La obra más sólida y acabada de fray Luis
de León, y quizá de la literatura española, sin hacer concesiones fáciles a la
hipérbole, es el libro de los Nombres de
Cristo, cuya sola mención llena el alma de sonoridades y de pensamientos
altos. A pesar de haber sido concebida entre las paredes desnudas de una prisión
angosta, poblada de medrosos silencios y acosada de sombras hostiles, es esta
obra un prodigio de serenidad y de equilibrio. La hondura teológica se
concierta con la cálida vibración humana. El contenido fuego interior acendra
como el oro, las palabras nacidas de la maternidad de las ideas fecundadas por
el amor. Porque los Nombres de Cristo
es un libro escrito con amor; con el gozo y el dolor de las creaciones
perdurables…
La
idea de Cristo, centro y gravedad del Universo, razón de ser del mundo y forma
de su ser, para quien fueron hechas todas las hermosuras criadas que viven de
su hermosura y de su luz, y que es la perfección y la gracia de todas las
cosas, es la idea central e inspiradora de esta obra de fray Luis…
Fray
Luis de León en los Nombres de Cristo
recogió la idea cristocéntrica, entrañada profundamente en la médula teológica
de España, desde que España fue unidad y sintió con dramática urgencia su misión
sobrenatural, y le dió forma radiante y definitiva en la prosa cálida y vivífica
de los Nombres de Cristo. El
pensamiento esencial de España giraba explícita o implícitamente en torno a
Cristo. Fray Luis se adueña poderosamente de esta idea central, como Calderón
se adueñó de la idea acuciante de La vida
es sueño, latente en todas las civilizaciones, y halló la fórmula
expresiva, el acento inmortal. Y fue el intérprete admirable de la España teológica,
que había puesto a Cristo en el vértice de todas sus aspiraciones humanas y
divinas. En él la idea se hizo verbo. En él la palabra, tallada y pulimentada
con un propósito arquitectural, se hace ardorosamente lírica. El acertó a
erigir a Cristo, alma de la Nación, a quien todo le rinde pleitesía de servicio
para la perfección, no de Cristo, sino de los hombres y de las cosas, ese
monumento de perdurable hermosura que son los Nombres de Cristo.
Fray Luis es el incomparable cantor de la humanidad de Cristo. Él
recoge y organiza en un cuerpo sólido de doctrina las ideas dispersas e insistentes
en las Sagradas Escrituras y en los santos Padres, sobre todo en San Agustín,
en torno a Cristo humanado, que se encarna, no sólo como remedio misericordioso
de nuestras culpas, sino como fin primordial de la creación y término
preferente de las divinas comunicaciones; y así los Nombres de Cristo se convierten en un cántico apasionado y
armonioso de la Encarnación, en el tratado más elocuente y perfecto DE
VERBO INCARNATO.
FRAY LUIS DE LEÓN, Los Nombres de Cristo, BAC, Madrid p. 339-342
Introducción por el R. P. Félix García, a Obras Castellanas Completas, Madrid, B. A. C., 1944
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