Preguntaréis cómo verán los justos en aquel día tantas
plagas y señales tan horrendas. Oíd, hermanos, su felicidad: Cuando estas cosas
comenzaren a suceder, dice el Señor, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas,
porque se acerca vuestra redención[1],
Cuando el sol se haga tinieblas y la luna sangre, cuando se vean caer del cielo
las estrellas y ruja el mar y soplen con fuerza los vientos, cuando el aire
brille y tiemble la tierra y los montes sean arrancados de su base, y todo el
orbe sea sacudido y los hombres, atónitos ante esto, exhalen sus almas, se dirá
a los justos que alcen sus cabezas, que se alegren, que triunfen y celebren
fiestas. Será para ellos feliz aquel día, cuando sean redimidos de todos los
males y llevados a las moradas del cielo. Lo que será para los impíos de
espanto y temblor, los elegidos verán como reposo y confianza.
Esto parece indicar el Sabio cuando dice:
Pues la creación, sirviéndote a ti, que la hiciste, despliega su energía para
atormentar a los malos y la mitiga para hacer el bien a los que en ti confían[2]. De
esta forma, pues, las cosas que preceden al juicio sacudirán de miedo a los impíos
y serán para los buenos un consuelo admirable, porque a unos avisarán su ruina,
a los otros su felicidad.
¿Hay suerte más venturosa, o felicidad
más grande? ¿Quién no verá con alegría aquellas lágrimas, cuidados y
sufrimientos, que aguantó por Cristo, por los que mereció alcanzar esta
felicidad?
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t. XXIV,
F.U.E. Madrid 2000, p. 186-7
Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía
No hay comentarios:
Publicar un comentario