Por estas palabras vemos que antes de
la ruina del mundo se verán sacudidas primero cada una de sus partes, como si
de alguna forma presintieran que su propia muerte y ruina estará cerca. Se
turbará el cielo, el sol se oscurecerá, se cubrirá de rojo la luna, se verán
caer del cielo las estrellas, el aire brillará con destellos de fuego, las
nubes tronarán, bramará el mar, la tierra temblará y las fieras en sus guaridas
emitirán sonidos horrendos; también a los hombres les llegará el horror y la
consternación ante aquella alteración de todo: exhalando los hombres sus almas
por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues los poderes
celestes se conmoverán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con
poder y majestad grandes[1].
Para que los justos no se aterraran por
el esplendor y majestad del juicio que ha de venir, el Salvador les tranquiliza
con el ejemplo de los árboles que germinan: Cuando estas cosas comenzaren a
suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra
redención. Y les dijo una parábola: ved la higuera[2].
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t. XXIV,
F.U.E. Madrid 1999, p. 210-11
(Transcripción
y traducción de Ricardo Alarcón Buendía)
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