Granada, fines febrero-principios marzo
1538
Carissime:
Dos cartas de vuestra reverencia he
recebido, en las cuales me hace saber del nuevo llamamiento con que nuestro
Señor lo ha llamado para engendrarle hijos a gloria suya: sit Ipse benedictus in saecula[1], que no se desprecia de tomar por
instrumento de tan gloriosa cosa a una cosa tan baja, y hablar, siendo Dios,
por una lengua de carne, y levantar al hombre a que sea órgano de la divina voz
y oráculo del Espíritu Santo, Cristo-hombre fue el primero en quien este
espíritu lleno y vivificativo de los oyentes se aposentó, engendrando por la
palabra hijos de Dios y muriendo por ellos, por lo cual mereció ser llamado Pater futuri saeculi[2]. Y porque de Él y de sus bienes hay
comunicación con nosotros, así como nos hizo hijos siendo Él Hijo, y sacerdotes
siendo Él Sacerdote, hízonos Él, siendo gracioso, graciosos; Él amado y bendito,
semejables a El; y siendo heredero del reino del Padre, sómoslo nosotros también
en Él y por Él, si estamos en gracia[3],
y así, porque no quedase en el tesoro de su riqueza cosa de la cual no nos
diese parte, teniendo Él espíritu para ganar los perdidos, compasión para ganar
las ánimas enajenadas de su Criador, palabra viva y eficaz para dar vida a los
que la oyeren, consoladora para los contritos de corazón, linguam eruditam ut sciam sustentare eum qui lassus est verbo[4],
quiso poner de este espíritu y de esta lengua a algunos, para que, a gloria
suya, puedan gozar de título de padres del espiritual ser, como Él es llamado,
según que San Pablo osadamente afirma:
Per Evangelium ego vos genui[5]. Quiere
el amado San Juan que veamos qualem
charitatem dedit nobis Pater, ut Filii Dei nominemur, et simus[6].
Razón es que con ella agradezcamos y seamos padres de los hijos de Dios, y por
la una y la otra sea conocido Dios en ser largo y bueno sobre los hijos de los
hombres.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XIX,
F.U.E. Madrid 1998, p.
285-6
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