Hacia mitad del siglo XVI aparece el
Irenismo que parte de la distinción de Erasmo entre lo que es fundamental en la
fe, donde puede haber acuerdo, y las sentencias teológicas en que puede haber
opinión. En 1564 Jorge Witzel espera restablecer la unidad cristiana, quebrada
a raíz de la reforma. Jorge Cassander considera el Símbolo apostólico como el
fundamento de la iglesia de Cristo. Erasmo sigue influyendo en los irenistas
Andrée Frycz Mondrzenski y en Michel de l'Hôpital. Desde el lado protestante,
Jorge Calixto piensa que la única posibilidad de unión consiste en el Símbolo
apostólico y el consenso universal de la antigua Iglesia sobre sus artículos
fundamentales. El italiano Marcantonio de Dominis coincide con los anteriores
en considerar fundamental la fe en Cristo y en el Símbolo apostólico[1].
Fray Luis no es erasmista aunque conoce
bien el pensamiento de Erasmo desde la época de sus estudios en Valladolid, lo
cual le costó más de un disgusto, como nos cuenta Álvaro Huerga en su biografía:
Lo importante es el contenido: una página autobiográfica; un grito del escritor
que se resiste a que lo pongan en la picota, no tanto por sí cuanto por el
escándalo del prójimo[2].
Todavía cuando escribe la
Introducción del Símbolo está preocupado por la situación de la Iglesia en Europa, y lo
expresa como sigue:
Dicen los teólogos que la fe, demás de ser
un hábito especulativo, que nos inclina a creer los misterios divinos, es
también práctico, porque nos inclina a obrar conforme a lo que nos manda
creer. Por donde, si el hombre resiste siempre a lo que esta celestial lumbre
le enseña, permite Dios que venga del todo a perderla. Así dicen que el
caballo, que naturalmente es inclinado a correr, viene a mancarse si está mucho
tiempo en la caballeriza sin hacer este oficio. Y por esto manda sant Pablo a
su discípulo Timoteo que ‘junte con la fe la buena consciencia, porque los que
esto no hicieron, vinieron a perder esa fe'[3].
Lo cual vemos por experiencia en estos tristes tiempos, donde en aquellas
naciones en que mucha parte de la gente era dada al vicio de comer y beber,
haciendo dios a su vientre, permitió él que viniese a perderse la fe, y abrazar
una herejía tan favorable a los apetitos de la carne como la de Mahoma. Pues
por esta causa ha permitido nuestro Señor que viniese a estrecharse la fe, que
antes estaba tan extendida y dilatada por todo el mundo, porque donde falta la
buena conciencia y sobran todos los vicios, permite nuestro Señor que venga por
tiempo a faltar la fe…
Aunque con esto es verdad que la fe y la Iglesia y el reino de
Cristo, aunque esté agora estrechado, nunca faltará porque así nos lo tiene
prometido el que lo fundó.
La esperanza de que la fe de la Iglesia se mantendrá en
todos los tiempos, y de que el Símbolo es el fundamento de la misma es lo que
motiva esta gran obra del escritor:
En lo cual parece que, aunque sean muchos
los provechos que de esta escriptura se pueden colegir, pero uno de los más
principales es aclarar los misterios de nuestra fe, y confirmar los fieles en
ella, mostrándoles la hermosura y excelencias que tiene, para que así con mayor
amor y devoción la abracen y estimen. Lo cual, aunque en todos los tiempos sea
necesario, pero mucho más en éstos, donde por nuestros pecados, la fe ha
recibido tantas heridas y padecido tan miserables naufragios como cada día
vemos y lamentamos.
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t. XIII,
F.U.E. Madrid 1997, p.434-5 y 14
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