Y porque abiertamente conociésemos que todas estas
profecías debajo de sus metáforas profetizaban la conversión de las gentes, al
cabo de todas ellas, que es en el postrer capítulo, puso la llave de la
inteligencia de lo que acerca de esta vocación había profetizado, diciendo así:
Enviaré de aquellos que fueron salvos, a
las gentes, a la mar, a África, a los moradores de Lidia que usan flechas y
saetas, y a Italia, y a Grecia, y a las islas muy apartadas, y a los que no me conocen ni vieron mi gloria, y
predicarla han a las gentes[1]. En las cuales
palabras, sin metáfora alguna declara esta vocación de la gentilidad al
conocimiento y servicio del verdadero Dios, de aquí hemos tratado.
Pues el profeta Oseas representa a Dios
prometiendo esta misma gracia, por estas palabras: Tendré misericordia de la que era sin misericordia, y diré a quien no
era mi pueblo: Tú eres mi pueblo, y él dirá: Tú eres mi Dios[2]. Pues ¿a quién
competen estas palabras sino a la gentilidad, la cual no habiendo sido pueblo
de Dios, vino por la gracia de Cristo y predicación de su evangelio a ser
pueblo suyo?.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XII, F.U.E. Madrid 1996, p. 64-5
[1] Is 66, 19
[2] Os 2, 23-4
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