lunes, 31 de diciembre de 2012

Su buena muerte

         Eso es lo que ha hecho y lo que ha enseñado[1] durante toda su vida. Con sinceridad total. Con entrega total. No conoce a fray Luis –no lo conocerá nunca- quien prescinde de esos presupuestos fundamentales. No lo conocía Zayas, el viejo amigo, cuando sospechaba que no era sincero[2]. No lo conoce el estudioso que olvida que todo lo que enseñó en el púlpito, en el libro, en el coloquio brotaba de su amor a Dios y al prójimo, de su vivencia de ese amor: ‘porque para tratar de estas materias lo que principalmente se requiere es santidad y experiencia de las cosas espirituales’[3].
         Mas no es hora de lectura y comentario: fray Luis se está muriendo. Su última lección –su último sermón- no fue el de las caídas públicas; ni tampoco la plática que echó a sus mas amados discípulos –los novicios- en el momento del adiós; fue su buena muerte[4].

         Lloránle en esta ciudad muchos pobres y personas necesitadas, a quienes hacía limosna de cantidad de dineros que personas principales fiaban de él para que los repartiese. Y a mi parecer, le debemos llorar todos, pues nos falta un hombre que tanto nos ayudaba con su doctrina y ejemplo para el camino del cielo. Yo le lloro por esta razón y por la soledad que me hace. Pero consuélame mucho el haber visto el discurso de su enfermedad y muerte, en que he echado de ver cuán bueno y fiel es Dios para con los suyos, y cómo no sabe desamparar en la muerte a los que de verdad le han servido en vida[5]




[1] Cf. Mt 5, 19
[2] FRAY  LUIS DE GRANADA, Obras Completas t. XIX, p. 76: ‘mi espíritu expresado en tantas escrituras’
[3] Op. Cit. t.
[4] HUERGA TERUELO, ÁLVARO, Fray Luis de Granada, B.A.C. Madrid 1988 p. 310 ss
[5] FRAY JUAN DE LAS CUEVAS, DHEE, I 659-660

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