas las
ventajas o utilidades que he desgranado, se requiere que está acompañada de
ciertas condiciones, sin las cuales no será fructuosa. La primera en la atención; sin ella apenas merece el nombre
de oración. Porque, como dice san Isidoro, ¿Qué aprovecha el ruido de los
labios, si está mudo el corazón?. El sonido sin modulación se parece al gruñido
de los cerdos; la oración es atenta devoción, es como el bramido de los toros. Esto
es lo que dice Isidoro[1].
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXIII,
F.U.E. Madrid 2002, p. 153
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