Hemos
caído en un planeta que visto desde más arriba del techo de las águilas, dicen
que es azul. La verdad es que la mayoría de sus eventuales pobladores las pasan
negras. La llamada Mamá Naturaleza no nos quiere. Cuando Fray Luis de Granada
escribió Maravilla de la Creación
debiera haber reconocido que era un andaluz. Si hubiera nacido en Haití en el
primer tercio del siglo XXI, quizá su opinión hubiese sido distinta. El
misticismo también depende de la climatología. En más de media España se ha
declarado la alerta máxima por vientos de 160 kilómetros por
hora, lo que entre nosotros es una plusmarca. ¿A qué viene esa prisa, en un país
donde todos vivimos a nuestro aire? Es verdad que aquí estamos todos un
poco aventados. Fue Azorín el que
estudió, entre otros, pero con más paciencia, el influjo del viento en ciertas
costumbres colectivas. Hay pueblos donde abunda más que en otros y nos da la
ventolera.
El impacto del IVA en la economía no
produce un cabreo comprable al que determina que se nos vuelva del revés un
paraguas al salir de casa. El viento, al que llaman huracanado quienes se preocupan menos por ignorar la metáfora, es una
agresión. Cuando llueve, y este año ha caído lo suyo y lo de otros años, acabamos
por acostumbrarnos y a decir eso de qué buena cosecha vamos a tener este año,
pero al viento no se acostumbra nadie. Vuelan los peluquines como los grajos
cuando hace mucho frío y se reclaman ayudas a las comunidades, como si no hubiera
damnificados en todas, en unas más y en otras menos, según el grado de desvergüenza
de quienes tienen que aportar ayudas. Total: a casita que hace viento. Lo malo
es que hay muchas sin tejado.
Manuel
Alcántara, La Verdad, 28-02-2010
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