Hermano
mío, vela con diligencia en el servicio de Dios, y piensa muy contino a qué
veniste y por qué dejaste el mundo ¿Por ventura no despreciaste el mundo para
vivir a Dios y ser hombre espiritual? Corre pues con fervor a la perfección,
que presto recibirás el galardón de tus trabajos, y no habrá de ahí delante
temor ni dolor en tus términos. Agora trabajarás un poco, y hallarás después
gran descanso y aun perpetua alegría. Si permaneces fiel y diligente en el servir,
sin dubda será Dios fidelísimo y riquísimo en pagar. Debes tener buena
esperanza que alcanzarás victoria; mas no conviene tener seguridad, porque no
te aflojes ni te ensoberbezcas.
Como uno estuviese congojado y turbado,
y entre la esperanza y el temor dubdase muchas veces, una vez cargado de
angustia arrójase ante un altar, y resolviendo en su pensamiento dijo: ¡Oh si
supiese que había de perseverar! Y luego oyó dentro la divina respuesta, que
dijo. ¿Qué harías si eso supieses? Haz agora lo que entonces harías, y serás
bien seguro. Y en ese punto consolado y confortado se ofreció a la divina
voluntad y cesó la congojosa turbación, y no quiso más escudriñar curiosamente
para saber lo que le había de suceder: mas estudió con mucho cuidado inquirir
qué fuese la voluntad de Dios agradable y perfecta, para comenzar y
perfeccionar toda buena obra. El Profeta dice: Espera en el Señor, y haz bondad, y mora en la tierra, y serás apacentado en sus riquezas[1]. Una
cosa detiene a muchos del fervor de su aprovechamiento: el espanto de la
dificultad, o el trabajo de la batalla.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XVIII,
F.U.E. Madrid 1998, p. 63
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