Todos estos tan grandes bienes que hasta
aquí hemos referido, nos vinieron por el misterio de la Cruz. Pero no son éstos
solos, sino otros muchos más. Porque, como dice Santo Tomás[1],
mientras un corazón devoto filosofare más sobre estos misterios, más frutos y
conveniencias hallará. Y para esto debe el hombre tomar por fundamento esta católica
verdad, que es haber el Hijo de Dios hecho una cosa tan nueva y de tanta
admiración como fue bajar del cielo a la tierra vestido de carne humana y padescido
en cruz, y todo esto para destruir el reino del pecado y hacer a los hombres
honradores de Dios y amadores de toda virtud…Porque reformado el hombre, todo
el mundo queda reformado, pues queda ordenado al fin para el que Dios lo crió,
y deformado el hombre, todo el mundo queda deformado y desordenado, pues sirve
al enemigo de Dios.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XI,
F.U.E. Madrid 1996, p. 181-2
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