AVE MARÍA
Como nuestro sermón de hoy debe tratar
del altísimo don de la sabiduría, veamos primero qué es la sabiduría; y cómo
ésta consiste en un conocer, conviene saber que el conocimiento de las cosas es
doble: algunas las conocemos porque de ellas hemos leído u oído mucho; otras,
en cambio, porque en nuestra experiencia hemos probado su fuerza y su
naturaleza. Conoce de manera distinta los dolores de parto la que los ha
sufrido y la que sabe de ellos por referencias o lecturas. El amor de un padre
no lo entienden igual el que tiene hijos y el que no los tiene.
De lo cual tenemos un ejemplo muy claro
entre los apotegmas (dichos) de los hombres ilustres. Cuentan de Agesilao, rey
de los lacedemonios, famoso por sus muchas victorias, que tenía un amor muy
grande a sus hijos pequeñitos y que, tomando una caña como caballo, cabalgaba
con ellos en algún lugar apartado de la casa. Un día cierto amigo y familiar
suyo entró de improviso en palacio y se extrañó muchísimo viéndole jugar así; Agesilao
entonces le dijo: ‘te pido, amigo mío; que no descubras a nadie mi juego, hasta
que también tú hayas sido padre de unos hijos’. Sabía aquel rey sapientísimo de
qué modo tan distinto entendemos lo que conocemos por experiencia y lo que aprendemos
de otra manera.
Hay que saber, además, que en esta vida
el hombre tiene de Dios un doble conocimiento: conocemos su bondad inmensa y
las demás virtudes y alabanzas por lecturas, especulaciones y discusiones, o
bien las experimentamos de algún modo en nosotros mismos cuando tratamos a Dios
familiarmente y lo acogemos en nuestro corazón, Sucede esto cuando el hombre
experimenta la bondad de Dios con la comunión de los dones divinos; cuando
siente su amor en el abrazo espiritual y en el beso íntimo de su espíritu;
cuando saborea su dulzura y mansedumbre; cuando aprecia su misericordia
conociendo las propias miserias; y su largueza y generosidad en los beneficios
diarios que siempre recibe de él. Este conocimiento, que se logra con el
magisterio del Espíritu Santo, es aquella divina sabiduría que ocupa el lugar
primero entre los otros dones y a la que se ordenan todos ellos.
La palabra ‘sabiduría’ procede de
‘sabor’, de modo que sabiduría es como una ciencia sabrosa y suave. Su objeto
está en la contemplación profunda de la bondad y la belleza divina, en la cual,
dicen los teólogos, que está la única felicidad que se puede lograr en esta
vida; una contemplación en la que a veces se gozan tanto los justos, que los
sentidos del cuerpo pierden toda la facultad de sentir…
De todo lo cual da fe el ejemplo
extraordinario de santo Tomás, quien muchas veces cuando oraba se abstraía
tanto de sí que perdía toda sensación y movimiento.
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t. XL,
F.U.E. Madrid 2003, p.40-3
(Traducido
por Ricardo Alarcón Buendía)
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